Capítulo 2

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POV Alexia

Había sido una larga jornada y apenas me habían dejado tiempo para estar con el grupo. Desde que llegamos al centro de entrenamiento me reclamaban desde todos los bandos. El equipo médico no me revisaría hasta mañana, pero el gabinete quiso discutir conmigo la previsible presencia ante medios, el staff técnico quería indagar sobre mis sensaciones y la entrenadora asegurarse de mi ánimo, imprescindible a su parecer para contagiárselo a las compañeras.

Apenas coincidí con las chicas a la hora de comer. Misa, Irene, Codina, Jenni... todas me esperaban reservándome asiento a su lado para que pudiera compartir con ellas mis ratos liberada de ocupaciones extra. Así sucedió también en la cena. Yo me había incorporado más tarde y me ponían al tanto de lo acontecido en mi ausencia.

Mientras escuchaba, repasaba con la mirada las otras mesas del comedor, donde las restantes compañeras de selección charlaban animadamente mientras comían.

Ona volvió a hacerlo. En cuanto mi mirada coincidió con la suya, la desvió rápidamente hacia cualquier otra parte.

No sabía muy bien qué pensar. Había estado bromeando con ella en el coche durante el trayecto hasta aquí. Estuve a gusto acurrucándola en mi regazo hasta que nos quedamos dormidas. Sin embargo, desde nuestra llegada al centro de las Rozas parecía que me evitaba. Era la enésima vez que apartaba la vista de mi trayectoria tras descubrirla observándome. Había sucedido varias veces durante el almuerzo. Lo hizo también durante entrenamiento, más tarde durante la charla grupal... y acababa de hacerlo ahora, mientras finalizaba su cena a tres mesas de la mía con Laia Aleixandri a su lado contándole algo.

Volví a buscar a Ona con la mirada tras la cena, pero no pude encontrarla ya en el comedor. Tras recoger mi bandeja, me acerqué a Laia y pregunté por ella. Me indicó que Ona había subido a su habitación un rato antes, que parecía cansada.

Decidí entonces subir a verla mientras la mayoría recogía los restos de su cena o charlaba relajadamente ya con el postre acabado.

La puerta de la habitación de Ona estaba apoyada y podía oírse actividad en su interior. Golpeé con los nudillos un par de veces.

-¿Puedo?- Pregunté.

Inmediatamente escuché unos pasos aproximarse y la puerta se abrió dejando ante mí a una Ona sorprendida, aparentemente incapaz de hablar.

-No sé si regresaré mañana a Barcelona. -Expliqué rompiendo el silencio. -Solo quería asegurarme de que todo estaba bien.

Permaneció quieta y en silencio unos larguísimos segundos hasta que agitó su cabeza levemente como forzándose a reaccionar. Finalmente lo logró.

-Todo bien, Alexia. -Afirmó sin mucho convencimiento. Ciertamente parecía desconcertada. Entonces retrocedió sobre sus pasos, alejándose de la puerta hasta la mesa de escritorio ubicada en una esquina. Abrió nerviosamente su bolsa de deportes y sacó de ella una pila de camisetas. Procedió a cambiarlas de posición una a una, como si debieran mantener otro orden en el conjunto y le urgiera corregirlo en ese momento.

-Me alegra oír eso. Entonces... - Empecé a decir extendiendo mi brazo hacia el pomo de la puerta a mi espalda. -...Me marcho -Finalicé mientras giraba la muñeca.

Ella seguía afanada en su tarea, apilando camisetas y desordenándolas para volverlas a recolocar.

-Que vaya bien, Ona. -Concluí mientras me giraba dispuesta a salir, casi llegando a cerrar la puerta tras de mí.

-¡Espera! – Interrumpió de pronto elevando un poco la voz. Volví a empujar la puerta reabriéndola de nuevo. Ona permanecía quieta, de pie ante la mesa. Me pareció que temblaba levemente. Puede que tuviera algo de frío con sus pequeños shorts. Sin duda estaba agitada y nerviosa. Soltó finalmente la ropa sobre el escritorio y suspiró profundamente, procurando tranquilizarse.

-Quédate un rato, ¿quieres? -Dijo mirándome al fin.

Saqué el móvil del bolsillo trasero de mi pantalón y comprobé la hora.

-Ok. Me quedo un rato. Pero mañana tengo revisión médica temprano, no puedo entretenerme demasiado.

Asintió con la cabeza en un gesto de conformidad.

-Necesito ir al baño, ¿te importa? -pregunté señalando la puerta del aseo a mi izquierda.

De nuevo se limitó a mostrarme aprobación con la cabeza.

-En seguida estoy contigo, ¿vale?

Volvió a asentir desviando nuevamente la mirada.

En cuanto estuve sola en el aseo, me apoyé en el lavabo y dejé escapar un suspiro. Estaba claro que algo no iba del todo bien. Algo tenía descentrada a Ona y no estaba segura de si tenía que ver conmigo, con el reciente empate ante el Levante o qué sé yo. En todo caso, no era bueno para el equipo. Necesitábamos a la Ona confiable y segura de sí misma, la Ona de los tres pulmones y el aplomo de los guerreros. Una Ona centrada al cien por cien.

Para mi sorpresa, cuando salí del aseo a los pocos minutos la estancia estaba a oscuras. Tardé un poco en ajustar mi visión a la penumbra, pero definitivamente, Ona no estaba donde la dejé. La pequeña estancia dejaba todos sus rincones expuestos, así que no tardé en adivinar su silueta sobre la cama, junto a la pared del fondo, a apenas metro y medio del escritorio. Recorrí en pocos pasos la distancia que me separaba de allí y la distinguí observándome desde abajo, recostada con sus manos bajo la almohada.

Me agaché a su altura quedando en cuclillas frente a sus ojos, que se clavaban en los míos.

-¿Qué ha sido de ese rato prometido? -pregunté.

Tardó unos segundos en responder.

-Quédate -Suplicó al fin. -Duerme conmigo esta noche. -Concluyó con tono tierno y vulnerable.

Una proximidad inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora