Capítulo 4

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Ona se resistía al sueño mientras reposaba abrazada al cuerpo de Alexia. Ambas se habían quedado dormidas tras caer exhaustas y sudorosas. Pero a diferencia de Alexia, Ona se había desvelado poco después y trataba de repasar mentalmente cada detalle de lo vivido esas últimas horas.

No sabía qué sucedería en adelante, pero nadie podría quitarle ya esa noche. Necesitaba grabar a fuego cada fotograma en su mente, antes de que el sueño la venciera de nuevo. No quería que todo quedara en una especie de ensoñación difusa.

Rebobinó en su memoria. Quería recordar la suavidad del primer contacto de sus torsos desnudos poco antes de volverse sudorosos; la excitación que le provocaba el tacto de Alexia descendiendo por sus costados, por sus caderas, por sus nalgas. Esa noche Ona había experimentado en sus latidos una aceleración vertiginosa. Tanto cardio y mira tú. Deseaba tanto tenerla de esa manera que llegó a dudar si el pecho le estallaría.

Recordó su propia urgencia inicial sobre el cuerpo de Alexia, cuando buscaba desesperadamente un contacto que aún temía que pudiera desvanecerse. Alexia la había tomado entonces de las caderas dirigiendo el ritmo, imponiendo uno más ralentizado. "Despacio...", susurró, como haciéndole saber que no necesitaba precipitarse, que no iba a cambiar de opinión, que no pensaba frenar aquello. Eso la tranquilizó realmente. Y obedeció. Lo hizo sometiéndose a la cadencia que dictaba la rubia, ya sin más preocupación que la de darle placer al tiempo que procuraba el suyo. 

Se sentía palpitar frotándose sobre su cuerpo mientras Alexia apretaba sus glúteos, mientras merodeaba con su mano por sus muslos y sus ingles, mientras la colaba bajo sus bragas descubriendo lo mojada que estaba. Recordaba perfectamente las yemas de los dedos de Alexia subiendo y bajando lentamente, trazando círculos sobre su clítoris, primero con delicadeza y cada vez con mayor determinación, buscando empatar con el movimiento de las caderas que cabalgaban sobre ella, cada vez más apremiantes, suplicándola que entrase.

Ahora le hacían sonreír los esfuerzos de Alexia por silenciar todos los sonidos que se desataban en aquella cama. Trataba de evitar al mismo tiempo los crujidos del somier y los gemidos de Ona. Todavía parecía sentir la palma de la mano de Alexia cubriendo parcialmente en su boca. Trataba de amortiguar así el volumen de sus jadeos mientras su otra mano permanecía atrapada entre sus muslos, con dos dedos muy adentro. Ona no los dejó escapar ni cuando Alexia la giró boca abajo antes de encajar su cuerpo a su espalda y retomar el bombeo, primero lentamente y cada vez con más furia, la que Ona le exigía.

Se recordaba a sí misma poco después mordiendo la almohada tratando de ser silenciosa. Apenas lográndolo al sentir aquellas descargas placenteras mientras Alexia le lamía la espalda con los dedos todavía empujando en su interior. Cuántas veces habría arqueado su cuerpo de placer, hasta correrse.

"Eres preciosa..." Le había susurrado Alexia acercándose a su oído mientras sacaba sus dedos lentamente para no lastimarla por la sensibilidad de su clímax. "Te haré lo que pidas..." Replicó aquella Ona extasiada con la mano pegajosa de Alexia todavía entre sus muslos.

Habían sabido lidiar con un espacio reducido del que ya no les quedaba rincón por alcanzar mientras se rozaban y se besaban hasta desgastarse.

A Ona le venía la visión del rostro de Alexia en penumbra respirándole en el hombro mientras ella tanteaba con sus dedos muy atenta, quería detectar lo que le gustaba y dónde le gustaba, para repasarlo hasta el éxtasis.

Había explorado sus pezones, sus axilas, sus pies. No quería perderse un solo lugar de aquel cuerpo que tan bien que encajaba con el suyo a pesar de la diferencia de altura.

Quería recordar su sabor y recrearse en la perspectiva de su mandíbula, de sus pechos y su abdómen antes de perderse entre sus muslos. Podría reconocer su expresión y el sonido de una Alexia jadeante mientras ella repasaba con la lengua sus pliegues húmedos.

No olvidaría a la Alexia de esa noche. Tan bella, tan entregada, tan sexy, tan rica, tan mojada...

Suficiente. Ona estaba volviendo a excitarse peligrosamente y supo que era momento de parar. Ya tendría ocasión de repasar todo aquello en su cabeza cuando Alexia no reposara a su lado.

En ese momento se conformaba con observar su perfil y admirar la perfección de sus facciones. Quería atrapar toda esa belleza hipnótica en su retina. Tanta belleza que la abrumaba. "Relájate, Ona", trató de convencerse, "es solo un ser humano". Uno especialmente bien hecho y dotado, cierto, pero no debía perder la cabeza. "Procura no adorarla, no te puto pilles... Ella ya tiene sus propias preocupaciones y problemas". Bastantes estaba afrontando esa temporada.

Ona había manifestado preocupación por su rodilla durante el ajetreo previo, pero Alexia le había asegurado que no le dolía, que estaba bien. Y eso parecía en todo momento.

Ojalá se recuperara pronto y consiguiera regresar a su mejor versión. Ojalá ella pudiera regenerarle todo lo que estuviera dañado en su cuerpo con solo concentrarse en ello. Pensarlo y fortalecerla como si nunca se hubiera roto el ligamento y jamás pudiera volver a pasarle nada malo. "Pensamiento curativo... qué gran superpoder". Ona estiró su brazo queriendo alcanzar la rodilla de Alexia bajo el edredón, pero quedaba demasiado lejos, así que se conformó con acariciar su cintura suavemente.

En seguida notó que la respiración de Alexia variaba ligeramente y lo supo: la había despertado. Lo confirmó al poco cuando Alexia se giró hacia ella y abrió los ojos lentamente. 

Una proximidad inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora