Capítulo 1: Memoria

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POV: Álvaro

El desconocido me guía por unas estrechas calles hasta acabar entrando en lo que parece un establecimiento. Intento coger una bocanada de aire del oxígeno que me falta, con la espalda arqueada hacia delante. Ahí me doy cuenta que le sigo cogiendo de la mano.

La suelto inmediatamente. Él se gira por primera vez, y se baja la capucha.

Tiene el pelo tintado de rubio, y me sorprende ver a alguien así (en mi universidad queda estrictamente prohibido teñirse o hacerse cualquier tipo de modificación corporal) Parece de mi edad, aunque al mismo tiempo su rostro me resulta más maduro que la mayoría de los de mi clase. Sigo observando, hasta que alguien interrumpe mi quehacer.

— ¿Quién coño es este?

Una chica se para enfrente nuestra, con una fregona en mano. Está llena de tatuajes, y lleva el pelo de tal forma que me hace recordar a un personaje de Grease.

Ahí también me doy cuenta que me encuentro en un bar, porque más adelante hay una barra con vidrieras llenas de alcohol. Un pequeño escenario se alza en la esquina, y hay una televisión ahora apagada en la otra. En el otro lado, parece haber una pequeña cocina y una puerta que supongo que llevará al baño. En el fondo, me fijo en unas escaleras que llevarán a un piso superior.

— No sé, un manifestante loco -—responde el desconocido, quién tiene la voz sorprendentemente grave y un acento ligeramente andaluz.

- ¡Paul! ¿Cuantas veces te he dicho que no traigas a cualquier chico a casa? ¡No puedo adoptar a todos los gays de este país! — abro la boca, y antes de poder contestar, le lanza la fregona —. Y las manchas del suelo, eh, que se que has sido tú, límpialas.

El supuesto Paul asiente, y se pone con ello.

Me quedo parado sin saber muy bien que hacer.

—Yo... —empiezo, y la mujer parece acordarse de que sigo ahí. Cambia totalmente de actitud y sonríe.

- Sí, cariño — se acerca y posa su mano sobre mi hombro de manera maternal—. ¿Cómo te llamas?

— Álvaro.

—Álvaro... muy bien — baja la mano y me aprieta el brazo de manera suave —. ¿Tienes alguna casa a la que volver?

— Yo... Sí. Vengo de ella — intento explicar — , la cosa es que me he perdido.

La chica asiente comprensiva.

— ¿Has tomado alguna sustancia? ¿Cocaína, heroína? — se queda pensativa —.  Paul, ¿cómo se llama la última que está de moda, LSD?

— Sí, éxtasis y LSD.

Vuelve a sentir y vuelve a dirigir la mirada hacia mí.

— ¿Entonces?

Estoy tan perdido en la conversación que lo único que hago es dirigirme a la zona de la barra y sentarme.

— ¿Me podrías servir un vaso de agua? - pregunto.

— Sí, por supuesto.

Bebo el agua y el frío hace que el shock del momento disminuya y vuelva a los sentidos. El chico termina de fregar, y la mujer parece expectante por mis movimientos.

— No estoy drogado — aseguro, al fin —. Ni soy un manifestante. Iba a casa de una amiga, me he quedado dormido en autobús, y he acabado en este barrio.

El joven me mira extrañado y después parece aclararse.

— ¡Por eso estabas acercándote a la policía! Y esas ropas que llevas... —para y yo me pregunto que querrá decir —. Ya sabía yo que no eras del barrio.

Lo prohibido de amarte | AU Polvorones OT2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora