¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Al principio no lo notaste. Pensaste que el hecho de que tomara tus manos entre las suyas era solo un lindo gesto. O cuando te llevaba a la cama y acurrucaba su enorme cuerpo a tu alrededor hasta que te convertías en una bola, era solo que era perezoso y quería abrazarte. En realidad, no lo habrías captado en absoluto si esa fatídica tarde no hubiera sucedido.
Era un domingo tranquilo, el momento favorito de la semana de Atsushi. Los domingos significaban que no había práctica de baloncesto ni escuela, lo que significaba que no tenías ningún motivo para levantarte de su cama a menos que fuera para preparar comida o orinar. Actualmente estabas acostada entre sus piernas, con la espalda contra su pecho y la barbilla apoyada sobre tu cabeza. Él había apoyado un paquete de papas fritas de tamaño familiar entre tus piernas, extendiendo la mano y agarrando un pedazo cada veinte segundos mientras sus ojos caídos revoloteaban sobre la computadora portátil frente a ustedes dos. Una de sus manos recorría perezosamente tu muslo desnudo. Estaba en silencio excepto por los sonidos de los personajes en la pantalla.
Cada diez minutos más o menos, Atsushi abandonaba los bocadillos y envolvía sus brazos alrededor de tu cintura y apretaba, acariciando su cara en la unión entre tu cabeza y tu hombro, inhalando profundamente. Se inclinaba hacia adelante hasta que tú te acurrucabas debajo de él, riéndose de su afecto.
"Eres tan pequeña, T/N-cchin." Él arrulló. "Tan linda."
Abriste la boca para responder, pero todo lo que salió fue un jadeo, sintiendo algo largo y duro presionar la parte baja de tu espalda. Te pusiste rígida cuando el ambiente en la habitación cambió.
