UNO

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Es noche de pool, así que todos estamos reunidos alrededor de una de las mesas del local, divididos en equipos. Por supuesto elegí estar en el equipo de Lamonsoff, como siempre, el rubio que acaba de meter una bola de las lisas.

Chocamos las palmas en forma de victoria y luego continúa con la jugada.

—Tres más y ganamos el segundo juego —dice, lleno de orgullo.

Félix, que está del otro lado de la mesa, lo fulmina con la mirada.

—¡Definitivamente esto es trampa! ¡No podemos seguir permitiendo que Lamonsoff y Rodríguez sigan siendo equipo! —ruge colérico el pelirrojo. Me hace gracia ver como arruga su puntiaguda nariz repleta de pecas cuando se queja de algo.

—No seas mal perdedor, Navarro —le digo y me echo a reír.

Joder, tío, para de una vez —exclama en su acento natal cuando mi compañero mete otra bola.

Hacemos lo de las palmas de nuevo, pero esta vez añadimos nuestro saludo de la victoria al final. Un añadido al puro estilo del choque de palmas de Anne y Hallie.

—Esto está más que ganado, así que vayan comprando la otra ronda de cervezas —les digo a ambos chicos del equipo contrario mientras meneo de un lado a otro mi botella vacía—. La mía que esté bien fría, por favor.

El pelirrojo hace un gesto molesto, que me resulta de lo más cómico, y luego se cruza de brazos.

—¡Esto es injusto, nos van a dejar sin ahorros!

—Nosotros no decidimos que fuera así, fueron ustedes. Ahora asuman las consecuencias —le recuerda mi compañero, guiñándole el ojo.

—¡Min Ki diles algo!

Min Ki no dice nada, en su lugar se echa a reír mientras revuelve el cabello cobrizo de Félix, lo que provoca que el chico infle sus mejillas.

—Deja de quejarte y saca tu tarjeta de platino. No seas codo.

Lamonsoff mete la tercera bola. Ahora solo queda la bola 8. El rubio se coloca en posición, pone sus glúteos bien trabajados sobre la mesa, pasa el taco hasta la parte baja de su espalda y hace su movimiento estrella. Y, así, efectivamente ganamos el segundo juego.

¡Joder!

Extiendo la mano hacia Félix.

—Dame la tarjeta de una vez, llorón, yo las busco.

Félix rechista, pero me la entrega enseguida. No necesito preguntarle los datos para pagar porque ya me los sé de memoria de las tantas veces que hemos hecho esto. Me doy la vuelta y los dejo a todos discutiendo la distribución de los equipos para la siguiente partida.

Rodeo varias mesas y esquivo los hombros necesarios antes de llegar a la barra. Es viernes por la noche, por supuesto que La Casa está llena. Veo a varios chicos de la academia rodeando algunas de las otras mesas de billar, otros están bailando o simplemente están en las esquinas dándose besos con las universitarias que también frecuentan este lugar.

Por inercia doy un vistazo rápido entre la multitud por decimoquinta vez y, cuando no lo veo, suelto un suspiro de alivio.

Para ser sincera, en un principio no quería salir de la habitación. Solo quería aprovechar que estaría sin compañía todo un fin de semana y darme el tiempo suficiente para reorganizar mis estrategias y pensar en una solución para mi nuevo problemita. Pero, después de que los chicos prácticamente derrumbaran la puerta y me suplicaran que pasara la noche con ellos como hacemos casi que cada viernes desde que comencé la academia, me fue imposible rechazarlos. Aunque, al mismo tiempo, tenía nervios de estar sola y que Lucca apareciera de imprevisto, importunando la atmosfera de paz y alivio de no tener que ver su horrible cara hasta el lunes.

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⏰ Última actualización: Feb 18 ⏰

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