NUEVE

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Cinco meses, veinticinco semanas, ciento setenta y cinco días desde la primera vez que habían salido a tomar un café aquella tarde

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Cinco meses, veinticinco semanas, ciento setenta y cinco días desde la primera vez que habían salido a tomar un café aquella tarde.

El cruce de señales pueden volvese bastante confuso a veces pero es suficiente con que te haga sentir como si hubiese perdido la cordura o así lo creía Felipe.

Se arreglaba, se vestía para ir muchas veces a ningún lado en particular. A entrevistas, con sus amigos, a los partidos de fútbol o a la cafetería donde la linda chica de los ojos verdes ahora si volteaba a verlo, todo aquello le generaba tanta emoción porque podía admitir que no había nada mejor que ser joven y estar enamorado.

Sabia que en algún punto podía experimentar aquella tristeza de la que todos hablaban, aquel desamor pero él no se preocupaba por aquello, solo quería seguir tomando la mano de Ofelia y escuchar su risa.

Quería que tuviera aquellos ataques de hiperactividad y se tirara encima de él para abrazarlo, morder su mejilla y reír debido a las cosquillas.

No le importaba si no era suficiente para el futuro o las cosas que estaban por llegar, era joven y estaba enamorado.

Tal vez aún no se besaban, tal vez aún ninguno de los dos admitían sus sentimientos pero ambos sabían que había algo allí, había una conexión entre los dos que lograba que él hablara de ella cada vez que tomaba de más, que ella buscará su mano en los lugares más oscuros y que ambos vomitaran de los celos al imaginarse al otro enamorado de alguien más.

Acostada en pecho de Felipe mientras veían "Scream", vestida con un vestido largo y su cabello hecho un desastre mientras él le hacía cariños en los hombros. Ofelia no lo decía, jamás lo diría pero estaba agradecida por hacerle vivir aquella experiencia sin límites, había pasado la prueba y ahora estaba junto a él.

A él le gustaba pensar que ella se quedaría junto a él, y ella moriría con tal de hacerlo sentir orgulloso.

El sabor, el tacto, la forma en la que se querían, todo se venía abajo cuando escribían una canción de amor.

A Felipe le gustaba que Ofelia lo viera por quién realmente era, no aquel actor que había saltado a la fama y ahora estaba nominado a un Oscar, sino aquel chico en sus veinte que adoraba tomar fotografías, aquel que amaba el fútbol y se emocionaba cuando veía parejas de ancianos en la calle, aquel que odiaba bailar cuarteto pero lo hacía con dos tragos encimas.

— Esta es la segunda mejor saga de películas de terror. — susurra ella cerrando sus ojos ante la sensación de relajación. —

— ¿Cuál es la primera? — pregunta él sin intención de dejar de acariciar su piel. —

— Halloween. — responde con plena seguridad.—

En algún punto Ofelia había intentado apartarlo sin saber que había encontrado el camino de regreso, él había ganando.

Habían tantas cosas que quería decir, como el hecho de que si la abrazaba sin lastimarla sería el primero en hacerlo. Pero prefería dejarlo vivir, prefería que todo fluyera con su tiempo, no quería apresurar su sentir a pesar de que todo era tan intenso junto a él.

Su galería de fotos ahora no eran animales, apuntes de la universidad y sus salidas de los fines de semana, ahora habían fotos destacadas junto al chico de ojos verdes, fotos de Felipe cocinando o Felipe con Patán en su cama.

A Ofelia le agradaba aquello, ya no tenía miedo de ver aquellos relucientes, brillantes ojos verdes observarla con dulzura. Ya no tenía miedo de que su rostro se tornará rojo, o sentir que cualquiera moría por sus caricias, ya no tenía que preguntarse qué se sentiría amarlo porque lo hacía y ver las cosas dobles con un tono rosa de repente era lo más lindo del mundo, lograba que todo fuese más brillante y liviano, como si sus preocupaciones ya no estuviesen allí.

Le gustaba el hecho de que cuando Felipe salía a bailar con sus amigos, la llevaba y no la excluía, le gustaba como el grupo era sano y divertido, le gustaba como su amistad con Greta había escalado lo suficiente como para contarle sus dramas, le gustaba como a pesar de haber miles de chicas en una habitación él jamás quitaba sus ojos de ella porque para Felipe no había nadie más.

Enamorarse se sentía como volar hasta que caes y tus huesos se rompen, pero Felipe no tenía intención de que eso ocurriera, él podía poner yeso sobre cada hueso o usar un paracaídas, él incluso sacaría su paracaídas y se lo daría a Ofelia sin que ella se lo pidiera.

¿Cómo debe ser crecer siendo así de hermoso? Con su cabello cayendo en su rostro como domino. Se imaginaba a ella caminando por los pisos de su casa con su camisa de Eagles, recargada en la puerta o en las cenas decirle que se estaba contradiciendo con sus tonterías, o que la gente de aquel barrio de Nuñez admitiera que nunca había visto un amor tan puro como ese.

— ¿Qué vas a hacer mañana? — Felipe pregunta en voz baja y se tarda unos cuantos minutos en darse cuenta que no está pensando su respuesta sino que se ha quedado dormida. — Ofelia. — susurra dejando las caricias de lado. — Dale, tarada. — suelta una risa cuando mueve a la chica y ella no responde. —

Blanquea su mirada y niega para después dejar un beso en su cabeza, tomando su celular porque la película estaba en los créditos y faltaban ocho segundos para que la continuación comenzará. Aprovecha para responder algunos mensajes, también saca una foto de la chica durmiendo sobre él para subirla a su lista de mejores amigos y después vuelve a bloquear su celular mirando el rostro de ella.

Traza líneas imaginarias sobre sus pocos lunares, apenas eran cuatro y muy poco visibles pero él ya los había contado, también las pecas gracias al sol que tenía en sus hombros, podia contar sus pestañas sin problema, podia admirar la curvatura de su nariz o los hoyuelos en sus mejillas cuando sonreía, podia repetirle incontable veces como el labial rojo le quedaba perfecto y que su risa era el mejor sonido que había podido escuchar.

Podia decir todas esas cosas pero aún así no las hacia, no se animaba a decirle todo lo que sentía, no se animaba a preguntar por un beso, no se animaba a dar otro paso porque sabía que Ofelia era muy temerosa y que podría huir en un abrir y cerrar de ojos.

En algún punto cuando sus ojos se cerraron se quedó dormido junto a ella, abrazado a su cuerpo sintiendo su corazón latir contra el suyo e intentando respirar al mismo ritmo, sin saber que sus corazones ya latian en la misma sincronía y sus respiraciones se completaban como ellos lo hacían.

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𝐆𝐨𝐫𝐠𝐞𝐨𝐮𝐬 - 𝐅𝐞𝐥𝐢𝐩𝐞 𝐎𝐭𝐚ñ𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora