IV

118 19 4
                                    

—"Tal parece que yo me acostumbre a ti en un solo día, que te ando extrañando como si hace años que te conocía"

Foolish podría jurar que era la primera vez que se levantaba tan feliz para ir a trabajar. El día anterior había recibido un mensaje de aquel chico de ojos morados y no dudo en responderle en cuanto lo vio. Aunque por los nervios hubiese sido Bad el que terminara escribiendo lo que Foolish le decía, pero esos eran detalles.

Ese día, igual que todos, se asomó por la ventana para ver pasar al chico al que quería invitar a una cita algún día. No quería parecer que estaba apresurando las cosas ni nada por el estilo, pero tampoco quería que él otro pensara que había sido una simple atracción y ya. Y mucho menos quería parecer un acosador diciéndole que lo veía pasar todas las mañanas, Foolish no tenía la culpa de que su casa quedara en la ruta matutina del pelinegro.

Como sea, se alistó con bastante felicidad, pues era seguro que ese día volvería a ver al pelinegro más de cerca, y quién sabe, talvez podría hablar con él personalmente. Lo único que pedía era poder conocerlo más, así fuese solo observándolo de lejos o hablando con él.

Había llamado su atención desde el primer instante en que lo vio, sus ojos fueron lo primero que le atrajo, con el tiempo lo empezó a ver pasar todas las mañanas y llegó a un punto en el que quería conocerlo. No le bastaba con mirarlo, quería hablar con él, debía de hacerlo, quería conocerlo, saber más de su vida.

Admirarlo a la distancia ya no le era suficiente.

Y si a él no le era suficiente, no quería ni imaginar cómo debería sentirse Cellbit, después de todo él tendría una cita con su chico ese mismo día. De alguna forma, todo parecía más fácil para Cellbit que para él. A pesar de que él llevaba mucho más tiempo enamorado que Cellbit, él había sido el primero en hacer un movimiento con su chico.

Aunque decir "su chico" se escuchaba muy apresurado para Foolish, conociendo a Cellbit, era muy capaz de llegar con novio al día siguiente al trabajo. Y no parar de presumirlo.

En menos de lo que imaginó, ya se encontraba camino al trabajo junto a Bad, quien no paraban de hacerle preguntas sobre aquel chico de ojos morados.

—¿Me vas a decir que de verdad no hablaron después de eso? — parecía que reclamaba Bad.

—No, de verdad no hablamos. — respondió Foolish en voz bajita.

Bad rodó los ojos. ¿Por qué todo para su amigo parecía tan difícil? Mandar un mensaje, responder otro, tan siquiera entrar a su chat le era complicado. —¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—Foolish, trabajas en una cafetería en atención al cliente, ¿por qué te cuesta tanto hablarle?

El mencionado se quedó callado, pensando. ¿Por qué le costaba tanto? ¿Qué le impedía tener una conversación fluida con el de ojos morados, si es lo que quería hace ya mucho tiempo? ¿Y por qué era solo específicamente con él?

—No quiero que piense mal de mí. — soltó Foolish finalmente después de pensar un buen rato.

—¿Qué? — cuestiono Bad que ya hasta había olvidado la pregunta que le había hecho a su amigo.

—No quiero decir o hacer algo que le cause mala impresión, no quiero parecer intenso, pero tampoco desinteresado, no quiero decirle que me gusta, pero no quiero que piense que no lo hace. — terminó por decir Foolish antes de que llegaran a la cafetería.

—Estás pensando mucho. Sólo sé tú mismo, si no le gustas así, entonces ahí no es. Tienes que gustarle por lo que eres, no por lo que pretendes ser. — atinó a decir Bad antes de sacar las llaves del local que, para su sorpresa, ya estaba abierto.

Qué vida la míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora