No sé que hago que siempre te molesta... Ya ni siquiera sé si es mi sola presencia. Te dije que estaba cansada “cansada de qué” fue tu respuesta... Acaso no ves mi cansancio, mi pecho subir y bajar tratando de respirar con esfuerzo... Acababa esmeradamente de lavar con tanto cariño tus uniformes y la ropa sucia que quedaba... No recuerdo lo que dije, mi mente lo bloqueó, solo recuerdo tu semblante molesto y las palabras más crueles de este día:
Todo te estorba - solo intentaba arreglar la mesa y que estuviera ordenado, tomaste tus libros y los dejaste en tu bolso, saliste afuera y me quede con el corazón roto y la pregunta en el aire y la mente ¿Qué hice ahora?...
Sentí otro pedazo más de mi corazón rompiéndose, me dije que no lloraría y aún lo hago, estúpida enamorada. Llegaste luego, intenté que no me vieras, muy tarde dije... Quisiste arreglar las cosas, me quedé en un ataque pánico contigo, intentaste hablarme y mi cerebro decía -no le creas, solo es una disculpa más, te está usando, ya no le creas, te volverá a herir... Dejo de intentarlo, volvió a decir: “luego no digas que no te quise escuchar y no pienses que soy un mal hombre, yo no me considero un mal hombre”
Sí lo eres o no me importa poco ahora, estoy empezando a alejarme, a quedarme sin palabras para no molestarte, a quedarme quieta para que no me notes y desquites conmigo la frustración de tu trabajo y lo que mal te sale... Aún así me sigues notando, dándome pequeñas muestras de afecto cuando gustas y dejándome con una herida más frecuente, tus palabras hieren...
¡NO! Me dije, me levanté aún sollozando, me bañe e hice como si nada había pasado. Decidí no hablar más, nada más...