2

34 8 0
                                    

Se quedó mirando el techo durante horas y horas con las manos firmemente entrelazadas sobre su estómago. Sentía la voz ronca de gritarles a los auxiliares y después, cuando eso no había funcionado, de tararear para intentar mantener a raya su ansiedad. Ahora se había quedado en silencio. Tenía las puntas de los dedos tan frías que temía que se le congelaran, se volvieran frágiles y se le quebraran.

Había sentido que el frío se instalaba desde el momento en que cruzaron las
puertas del hospital; esa había sido su primera advertencia. El jardín que rodeaba
Brookline era bonito y estaba bien cuidado.
La sólida cerca negra era el único indicio
de que la libre circulación dependía de la condición de paciente o padre. Había
edificios de ladrillo dispuestos en forma de «U» junto del hospital. Resaltaban porque
el tipo de construcción era completamente diferente al del hospital; eran edificios
oscuros, antiguos y de estilo universitario. Jóvenes desaliñados, con chalecos de hilo
y pantalones de pana caminaban sin prisa entre los edificios. Ivan descubriría más
tarde que se trataba de estudiantes que se preparaban para irse durante las vacaciones
de verano.

 Ivan descubriría mástarde que se trataba de estudiantes que se preparaban para irse durante las vacacionesde verano

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Junto a esos edificios, Brookline era de color blanco puro. Limpio. Incluso el
césped estaba cortado a una altura perfectamente uniforme. Ivan recordaba que le había resultado artificial al pisarlo. Y había pacientes afuera, en el jardín, inclinados,
cortando meticulosamente las flores marchitas y podando los setos mientras eran
observados por auxiliares con uniformes almidonados.

Todo se veía inmaculado y perfecto, como salido de una fotografía, hasta que
entrabas y el frío te golpeaba como una descarga eléctrica.

A pesar de sentirse sumamente somnoliento Ivan estaba seguro de que no lograría cerrar un ojo en ese lugar, ni siquiera si le inyectaban otra dosis de sedantes.
A cada rato se quedaba dormido y luego despertaba de golpe, convencido de que
había alguien escuchándolo a escondidas del otro lado de la puerta.
Y un grito repentino había interrumpido su agitado sueño durante la noche. (Suponía que era de noche; era difícil saberlo ya que los postigos de su celda estaban cerrados).

Al incorporarse sintió las extremidades pesadas. Oyó el grito una vez más y luego
otra, y eso terminó de despertarlo. Se levantó y caminó hasta la puerta arrastrando los
pies. Se apretó contra la helada superficie. Fue deslizando la mano hacia abajo hasta
apoyarla sobre la manija y se sorprendió cuando sintió que cedía sin esfuerzo. No
podía ser. No era posible que le permitieran deambular solo por los pasillos de Brookline. Se había dado cuenta, por la enérgica bienvenida que le habían dado los auxiliares, que no se trataba de ese tipo de lugar. ¿Acaso habrían metido la pata y habrían olvidado encerrarlo? El pasillo estaba oscuro y silencioso, no había auxiliares ni enfermeras a la vista, ni otros pacientes. No había señales de vida de ningún tipo excepto por una vibración, como el latido de un corazón, que resonaba lenta y grave bajo sus pies. Quizás provenía de las tuberías o de una vieja caldera que retumbaba desde las profundidades, como una antigua bestia dormida. La base del edificio. Su núcleo. El corazón vivo y palpitante del manicomio.

𖦹 𝙀𝙎𝘾𝘼𝙋𝙀 𝙁𝙊𝙍 𝘼𝙎𝙔𝙇𝙐𝙈 ʀᴏᴅʀɪᴠᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora