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En la mañana ya se sentía mejor, más como él mismo. «Nowhere to Run» seguía en su mente cuando se levantó. Decidió que se había tratado solo de un sueño causado por la ansiedad. Era imposible que realmente hubiese abandonado su habitación en medio de la noche.

Solo para estar seguro, se revisó las plantas de los pies. Estaban limpias. Se sintió
más aliviado de lo que quería admitir.
Tendría que retomar el Plan A: encontrar un teléfono.

Sus padres, o al menos su madre, volverían a buscarlo, y pronto. Su mamá no
podía vivir sin su "pequeño Osito". Volvería a buscarlo, con o sin Butch, porque era
demasiado débil y frágil como para no hacerlo. No era un insulto, era solo la verdad.
Ella no podía vivir sin él, no podía ocuparse de las decisiones cotidianas ni de las responsabilidades más importantes, no podía ocuparse de nada.

Maldición. Casi la había convencido en el vestíbulo, pero Butch había tenido que
arruinarlo. Esa era la razón por la que ella se había casado con él después de que el
verdadero padre de Ivan desapareciera. Después de un año, un tribunal le concedió
el divorcio por "abandono", y para ese entonces Butch ya era parte de sus vidas,
como si hubiese estado esperando ansioso para tomar el lugar de su padre. Su madre
no podía estar sola. No podía hacerse responsable de nada. Ivan no sabía si odiaba a
su madre, pero definitivamente no le caía bien.
Aun así, a pesar del dicho, la sangre podía no tirar, en su opinión, pero al final sería lo que lo ayudaría a obtener su libertad.

Pronto estaría de regreso en Boston, en su cuarto, rodeado de sus posters de Harry Styles, su ropa y sus cosas, sus libros y sus trofeos de fútbol. Era probable que
incluso consiguiera que le devolvieran el Chevrolet Biscayne, su verdadero pasaje a
la libertad, del cual casi no había podido disfrutar antes de que comenzara su
seguidilla de extravagantes "castigos".

Ivan ya podía imaginárselo: las ventanillas bajas, la música alta, la brisa de
primavera que transportaba el glorioso aroma de hamburguesas y salchichas cocinándose en docenas de parrillas suburbanas... Su mamá al menos lo había dejado comerse una última hamburguesa ayer, antes de llegar al hospital, pero Butch se había rehusado a poner cualquier otra cosa que no fueran los resultados del béisbol en la radio.

Oyó un golpecito tímido en la puerta. Se incorporó y luego se sentó con las
piernas a un lado de la cama mientras se pasaba ambas manos por el cabello
despeinado. La puerta se abrió y un enfermero castaño con rostro amable entró en la habitación.

-¿Hola? No estoy interrumpiendo nada, ¿o sí?

Ivan resopló mientras se ponía de pie y se apoyaba contra la cama.
-¿Ese es el tipo de bromas que hacen por aquí?

El chico de baja estatura que tenía en frente suyo no era necesariamente lindo, sino que era una belleza fuera de lo común, totalmente alcanzando los estándares e incluso superándolos. Se veía inofensivo. Pulcro. Y casi tan anguloso como una grulla de origami.

El castaño quedó mirándolo, claramente desconcertado.

-Oh. No. No era una broma -dijo mientras sostenía su tabla sujetapapeles firmemente contra su pecho-. Soy el enfermero Rodrigo Carrera y supervisaré sus cuidados aquí en Brookline.

-Rodrigo. Enfermero Rodrigo. Ajá. Un nombre apropiadamente peculiar para este encantador calabozo.

Lo observó con una expresión impasible y se encogió de hombros. Luego bajó la
mirada hacia sus notas.
-No me quejaré si tomarse todo esto con humor lo ayuda -dijo en un tono casi
despreocupado-. Vamos a tener que conocernos y prefiero que mis pacientes estén de buen humor, si es posible. Dispuestos a cooperar, al menos.

-A la orden -respondió Ivan con un saludo militar.

En general tenía que lidiar con terapeutas conservadores que lo observaban con
furia por detrás de sus lentes, pero quizás podría divertirse un poco con este chico.
Tenían casi la misma edad. Era sorprendentemente joven para ser enfermero. Si Ivan jugaba bien sus cartas podría hacerse un amigo, y un amigo podría ayudarlo
a hacer una llamada a su madre.

-¿Y cómo maneja el Gran Buque Loquero, capitán? ¿Con mano dura o relajada?-
Coquetear un poco nunca estaba de más al tratar de hacer amigos, aunque esa
estrategia hubiera fracasado con los psicólogos viejos y anticuados que lo trataban
generalmente.

-Sé que esto debe ser difícil para usted dado que...

El enfermero Carrera escudriñó sus notas, que incluían el papeleo que había completado Butch. Dejó sin terminar la frase e Ivan pudo identificar casi con exactitud el momento en el que el castaño encontraba las razones precisas por las que él estaba allí. Después de su nombre (Ivan Raúl Buhajeruk Fernández, a pesar de que nadie lo llamaba Raúl excepto su abuela y Butch cuando estaba enfadado), su
edad, su peso y su fecha de nacimiento, aparecería el eufemismo que Butch hubiera
escogido esa vez para describir su problema.
Las últimas dos veces también había mencionado "arrebatos violentos" en los
formularios. Pero eso había ocurrido una sola vez y, en realidad, Butch se merecía que le lanzara un tenedor a la cabeza por las cosas que le estaba diciendo.

-Dado que me atraparon en la cama con el chico de al lado. Bien, el joven de al
lado, en realidad. No soy tan pervertido.

-No creo que sea un pervertido en lo más mínimo, señor Buhajeruk-respondió él rotundamente. Ajá. Eso era nuevo-. No me gustan ese tipo de palabras. Solo sirven para humillar. Y el tratamiento no tiene nada que ver con la humillación.

Quizás ese enfermero era diferente de verdad. Lo dudaba, pero todo era posible.

-Me sorprende, enfermero Carrera. Pero de la mejor manera.-

Él sonrió y eso lo hizo verse aún más encantador.

-Por favor, hágame saber si tiene algún problema para instalarse. Adaptarse a la vida aquí puede ser... -el enfermero se mordió el labio, titubeando-, complicado.

-Oh, confíe en mí, no es nada que no pueda manejar. Fui engendrado por carceleros.-
Eso quizás era una exageración.

Cuando se disponía a irse, él frunció el ceño y mientras negaba con la cabeza agregó:
-Me temo que la vida debe haber sido muy injusta con usted.

Pero eso era quedarse corto.

-Me temo que es muy injusta con todos. Usted puede no pensar que soy un pervertido pero, por desgracia, usted no es el que manda aquí. No es el que tiene las llaves.

-Volveré a verlo pronto -dijo Rodrigo, mientras se apresuraba hacia la puerta.
Pareció darse vuelta demasiado rápido, quizás para ocultar que se había ruborizado.

Ivan ya se estaba sintiendo mejor, incluso presumido, cuando el grito familiar de
una niña perforó el silencio. Oyó que la puerta se cerraba y su sonrisa se desvaneció.

Ese no era solo el grito de alguien preso de la locura. Era un alarido de dolor.

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⏰ Última actualización: Mar 19 ⏰

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𖦹 𝙀𝙎𝘾𝘼𝙋𝙀 𝙁𝙊𝙍 𝘼𝙎𝙔𝙇𝙐𝙈 ʀᴏᴅʀɪᴠᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora