Prologue

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La vista le parecía bonita, quizás más de lo que había visto en las imágenes de la página web y la compilación de fotos de los archivos de instrucciones, debía admitirlo, a pesar de que no quisiera dar su brazo a torcer, la realidad superaba sus expectativas, así que si, el paisaje sin duda alguna, logró convencerlo de que aquello no era tan mala idea.

—¿Algo que decir, Hunter?

La voz que lo obligó a retirar la atención de la montaña nevada era conocida más no bienvenida en ese momento. El hombre de cabellos oscuros y estatura superior a la media, no era precisamente conversador, prefería mantenerse como observador y analista, a veces otorgando una imagen misteriosa y algo oscura, por ello tomó una respiración larga antes de clavar su mirada azul profundo sobre el rostro risueño y algo burlesco de su acompañante, si bien era necesario que ambos estuvieran juntos, no era de su total agrado, siempre prefería hacer las cosas solo sin embargo entendía por que estaba acompañado, así que por el bien de su estadía y convivencia, decidió responder tranquilamente.

—Creo que es un buen lugar, al menos cuando regrese después de un día cargado de trabajo, tendré una vista decente para relajarme.

—¿Relajarte? ¿Tú? — La burla estaba escrita en toda su cara, el brillo de los ojos amielados demostraban que el chico estaba disfrutando del momento, algo que Hunter encontraba incómodo, nunca le habían gustado las personas alborotadoras y sin lugar a dudas, Charlie era una de ellas.

—Si, yo, saber que tendré que pasar seis meses cuidando de tu culo hace que me amargue la existencia, así que ver la montaña a través del balcón, es algo que me parece bien.

—No va a ser mi culo precisamente lo que vas a cuidar, ya me encargo yo de tenerlo bien atendido. Jesucristo, realmente no mintieron cuando me dijeron que ibas a ser un hombre seco y sin humor.

Hunter no afirmó ni desmintió las palabras del joven, realmente le importaba poco o nada lo que pensaran de él, sobre todo un chiquillo veinteañero que por curioso, descolocado y algo peor, había acabado siendo un testigo protegido. Miró su reloj antes de volver a tomar una buena bocanada de aire frío, la tarde brindaba una vista preciosa, el Sol ocultando su inmensidad detrás del sistema montañoso nevado, indicaba que era hora de resguardarse, según el pronóstico del tiempo, en la noche nevaría y era mejor terminar de instalarse de una vez en aquel apartamento exageradamente caro en el que pasaría los próximos seis meses de su vida. Observó una última vez el atardecer y guardó para si mismo lo agradable que le resultaba ver los hermosos colores rojizos y morados del ocaso, no le interesaba conversar más con el jovencito, no estaba aquí para convertirse en su amigo.

—Cierra la boca y entra, a esta hora empiezan a cobrar vida los demomios de los que tengo que ocultarte.

No hubo más palabras que decir, el ambiente se había enrarecido con su sentencia y sin mirar atrás, esperó a que el chico entrara al apartamento. Ahora comenzaba su verdadera tarea, su verdadera misión y solo esperaba que terminaran los seis meses sin inconvenientes para regresar a San Diego, allí donde vivía y trabajaba desde que tenía memoria.

Testigo del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora