CAP 1"Despiste"

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Ramón se encontraba relajado en su escritorio, trazando algunas líneas con su lápiz en su cuaderno, dando forma a unos garabatos, ensuciando un poco de paso pero eso no le importa mucho de momento, pues la está pasando bien como para molestarse por esos detalles, la música que suena en sus audífonos lo inspiran un poco más, pues su banda favorita tiene letras y melodías que sirven como droga para Ramón, le fascina que no para de escuchar el álbum una y otra vez.
Pero el momento de tranquilidad de Ramón se ve interrumpido cuando su padre lo llama desde la sala: "¡Ramón! ¡Sal de tu maldita habitación y ven aquí!" Ramón, al escuchar el llamado, tira su lápiz con algo de enojo y se quita los audífonos. "¡Ya voy!" grita con fuerza para hacerse escuchar. Luego, se levanta de su silla, mientras aún se escuchan los gritos de su padre de fondo. A pesar de los llamados de su padre para que se apure, Ramón los ignora y sale por su cuenta y a su ritmo.

Ramón llega a la sala, donde está su padre, y pregunta sin curiosidad: "¿Qué pasa?" Su padre lo mira con seriedad mientras busca en su billetera: "Tráeme unos cigarros de la tienda", dice con tono directo. Ramón resopla al escuchar la orden y comenta: "¿Solo eso? Porque no pienso salir más de una vez por algún otro capricho tuyo". "Sí, sí, sí. Solo tráeme eso de una vez, que tu madre me está volviendo loco", responde su padre. Ramón recibe el dinero de su padre y voltea a ver de reojo a su madre que se encuentra en la cocina lavando algunos platos sucios, pero no logra distinguir su expresión debido al ángulo en el que está. Quiero los cigarros ya!" interrumpe la mirada de Ramón su padre, chasqueando los dedos para apurarlo. Ramón lo mira con desprecio y sale del departamento.

Mientras baja las escaleras, mantiene la mirada agachada y pensativa. No le gusta que su padre lo mande a comprar cigarros o cervezas y preferiría que no lo hiciera. Pues sabe que esas cosas no traen nada bueno, pero no puede hacer nada más que obedecer.

Al salir de los departamentos, Ramón se da cuenta de que aún tiene puestos sus lentes y se apresura a quitárselos y guardarlos en su bolsillo del pantalón. Pero en ese momento, choca con un chico distraído que pasa cerca de él. Ramón apenas recupera el equilibrio y mira al chico con expresión de enojo. "¡Fíjate por dónde vas!" reclama. El chico, distraído, no escucha la queja de Ramón al tener puesto unos audífonos, pero se disculpa al darse cuenta de lo que hizo: "Perdón, greñudito. No volverá a pasar". Ramón se queda mirándolo aún enojado mientras el chico continúa su camino.

"¿Greñudito? ¿Qué rayos le pasa?" murmura Ramón mientras acomoda su cabello por si acaso, ya que ni siquiera se tomó el tiempo de alistarse antes de salir. Finalmente, llega a la tienda y se dirige a la caja para pedir una cajetilla de cigarros. Mientras espera en la fila, Ramón mira al rededor de la tienda, y, aún que no puede ver con claridad, se encuentra devuelta con el chico que chocó con el hace rato, reconociéndolo por sus audífonos y ciertas puntas teñidas de color azúl. Ramón iba a quejarse mentalmente de él cuando el cajero lo llama: "¿Qué va a llevar?". "Oh, me puede dar una cajetilla de cigarros de ese que está por ahí?", responde Ramón, señalando la marca que su padre suele comprar. El cajero toma la cajetilla y la pasa por el lector de barras. "Son 22 pesos", dice. Ramón busca en su bolsillo el dinero que le dio su padre y se da cuenta de que solo tiene sus lentes y una pelusa en su bolsillo "Umm... Deme un segundo." Dice Ramón con nervios y busca en cada uno de sus bolsillos, mientras no deja de preguntarse a si mismo en mente "(¡No puede ser! ¡El me dió el dinero! ¿Dónde lo dejé? Ay no, me va a matar si vuelvo y le digo que perdí el dinero! Quizá se me cayó cuando choqué con ese tipo! Maldita sea, todo es su culpa! O igual puede ser mi culpa ¡Odio ser tan distraído!)".
Algunos en la tienda se le queda viendo a Ramón, pues se le puede notar los nervios. Nadie hace nada, solo observa, mientras que el cajero con algo de impaciencia espera, hasta que alguien se acerca a la caja y dice: "Dame la cuenta de los cigarros y esta bolsa de papas, Jorge". "¿Tú otra vez? Solo espero que esta vez sí pagues, ya no puedo estar fiandote." Responde el cajero algo frustrado, mientras Ramón sin palabras se queda viendo la escena confundido, reconociendo la voz y apariencia del chico de hace rato. "Oh, no, no, descuida. Hoy sí tengo dinero", El sujeto procede a dejar un billete y varias monedas en el mostrador, "Y te puedes quedar con el cambio", dice el chico mientras toma la cajetilla de cigarrillos y la bolsa de papas. "Solo sobra un mísero peso" exclama Jorge el cajero. "Peor es nada, nos vemos!" El chico se despide y sale de la tienda.
Ramón todo el rato se quedó parado sin saber qué hacer, y no entiende quién demonios es ese tipo que se acaba de ir, pero apenas iba a seguir cuestionando... "Oye, niño. Si no vas a comprar nada mejor lárgate!" Le dice el cajero a Ramón asustandolo un poco y no teniendo más opción que salir de la tienda.

Apenas saliendo por la puerta, se encuentra con el chico peculiar de audífonos, aún que esta vez los tenía en el cuello, estaba comiendo la botana que acaba de comprar recargado a un lado de la puerta de la tienda, Ramón algo triste al no saber qué hacer por perder el dinero que llevaba, estaba por continuar su camino hasta que el chico le habla: "¿No estás muy chiquito como para fumar?", Ramón voltea a ver al tipo frunciendo el ceño por lo que dijo y le responde: "No eran para mí. Y ni cuando tenga edad pienso consumir eso". "Seh, a mi tampoco me gusta mucho, entonces para quien eran?" El chico pregunta con curiosidad. "Para mi papá. Y tú por qué los compraste entonces?" Responde Ramón. "Bueno, quizá para repartir un poco a mis amigos que les gusta fumar, o..." El chico le ofrece la cajetilla a Ramón, "Puedo dártelos como disculpa por el choque de hace rato". Ramón mira algo extrañado al chico y sin pensarlo mucho toma la cajetilla, "Pues deberías, de no ser por ti, no habría perdido el dinero!", "Tranquilo, son accidentes que pasan, greñudito". "Mi nombre es Ramón. No me digas greñudito". "Pff, no te esponjes. Pero está bien, yo me llamo Raider. Mucho gusto". "Ajá, sí, no me importa. Dudo volverte a ver y ya me tengo que ir, adiós, rarito." Ramón da vuelta hacia donde vino y procede a caminar directo a su departamento, mientras que Raider solo se me queda viendo cómo se va y hace un pequeño gesto de despreocupación, aún que le pareció curioso ese chico de cabello largo, "(Ojalá volverlo a topar)", dice Raider en su cabeza, con una ligera sonrisa y procede a seguir su camino.

Después de un rato, Ramón llega a su apartamento, deja los cigarros de su padre en la mesa y le avisa de su llegada, para después ir a su habitación a encerrarse y tratar de continuar el dibujo que dejó a medias. Aún que ya no parecía tener la misma inspiración de antes, así que deja el dibujo de lado y mejor se acuesta en su cama un rato. Repasando un poco la situación de vergüenza que pasó en la tienda, recuerda con enojo el cómo chocó con Raider, y de cómo de no ser por eso, pudo simplemente pagar los cigarrillos sin problema y volver a casa, sin ningún inconveniente. Aún así, la amabilidad de ese chico le resultó rara, nadie más se habría tomado la molestia de hacerle ese favor.
Ramón antes de quedarse dormido, saca sus lentes de su bolsillo para no dañarlos, y en eso sale el billete que creyó haber perdido. Estaba enredado entre los lentes. Al ver eso se siente como un idiota, debió sacar los lentes desde un principio en la tienda, hizo que Raider gastara su dinero en algo que no era para el! "Ya que... Supongo". Dice Ramón en su cabeza, pero no puede dejar de pensar en eso, así que mejor cierra los ojos y trata de dormir un rato.

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