2. Viviendo en cuarentena.

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Anabelle Pov:

Son las 6:40 am, por lo cual ya casi acabo de desayunar. Decido encender mi laptop, y aguardar un par de minutos para que den inicio, a mi clase online de Psicoanálisis.

En una fracción de veinte minutos, la pantalla se llena de rostros expectantes, algunos familiares, otros nuevos. La profesora, una mujer de mirada profunda y voz serena, nos da la bienvenida nuevamente.

Iniciamos la clase con un debate sobre el caso de Anna O., una de las primeras pacientes de Sigmund Freud. Analizamos sus síntomas, su historia familiar y la forma en que Freud la condujo a través del proceso terapéutico.

Luego, la profesora nos introdujo el concepto de transferencia. Hablamos sobre cómo los pacientes pueden transferir sentimientos y emociones hacia el analista, y cómo esto puede ser utilizado para comprender mejor su mundo interno.

La clase se torna cada vez más interesante. Compartimos nuestras propias experiencias y reflexiones sobre el psicoanálisis. Algunos de mis compañeros hablan sobre sus sueños, otros sobre sus relaciones familiares. Luego estoy yo, que simplemente afirmo a través del chat.Aún no he superado la barrera de mi timidez al hablar en la videollamada.

Ultimamente siento que estoy aprendiendo mucho. No solo sobre el psicoanálisis, sino también sobre mí misma. Las clases, especialmente las de Psicoanálisis, me permiten explorar mis propios pensamientos y emociones de una manera que nunca antes había hecho.Esto no era lo que imaginaba al ingresar a la universidad, pero he podido ir adaptándome a mis clases en linea, luego del inicio de la cuarentena.

Por otro lado, he comenzado a tener sueños extraños. Sueño con calles llenas de gente, con abrazos y besos, con risas y alegría. Pero cuando me despierto, la realidad me golpea con brutalidad.

La cuarentena me está empezando a afectar. Me siento irritable, ansiosa, y hasta incluso algo deprimida. Extraño tanto el contacto humano...

He empezado a escribir un diario. Es una forma de desahogarme, de expresar mis emociones, de plasmar mis pensamientos. SIento que es una pequeña forma de romper la monotonía y sentirme un poco menos sola.

He aprendido a valorar las pequeñas cosas: una llamada de un amigo, un mensaje de apoyo, una sonrisa a través de la ventana, que la soledad no tiene que ser sinónimo de tristeza. He encontrado refugio en los libros, en la música, en la escritura, pero lo más fundamental es que he aprendido a apreciar la vida, la salud, la libertad.

No sé cuánto tiempo más durará esto, pero estoy completamente decidida a mantener la esperanza. Sé que esto es temporal, que volveremos a vivir una vida normal.

Mientras tanto, seguiré contando los días, soñando con un futuro mejor, y aferrándome a la esperanza de que este encierro llegue a su fin.



*Horas mas tarde*

—¡Hola chicas! ¿Ya terminaron la actividad de Neurociencias? — Pregunta Livy en la videollamada que hemos realizado.

— Sí, ya la terminé. La verdad me costó un poco, pero creo que quedó bien.—Afirmo.

—¡TE RECUERDO QUE EN EL GRUPO HAY UN CHICO! Es decir ¡Yo! —Exclama Max al encender su micrófono. —¡Yo todavía no la he empezado! Estoy un poco agobiada con las demás tareas.

—No te preocupes, Max, todavía tenemos tiempo. ¿Por qué no nos conectamos mañana para hacerla juntos?

—Como te decia Anabelle...—Ya he acabado la actividad. —Asi que, lo siento por ti mi querido Max.—Río.

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⏰ Última actualización: Feb 21 ⏰

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