Adara, hija de Hades y Persefone, enviada al campo mestizo por órdenes de su padre conoce a Percy Jackson, hijo prohibido de Poseidon obligado a ir a una misión suicida arrastrándola a Adara consigo.
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6. 𝗜𝗺 𝘀𝘁𝗶𝗹𝗹 𝗮𝗻𝗴𝗿𝘆.
Adara
Con Percy nos dirigimos a la casa aún agarrados de la mano. Al entrar, nos siguió Grover.
— Deben tener hambre — dijo Medusa.
En eso Percy se le acerca a Grover y le pregunta:
— ¿Crees que sea seguro comerlo?
— Percy, no voy a mentirte, tengo mucha hambre y acepto el riesgo.
Percy me miro a mi, preguntándome lo mismo con la mirada.
— Digo lo mismo que Grover. Aparte, no creo que Medusa quiera envenenarme. Después de todo no se quiere meter con mis padres.
— Sinceramente, el veneno es suficiente para matar a una diosa?— pregunto Grover.
Yo me encogí de hombros. En eso llega Annabeth.
— Gracias por venir— dijo Percy.
— Esto no es lo mismo para mi que para ustedes— dijo ella.
— ¿Por que? — dijo Percy. Yo le apreté la mano que tenía entrelazada con la mía, intentando indicarle que no se metiera en ese terreno.
— ¿Te preocupa que te guarde rencor por ser la hija de Atenea?— llega medusa sirviendo algo en la mesa— no te preocupes, no somos nuestros padres después de todo. Y quizás tengamos más cosas en común de las que tú crees. Por favor, siéntense y coman.
En eso Grover se sentó. Percy y yo pensamos en hacer lo mismo.
— Entonces, ¿hace cuanto que ustedes dos están saliendo?— nos pregunta Medusa mirándonos las manos entrelazadas a mi y a Percy.
Nosotros soltamos nuestras manos en dos segundos, poniéndonos rojos.
— Nosotros no...— empezó Percy
— Somos amigos — termine yo.
— Interesante—. Dijo ella.
En eso Percy y yo nos sentamos.
— Entonces, si no eres un monstruo, ¿que eres?
— Una sobreviviente.
Cuando dijo eso me causó un escalofrío.
— Debes ser algo más que eso. Hay una furia afuera que parece tenerte terror.
— Porque sabe lo que pienso de ella. No me gustan los bullys, cuando uno aparece en mi entrada, termina pasando allí más tiempo de lo planeado. El regalo que me dieron los dioses es que ya no me pueden intimidar.
— Lo que mi madre te dio no fue un regalo, fue una maldición.
— Annabeth— dije yo en señal de advertencia. Ella me miro y se callo.
