Capítulo III

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1940
9 y 10 años.

A Jungkook nunca se le pasó por la mente preguntarle a su madre de qué trataba su trabajo, puesto que en ese entonces ver a una mujer valiendo por sí misma sin un hombre, se nombraba de una manera no muy agradable, para no extender lo que realmente las personas insensatas piensan. Por ello, nunca le interesó saber con exactitud de lo que su madre se valía.

Al pasar su cumpleaños número ocho en medio de una segunda guerra mundial hace un año, y que pese a ser un momento lleno de mucho revuelo, había sido el mejor cumpleaños que había llegado a tener o a recordar. Y claro, cuando los encontraron se había llevado un gran castigo junto a Taehyung, pero eso para nada le llegó a importar, ni los dulces que su madre le prohibió dar por un mes. Su cumpleaños fue el mejor después de todo. Y su curiosidad se expandió a un nivel nada imaginable. ¿Pero qué tenía que ver la guerra ahí? Puesto que tras aquella catástrofe; suceso de Alemania invadiendo Polonia y desatando lo que  nadie se atrevió a desatar, su padre llegó a su mente, queriendo por obvias razones indagar más con el tema y el porqué de su muerte. Había encontrado fotos en la marina de su padre, un hombre alto y azabache con una apariencia muy similar a la suya, y fue en ese instante donde se dijo o más bien se preguntó "¿Por qué mi madre no me ha contado de él?"  "¿Entonces de dónde ella compra mis dulces?" Porque sí, Jungkook entendía muy bien este machismo que les infringen a la mujer al querer tenerlas como servidoras y máquinas expendedoras de hijos. Lo sabía a la perfección. ¿Entonces como su madre hacía?

Era un misterio, porque todos siempre se preguntaban lo mismo.

A veces podía escuchar los murmullos de las personas, hasta de la familia de su padre cada vez que veían a Jiwon portando vestidos de lujos y con los mejores regalos para Jungkook. Hablaban seguramente calumnias de su madre. Lo hacían enojar, porque su madre no le debía nada a ellos, era libre de ser ella misma y no querer cumplir con el estereotipo de solo servir a su esposo y estar en casa siendo bonita, sirviendo como recipiente de insultos que eran formulados de la boca vulgar de un hombre. ¿Por qué a las personas les molestaba la libertad de una mujer? Estereotiparon algo que ante los ojos de un pequeño castaño era llamado "estupidez e inservible."

Una mujer no fue creada como una servidora.

Y menos para un hombre.

No sabe muy bien el porqué la segunda guerra lo unió más con su madre. Supone bastante que es por el temor que ella tiene al dejarlo solo y que pase algo desastroso y ella esté fuera de casa como para protegerlo. Por ello se quedaba en el día con él. Comenzaron a compartir momentos juntos que Jungkook no había llegado a experimentar desde que tiene uso de razón. Salir en plena lluvia y saltar en cada charco asqueroso que veían, resfriarse juntos por estar de necios, enseñarle a cocinar galletas y a dibujar juntos, eso llenaba el alma de felicidad a Jungkook.

Pero habían tardes donde su madre comenzaba a impacientarse, como si se le estuviese haciendo tarde para algo. Jungkook ladeaba la cabeza confuso cada que su madre le indicaba que debía dormir temprano o de lo contrario el mounstro se llevaría sus regalos.. pero no había ningún regalo por ningún lado.

Ya no se creía ese cuento.

A veces sentía la ausencia de su madre cada que se quedaba dormido con ella en la habitación de la misma. La cama grande quedaba tan despejada y para él solo, con el hueco del cuerpo de su madre a un lado de él, cálido y lleno de tanta soledad. Lloraba un poco al sentir su ausencia, se quedaba dormido por el llanto, porque no se atrevía a buscarla con el lugar a oscuras.

Las noches siempre se volvían sombrías y solas.

Como siempre hemos dicho "la curiosidad mató al gato", para jungkook no había excepción absoluta. Para cuando llegó el anochecer a su casa, él supo que su madre se iría a trabajar. Jiwon tenía esta costumbre de trabajar por las noches como camarera — o eso ha estado diciendo — pero extrañamente o para su sorpresa, su madre se quedó y compartió tiempo de calidad con él. Cocinaron juntos galletas, colorearon un rato y jugaron a las traes. Una noche mágica y soñadora para el pequeño risueño de sonrisa de conejo. El cansancio una vez que llegó e hizo factura, lo obligó a rendirse, a ceder al mundo de las plumas soñadoras.

Una carta para mi amor | KookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora