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Imperio Alemán despertó en cuanto la luz iluminó su habitación. Comenzó a recordar la agradable fiesta que pasó ayer, el cómo bailó con Austria-Hungría, y esto le sacó una sonrisa de sus labios. Se sentó en la cama, y bostezó; eran casi las 5 a.m. cuando se fue a dormir, así que aún estaba muy cansado.

Miró el reloj de su habitación; eran las 8:27. Se volvió a acurrucar entre sus tibias cobijas, y cerró sus ojos para dormir otras horas más. Hasta que, volvió a abrirlos.

Volteó a ver su escritorio, y ahí pudo ver la rosa roja que el monstruo le había regalado «Tal vez debería darle un regalo también». Tuvo un pequeño debate sobre si dormir más, o aprovechar la oportunidad y salir del palacio.

«Solo he dormido tres horas, y como la fiesta acabó tan tarde, papá y mamá van a estar dormidos hasta las 12 más o menos. Puedo salir de aquí, traer un regalo para él y regresar» quiso levantarse de la cama, pero la pereza le ganaba «Ay, pero hace frío, y es muy temprano» se hizo bolita con las sábanas, no quería levantarse.

Suspiró. —Le voy a traer un regalo, no me importa el frío. 

Hizo todas sus cobijas a un lado, y se levantó rápido. Sacó de sus cajones unos pantalones, una camisa, y luego del armario descolgó un abrigo de piel; usó algunas almohadas para simular que él seguía dormido. Se vistió de forma un poco descuidada y con prisa, y luego corrió hacia la puerta; cuando iba a abrirla, decidió retroceder.

Si él salía por la puerta, los sirvientes lo verían y avisarían a Brandeburgo y Prusia, lo cual arruinaría todo su plan e incluso su matrimonio secreto. Debía ir por otro lado. Así que abrió la ventana para salir al balcón; su única alternativa era volar lejos del palacio.

—No me queda otra opción... Pues ya que —cerró sus ojos por un momento, y de su espalda salieron un par de alas, oscuras como la noche.

Las extendió de par en par, tomó algo de impulso caminando unos pasos hacia atrás, para finalmente correr y saltar fuera del balcón. Comenzó a volar a una mayor altura para que nadie pudiese verlo. Pasó por encima de los grandes jardines del Palacio de Sanssouci, por grandes bosques y praderas, cubiertos por el manto blanco del invierno; luego de volar varios de kilómetros, comenzó a visualizar las casas y edificios que delimitaban las afueras de la capital alemana.

Bajó un poco para visualizar en Berlín si había algo interesante y que le pudiera agradar al austrohúngaro. Recorrió en las alturas las calles y avenidas, viendo algunas tiendas de regalos o donde vendían chocolates, perfumes y cosas por el estilo; no obstante, ninguna de estas cosas lo convencía de que fuese algo ideal que regalar.

Entonces, vio algo muy colorido que llamó su atención; para ver mejor, detuvo su vuelo y se posó encima del tejado helado de una casa. El tono verde de los tallos, más los coloridos pétalos de las flores que se estaban vendiendo en ese puesto ambulante desentonaban mucho con la época del año, y eso era justo lo que el alemán necesitaba.

Bajó cautelosamente a un callejón cercano a las flores; una vez en el piso, ocultó sus alas y caminó como si nada hacia el puesto. En este una señora, ya anciana, ofrecía las flores a un precio algo barato, así que varios le compraban ramos para sus parejas o familiares.

—Guten morgen —saludó Second Reich a la mujer.

—Guten morgen —una sonrisa cálida y amable se hizo notar en el rostro de la viejita.

Unter Meinem BettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora