· Segundo acto: Posesividad ·

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Era una nueva mañana en la universidad, aunque así como era nueva, era tediosa. Ninguno de los dos lo aguantaba, querían volver a la habitación o ir a sus casas, estaban hartos de aquella rutina fastidiosa de miércoles, lo único que los los relajaban era que tenían solo dos clases ese día, así que saldrían temprano. O eso querían pensar.

Como cualquier día, Suguru estaba matando el tiempo hablando con unos compañeros en el pasillo, aún no comenzaba la clase así que no había problema que estuviera allí afuera haciendo prácticamente nada y dándole poca importancia a la mirada fría y posesiva que le estaba dedicando Satoru a lo lejos, unos dos salones antes del suyo. Sabía que eso lo pagaría en la habitación apenas salieran de allí.

— Oye Suguru, ¿Tienes pareja o algo similar? - le cuestionó con duda el pelinegro al percatarse de la mirada que Satoru le estaba dando.

— Podría decirse que si, ¿Lo dices por el albino atrás de mi, cierto? - el contrario asintió - si, ese es mi novio, nos conocemos desde hace tiempo.

— Ya veo - volteó a verlo una última vez antes de entrar al salón - aunque no lo decía solo por eso, las marcas en tus brazos son bastantes notorias, ¿No tienes algo con que ocultarlas?

— ¿Para qué debo ocultarlas? No muestran nada malo, ¿O sí?

— No es si es malo o no - habló esta vez el rubio - Haibara tiene razón, se notan demasiado, y creeme que no quiero darme cuenta a cada rato que le perteneces a Gojo, incluso si intento no prestarle atención, me da escalofríos su mirada de loco sobre mi nuca, es incómodo - volteó a ver al albino, el cual tenía una sonrisa en su rostro que, a los ojos de Nanami, era tétrica.

— Lo tomaré en cuenta, Nanami - mintió, le importaba poco si alguien se percataba de las marcas, ese era su objetivo principal - vamos, el profesor comenzará a recoger los trabajos - le sonrió con amabilidad, volteando a ver a su ahora novio para despedirse con la mano.

Definitivamente lo pagaría en la habitación, y no podía esperar para hacerlo. El solo hecho de imaginar a Satoru reclamandolo como su propiedad a través de marcas que se notarán a simple vista gracias a lo pálida que era su piel le excitaba, estaba mal, de eso era consciente, sin embargo no negaba el hecho de que le gustara más de lo que le asustaba el que hiciera eso.

¿Unos idiotas o unos psicópatas? Quizás sean ambos, pero por alguna razón, a los dos les funcionaba eso.

Había pasado el tiempo, y tras dos clases completamente aburridas para ambos, su día estudiantil había concluido al fin. Mientras caminaba, Suguru se topó con la cabellera blanca de su novio a una distancia lo suficientemente buena para percatarse que no estaba solo, fijándose particularmente en aquella pequeña figura de una chica sonriéndole tan coquetamente como si nada.

Pudiera ser que no se sintiera enamoradamente loco como el albino, podría ser que su amor no era tan intenso como el de Satoru, pero algo que sí sentía con locura y que aumentaba en cuanto al albino era algo sencillo de percibir: el sentido de la posesividad.

Con el paso rápido, se apresuró en acercarse a Satoru por la espalda, abrazándolo con fuerza y pegando su cuerpo al del más alto, y poniendo su cabeza sobre el hombro del mismo.

— Mío - reclamó de forma posesiva, mirando a la chica frente a ellos con una mirada que decía “lárgate si quieres seguir viva” junto a una sonrisa perturbadora.

La chica no era pendeja, decidió huir ante aquel pelinegro.

— También eres mío - dijo soltando un suave suspiro, no sabía que Suguru sería tan posesivo con él, sin embargo, eso le hacía feliz.

Está claro que él sí es pendejo.

— Así es - respondió el pelinegro posándose frente a Satoru - pero tu, eres solo mío  - enredó sus brazos alrededor del cuello del más alto mientras se acercaba a su oído - mío y de nadie más - susurró en su oído lo último, ocasionando que una corriente eléctrica recorriera la columna de Satoru.

· Solo Mío ¿Amor u obsesión? · [Satosugu] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora