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SENTÍ su mano enterrarse aún más en mi cabeza, ejerciendo una presión que hacía que mi boca se estirara al máximo para rodear toda la longitud de su pene, provocándome arcadas. Cada centímetro de su miembro desencadenaba una mezcla de sensaciones, desde el cosquilleo hasta el ahogo, mientras mi nariz rozaba su pubis en un vaivén rítmico. Él controlaba con maestría el movimiento de mi cabeza y de su cadera, dictando el ritmo de nuestra danza carnal. Mis rodillas ya dolían por el esfuerzo sostenido, y mis muslos temblaban bajo el peso de la intensidad del momento.

—Vos podés aguantar, preciosa— su voz ronca envolvió mi conciencia, haciendo que un escalofrío recorriera mi espina dorsal. Sus palabras resonaban en mi mente, desafiándome a superar mis límites. Dejó mi cabeza completamente quieta al final de su miembro, prolongando la agonía del éxtasis. Unos segundos después, mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas, una mezcla de excitación y rendición. Cuando ya no pude más, coloqué mis manos temblorosas en sus rodillas, rogando por separarme de él. Pequeños hilos de saliva escapaban de mi boca y se conectaban con su falo, creando una imagen surrealista de nuestra unión carnal.

—Esperaba más de ti— murmuró con decepción mientras me levantaba bruscamente, rompiendo el hechizo de nuestro encuentro onírico. Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de expectativas y desafíos. —Prepárate— dijo, su tono autoritario resonando en mi mente con un eco hipnótico, y...

Me desperté. ¿Acababa de tener un sueño húmedo con Mateo?

La respuesta era sí, y vaya problema tenía. Ese sueño me dejó con una humedad incómoda en mi parte íntima, y la sensación no era precisamente agradable. Me levanté de la cama y alcancé el dispositivo vibrante llamado "satisfyer", el cual había costado un buen esfuerzo conseguir. Me apoyé en la pared más cercana, subí el camisón de seda con el que solía dormir, y el aparato empezó a vibrar dentro de mí, enviando ondas de placer a través de mi cuerpo. Cerré los ojos, dejándome llevar por el éxtasis, intentando mantener mi mente en blanco, pero solo podía ver su rostro egocéntrico y sus malditas trenzas que resultaban tan sexys.

Después de un rato, conseguí alcanzar el clímax, sintiendo una liberación embriagadora que me dejó exhausta pero satisfecha. Me levanté y volví a la cama como si nada hubiera sucedido, dejando atrás el recuerdo de mi sueño erótico para enfrentar el día con renovada energía... Creo que demasiado renovada

SAFE PLACE

[...]

Mantuve toda mi atención en las manoplas que debía esquivar y golpear. Mis sentidos estaban agudizados, captando cada movimiento y cada respiración a mi alrededor. Cerré los puños con determinación, preparada para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en mi camino.

—Mente fría, Laila— dijo después de asestarme un golpe inesperado, su voz resonando en el aire cargada de sabiduría y experiencia. —¿En qué estás pensando?

—En nada, señor— respondí con rapidez, tratando de ocultar mi distracción bajo una máscara de serenidad. Sabía que no podía permitirme perder la concentración, no cuando estaba en juego mi rendimiento y mi reputación en el ring.

—Tienes que concentrarte en las manoplas, en mis piernas y en esquivar los golpes— indicó con paciencia, su tono autoritario dejando claro que no habría margen para el error. Asentí con determinación.

Mis pensamientos, sin embargo, volvían insistentemente hacia él. Lo vi ahí, junto a la puerta, apoyado casualmente en el marco. Ese hijo de puta con trenzas que tanto me perturbaba. Su mirada me quemaba, y la sonrisa que esbozaba —que al parecer mostraba orgullo— me ponía mucho más nerviosa de lo que estaba dispuesta a admitir. Y para colmo, el mocoso de su hermano menor le agarraba la mano, como si fuera una escena familiar y tranquila. Pero nada en él era tranquilo. Ni su presencia ni su influencia en mí.

𝐌𝐚𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 ; 𝐓𝐫𝐮𝐞𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora