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EL DÍA había comenzado como una lucha constante por mantener la compostura, por no permitir que los eventos de la noche anterior me dominaran. Ahora, con Mateo caminando de vuelta a la mansión, el aire entre nosotros parecía más espeso, cargado de todo lo que no se decía. La frustración me envolvía, y aunque había intentado mantenerme firme, algo en su actitud indiferente me desarmaba.

Me quedé en el jardín un rato más, mirando sin ver realmente, solo escuchando el sonido del viento en las hojas y el canto de los pájaros, como si el entorno intentara contrastar la tormenta que sentía por dentro. Intentaba racionalizar la situación, pero cada vez que recordaba cómo se había comportado esa mañana, como si nada hubiera sucedido, un nudo se formaba en mi pecho.

Mateo. Él había logrado lo impensable: hacerme sentir que todo estaba fuera de mi control.

La noche anterior, el poder que tenía sobre mí se había hecho evidente, no solo en lo físico, sino en su capacidad para manipular mis emociones, para hacerme dudar de mi propia fortaleza. No podía negar lo que había sentido, la manera en que había jugado con mis barreras y las había derribado, poco a poco, hasta que yo misma había caído en sus manos. Y ahora, actuaba como si eso no tuviera la menor importancia. Como si yo no tuviera la menor importancia.

Mi mente volvió a aquella escena. La habitación oscura. Sus manos encontrándome en la penumbra, susurrando palabras que habían hecho que mi mundo se tambaleara. Cada toque, cada susurro había tenido la capacidad de deshacerme, de despojarme de mi fachada de control. Y luego, el vacío. El mismo vacío que sentía ahora, con él actuando como si todo hubiera sido un sueño pasajero.

Me levanté de la silla en el jardín, furiosa conmigo misma por seguir dándole vueltas al asunto. No iba a permitir que esto siguiera dominando mis pensamientos. No podía.

Entré a la mansión con pasos rápidos, casi decidida a confrontarlo de nuevo. Sin embargo, cuando crucé el umbral de la sala principal, lo encontré en el salón, sentado frente a su laptop, concentrado en algún informe, como si el mundo no existiera. Sentí una punzada de rabia. ¿Cómo podía seguir comportándose de esa manera? ¿Cómo podía fingir que yo no era más que un elemento insignificante en su vida?

Me detuve en seco, observándolo desde el marco de la puerta. Había algo en su concentración, en su postura relajada, que me enfurecía aún más. Apreté los puños, luchando contra la tentación de acercarme y soltarle todo lo que tenía en la cabeza. Pero sabía que eso sería exactamente lo que él esperaba. Y yo no le daría el placer de verme perder el control de nuevo.

Con un resoplido silencioso, me giré y subí las escaleras hacia mi habitación. Mi mente seguía inquieta, buscando una forma de sacudirme la sensación de impotencia que me provocaba Mateo. Al llegar a mi cuarto, cerré la puerta con más fuerza de la necesaria, dejando caer mi cuerpo sobre la cama. Quería gritar, liberar la frustración que me carcomía por dentro. Pero no lo hice. Solo cerré los ojos, intentando recuperar el control.

Los minutos pasaban, y el eco de lo sucedido seguía dándome vueltas. Había sido estúpida al pensar que podía controlarlo, que la noche anterior había sido una excepción, un momento en el que él había mostrado alguna debilidad. No, Mateo siempre había tenido el control, incluso en la oscuridad, incluso cuando fingía que me dejaba creer que estaba en mi terreno.

El sonido de unos pasos en el pasillo me sacó de mis pensamientos. La puerta de mi habitación estaba entreabierta, y por un momento pensé que era él. Contuve la respiración, pero los pasos se alejaron. Suspiré, decepcionada conmigo misma por haber esperado que él viniera a buscarme.

Durante el resto del día, nuestros caminos apenas se cruzaron. Nos vimos un par de veces en la cocina, ambos en silencio, recogiendo lo que necesitábamos sin siquiera intercambiar miradas. La indiferencia era mutua ahora, y aunque una parte de mí lo agradecía, otra parte se sentía cada vez más inquieta.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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𝐌𝐚𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 ; 𝐓𝐫𝐮𝐞𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora