Inhalar y exhalar

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Lo que menos le gustaba era esperar. Cuando comenzó su nueva vida, supo que iba a ser bastante movida a comparación de la que tenía en el tranquilo pueblo de Ignacia. Le sorprendió ver seres mitológicos hacerse realidad, pero eso no se pareció a la vez que se dio cuenta que había un mañana más allá de los monstruos y las batallas. Su tiempo como maestra de primaria después de la Batalla Final, una de las tantas batallas finales, no fue lo que esperaba cuando pensó en el retiro. Ni siquiera había pensado en retirarse.

Eso fue lo más gracioso de todo. Que, si se preguntaba sobre lo que le deparaba el futuro, había muchas respuestas, pero solo una era constante: que él la estaría acompañando. Quizás eran las emociones inocentes de su primer amor las que hablaban por ella, pero sabía en el fondo que tenía razón. Quería ese futuro a su lado, sin importar las variables.

Entonces su vida volvió a lo que era antes, con manos amenazantes arrastrándose para agarrar el poder que tanto deseaban. El cambio que hubo de la vida tranquila pero frustrante que tenía por la tenaz adrenalina, la llevó a sentir y pensar muchas cosas de las que no se creía capaz, tanto buenas como malas. De todas las que cometió, sólo se arrepentía de una de ellas.

Hubo tantos cambios después de ello, pero la nueva constante, que irónicamente era la antítesis de la anterior, se mantuvo. Estuvieron alejados tanto tiempo que, cuando se reencontraron, actuaron como si no hubiera un regreso, como si ellos jamás hubieran pasado.

Entonces llegaron los problemas a través de reinos malditos y fantasmas del pasado del maestro Wu. Después, llegó la noticia de su pasado. Nya Smith, la maestra del agua y nueva ninja que tenía el peso de salvar a Ninjago sobre sus hombros. Nunca se sintió tan sola.

La situación era complicada. Morro, el antiguo aprendiz de Wu obsesionado con ser el Ninja Verde, tenía el Cristal del Reino, y con ello estaba trayendo a más de los suyos: fantasmas en espera de su maestra para conquistar su hogar. Ella era la única capaz de hacerles frente gracias a sus poderes que no controlaba. El plan parecía sencillo. Iría a Stiix disfrazada del Ninja Verde, engañaría a Morro y lo derrotaría antes de que aquella bestia sacara uno de sus tentáculos de su portal. Solo necesitaba confiar en ella. Sencillo.

Era de noche, seguía en la tienda de té de Wu como el resto del equipo. Todos se mostraban ocupados con los preparativos de la batalla, dejándola sola para que pudiera prepararse como el resto. Pero a diferencia de ellos, no sabía qué hacer. Así que estaba haciendo lo que más odiaba: esperar.

Quizás una caminata la ayudaría a pensar en algo más que en su pasado.

El escalofrío por el frío nocturno recorriendo sus huesos la hizo regresar a la realidad. Se dio cuenta que los pocos pasos que creyó dar, en realidad eran los suficientes para alejarse de los demás. Dio un vistazo a sus espaldas, escuchando las risas de sus amigos mientras sabían que hacer con sus vidas. Eso la hizo sentirse más sola.

–Sí, ma'. El traje está bien abrigado, no tendré frío mientras salve a Ninjago –dijo una voz que conocía demasiado bien.

Creía que estaba con los otros.

–Prometo visitarlos cuando esto termine. ¿Podrías hacerme galletas? No le digas a Zane, pero las suyas no son tan buenas como las tuyas.

Se acercó lentamente, lo suficiente para poder verlo. Hubo muchas veces en las que le soltó miradas rápidas, pero esta era la primera en que se tomaba su tiempo. Su cabello castaño había crecido, lo suficiente para que comenzara a rizarse. Su proporción física había vuelto a ser delgada después del Torneo de los Elementos, y su blanca piel apenas podía notarse entre tanta tela del traje. Sabía que estaba mal espiar a los demás, pero había algo en su voz que la atraía. Hacía tiempo que extrañaba oírla.

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