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Pov sofia

Eran las 9 de la mañana y me encontraba en clase de matemáticas, una materia que no me gusta para nada, pero lamentablemente es obligatoria para mi carrera. A pesar de esto, no me siento tan aburrida, gracias a que comparto esta clase con Valerie, lo que la hace un poco más entretenida.

Cuando salí a receso, recibí una llamada en mi teléfono de un número que no tenía registrado. Aunque me sorprendió, decidí contestar para asegurarme de que no fuera algo importante.

-Hola?
-Hola, soy la chica de la enfermería. Perdón por llamarte así de la nada, pero me gustaría saber cómo te encuentras.
-¡Hey! Hola, no te preocupes. Me alegra saber que sobreviviste jaja (se escucha una suave risa del otro lado del teléfono*). Afortunadamente, estoy bien, aunque todavía me estoy adaptando a mis clases. ¿Y tú, cómo te encuentras? ¿Cómo has estado desde el accidente?

-Por fortuna me encuentro bien, no fue nada grave, gracias por preocuparte. ¿Ya tienes con quién conocer las instalaciones por completo? Digo, si no tienes con quién, me encantaría tener la fortuna de ser esa persona.

-Jaja, pues tengo a mi amiga Valerie, pero lamentablemente está ocupada. Además, me gustaría que tú me sirvieras como guía turística jaja.

-¿O sea que eso significa que sí?
-Así es. ¿Puedes esta tarde después del almuerzo?

-Por supuesto que sí. ¿A las 2 paso por ti?
-Sí, dale.

-Adiós.

Sin poder procesar lo que acababa de pasar, cuelgo la llamada y una pequeña sonrisa se escapa de mi boca de manera involuntaria. Valerie se me acerca y me pregunta qué había pasado mientras ella no estaba, y sin pensar qué decirle, le contesto: "la fortuna me llamó", lo cual la dejó confundida.

Ya casi es la hora del encuentro, estoy muy nerviosa, pero debo admitir que también estoy muy ansiosa. Siento como si pequeñas mariposas hicieran un baile de celebración en mi estómago. Valerie ya se marchó a su casa, así que me encuentro sola en un pequeño parque luchando con mi ansiedad y mi emoción. Cuando menos lo espero, levanto la mirada y allí viene ella, acercándose poco a poco hacia mí.
Lucía muy bien, con una sudadera verde atada a la cintura, un pantalón negro ligeramente holgado, una blusa negra que hacía juego con el pantalón y unos zapatos blancos. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus anillos: llevaba uno en la mano izquierda con dos pequeñas esmeraldas, y otros dos en la mano derecha, uno en el pulgar y el otro en el dedo corazón.

Mientras me quedo absorta admirando cada detalle, me doy cuenta de que está justo delante de mí, con una hermosa sonrisa en el rostro.

Permanezco paralizada, sin saber qué decir. Afortunadamente, ella me saluda primero, lo que me hace sentir más tranquila, aunque debo admitir que no pude evitar sonrojarme.

Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta, hasta que finalmente pude responder a su saludo con un simple "hola"

Al darse cuenta de mis nervios ella me dice

- sabes cuanto pesa un oso polar?

- no, cuanto pesa?

- lo suficiente para romper el hielo

Apenas escuche esa frase tan extraña no pude evitar reírme, pero debo admitir que sirvió, rompió el hielo.

Gracias a eso nuestra charla se dio con más fluidez y naturalidad.

Decidimos explorar las instalaciones de la universidad juntas, y Lily se mostró entusiasmada por mostrarme los rincones más interesantes del campus. Recorrimos los pasillos, las aulas y las áreas comunes, mientras ella me contaba historias sobre la vida estudiantil y las tradiciones de la universidad. Me sentí agradecida por tenerla como guía, ya que su conocimiento y entusiasmo hicieron que la experiencia fuera aún más enriquecedora.

Después de un recorrido completo por el campus, nos dirigimos al parque para continuar nuestra tarde juntas. Mientras caminábamos entre los árboles, seguimos nuestra conversación animada, compartiendo risas como si nos conociéramos desde hace años.
La tarde transcurrió de manera encantadora mientras caminábamos por el parque, inmersas en una conversación que fluía con naturalidad. Cada paso que dábamos parecía llevarnos a un mundo donde el tiempo se detenía, y yo me sentía cada vez más a gusto en su compañía.

Decidimos detenernos en un puesto de helados para descansar y deleitarnos con un delicioso helado. Mientras saboreábamos nuestros conos, Lily hizo un gesto animado al contarme una anécdota divertida sobre su infancia. En medio de su risa contagiosa, un trozo de helado se deslizó de mi cono y cayó directamente sobre mi blusa. Me quedé boquiabierta, mirando la mancha de helado con asombro , mientras Lily se disculpaba entre risas.

Rápidamente, me ofreció su sudadera verde para que me cubriera y tratara de limpiar la mancha. Agradecida por su amabilidad, me puse su sudadera y traté de limpiar la mancha lo mejor que pude. el helado había dejado su marca en mi blusa, no pude evitar reírme ante la situación, sintiéndome afortunada de tener a alguien tan comprensiva y solidaria a mi lado.

Continuamos nuestro paseo por el parque, compartiendo risas y confidencias mientras el sol se ocultaba lentamente en el horizonte. Cuando el frío de la tarde comenzó a hacerse sentir, Lily me ofreció su sudadera nuevamente, esta vez para abrigarme. Acepté con gratitud, envolviéndome en su suave tela mientras disfrutábamos del resto de nuestra tarde juntas.

Al despedirnos al final de la tarde, le agradecí a Lily por su amabilidad compañía, prometiendo devolverle su sudadera limpia y sin manchas. Nos despedimos con una sonrisa y la promesa de volver a encontrarnos pronto, sabiendo que habíamos forjado un lazo especial en medio de una tarde inesperadamente mágica

De vuelta en casa, me quité la sudadera de Lily y la dejé con cuidado en una silla, agradecida por su cálida compañía y por haber compartido un día tan especial juntas. Mientras me preparaba para dormir, mi mente volvió a la leyenda del hilo rojo, aquel vínculo invisible que conecta a las personas destinadas a encontrarse. Pensé en Lily y en cómo nuestro encuentro parecía estar marcado por ese mismo hilo rojo, guiándonos hacia una amistad que apenas comenzaba a florecer.

Me acurruqué bajo las mantas, dejando que el cansancio de la jornada me envolviera poco a poco. Con la imagen de Lily y su risa resonando en mi mente, cerré los ojos y me sumergí en un sueño profundo. Y allí, en el mundo de los sueños, me encontré caminando de nuevo por el parque, pero esta vez Lily estaba a mi lado, riendo y compartiendo historias mientras el hilo rojo brillaba entre nuestras manos entrelazadas. En ese momento supe que nuestra conexión trascendía lo ordinario, que había algo especial entre nosotras que iba más allá de la casualidad. Y con esa certeza, me dejé llevar por la calidez de aquel sueño, sabiendo que al despertar, Lily seguiría siendo una parte importante de mi vida.

Mi Casualidad Más Hermosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora