Epílogo

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— Ella quiere que vivas, tío — Jacaerys se acercó — Y no hay otra manera de que permanezcas a su lado excepto convertirte en una ventaja para su supremacía. Un Príncipe serás por el resto de tu vida. Nunca serás Rey, ni siquiera como Rey Consorte — Sus ojos se agudizaron al final y Aegon se estremeció como si lo hubieran apuñalado.
— Y una cosa más — Jacaerys enderezó la espalda — Ningún hijo nacería de tu matrimonio con ella, ningún heredero que te heredaría. Tu linaje verde terminará contigo, tío. Ese es el precio

Aegon parpadeó. ¿Ningún hijo de él y Rhaenyra?

Después de todo, fuiste envenenado. Eso no será difícil. Jacaerys tiró el último cubo de hielo y luego se fue.

Pronto, Aegon se dio cuenta de lo que significaba cuando vio su semilla salpicando la toalla, lavada y casi translúcida, como agua.

De alguna manera esta verdad era aún más horrible que todo.

Le juró a los dioses, se lo juró a ella, el día de la boda. Estuvo ansioso desde el principio hasta el final. Cuando la puerta de su habitación se cerró, su corazón se hundió al suelo, junto con su ropa.

Nunca antes se había sentido tan sobrio como en este momento, al recordar su segunda boda. Todos parecían tan tranquilos. La corte, Jacaerys, Daemon. Sin protestas, sin sarcasmo, sin celos. Como si Aegon fuera sólo una cosa al lado de la Reina, sin significado ni utilidad. Un apego a ella, no poder dejarla nunca.

Por supuesto.

Acababa de renunciar a toda su ventaja política. Ya no era el hijo primogénito del difunto rey, no suponía ningún desafío. Ahora era consorte, e incluso un segundo, Príncipe Consorte por el resto de su vida, nunca sería Rey. Nunca seas el mismo que Daemon.

Debería haber sido un alivio. Los títulos siempre estuvieron limitados para él y no le gustaba el deber. Pero cuando todo se acabó, a Aegon no le quedó nada. Ya no lo necesitaban. Por eso estaban todos tan tranquilos. El tribunal ya no necesitaba ser cauteloso con él. Jacaerys lo utilizó como peón hasta su último valor. Daemon ni siquiera se molestó. Sólo le preocupaban las amenazas, que definitivamente no eran Aegon. Él no era tan bueno.

El mundo era aterrador y cruel de esa manera.

Rhaenyra era una cosa que le quedaba. Y tenía miedo de perderla otra vez. No era más que una oveja castrada. ¿Qué dragón estaría satisfecho con él?

Lloró porque era un inútil, ingenuo y tonto, como siempre.

Pero ella estaba allí y lo abrazó, como siempre.

Aegon se enterró en su pecho, sintiendo su carne contra la suya, y se obligó a olvidar el mundo.

— Todo estará bien — le murmuró al oído y él la escuchó, llevando dulces sonidos a su corazón. Qué milagroso que sólo unas pocas palabras fueran suficientes para calmar su miedo.

Todo estaría bien. Repitió y repitió en su mente. Él la tenía ahora.

El sol salió, su rojo goteando como sangre, lavando la sombra fría, espesa y verdosa.

Aegon cerró los ojos y se sumergió en el dulce amor de su vida. El al fin tenía lo que siempre había anhelado, realmente no sabía que podía ser tan feliz al lado de su media hermana, siempre pensó que la odiaba por tener todo.

El amor de su padre.

El amor de su madre.

A alguien que la amaba a pesar de todo, pero el ahora lo tiene también, y se siente dichoso de lo que pudo encontrar en ese amor disque fraternal que pensó que sentía hacia ella.

Rahenyra era el amor de su vida y estaba emocionado por vivir esta experiencia al lado de ella y por supuesto de su familia.

Estaba en conflicto con la relación que mantienen, porque tenía que compartirla con su tío Daemon el esposo de su querida esposa, él sabía que él es su amor desde que ella tenía uno y tres años, pero él no puede a pesar de eso, dejar de amarla. Él amara por los dos.

Si así puede tenerla solo por unos momentos él aceptará todo lo que ella le imponga.

Realmente estaba demasiado loco de amor por ella. Pero no lo puede evitar es la primera vez que ama a alguien de verdad.

Realmente no sabe lo que pasará en el futuro, pero quiere solo tenerla en el.

Y aunque nunca tengan descendencia, el amara a los hijos que ella tenga con su primer esposo.

Estaba aún dolido por la forma en que ocurrió, pero así eran las cosas, era aceptarlo o perderla para siempre, y prefiere quedarse con ella, que sin ella.

Era patético, pero ese es su destino, que nadie lo ame, pero al menos su hermana lo aprecia. Puede vivir con eso.

Verde Lavado, Rojo Goteante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora