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Capítulo 1: el génesis.

A penas faltan unos tres incansables minutos para que la clase termine y como de costumbre, la profesora de «Historia del arte» espera puntualmente la hora en la que debe culminar la cátedra para dejarnos salir del salón. Ni un minuto más, ni un minuto menos; si el timbre se adelanta, esa mujer nos deja esperando un rato más en el salón, mientras vemos como el resto de los académicos salen de sus aulas, apresurados como una estampida de humanos no domesticados.

Indios desordenados, como diría mi tío.

Por suerte, Liz busca de “disciplinarnos” a punta de fuerza innecesaria, todo a su manera.

Como si se tratase de una psicópata, sus clases son exactas, ella siempre sabe que va a decir. Sus láminas de Powerpoint parecen hechas con inteligencia artificial, nadie sabe cómo logra tener tanto material, tan bien elaborado, siempre, a la marcha.

Cabello negro hacia atrás, pálida, con una figura delgada y uñas largas; típica señora con más de dos divorcios y una relación tóxica con el pelo de sus gatos debajo de la almohada, esa misma que no dudaría en alojar en el sótano de su casa todos nuestros trabajos sin corregir, de modo que la humedad y el moho acaben con ellos, para colocarnos así la nota más miserable de acuerdo a qué tan bien le caigamos.

Yo no soy su alumna más afortunada, ni la más amada.

Adoro con locura esta materia, la carrera entera, de hecho, pero a veces, la profe Lizbeth se esmera en ser mucho más estricta de lo necesario, y ella, en lo personal, se vuelve pesada e insistente, como si sus alumnos fuéramos un torrente liceista en grupo estable, insiste en que es importante la organización y la puntualidad exacta a la hora de estudiar cine.

Me provoca arrancarme los cabellos.

Y como dice mi cineasta venezolana favorita, Laura Goldberg, acá el tiempo es plata, si desperdiciamos nuestro tiempo, es dinero que no nos estamos ganando... Y bueno, si jugamos con el tiempo de los demás y no lo respetamos, estamos haciendo perder dinero a la gente que intenta concretar negocios con nosotros, sin mencionar que esto nos puede hacer perder credibilidad en nuestro trabajo.

Ya saben, nadie quiere trabajar con productores audiovisuales sin credibilidad, conexiones y que no tengan en claro sus responsabilidades, ni nadie que no sea capaz de elaborar una película en seis semanas.

Tampoco es como que la profesora tuviera plata que perder, después de todo, en su casa solo la esperan dos gatos. Que nadie sabe como la soportan.

El timbre suena y me voy dando cuenta de que he disociado demasiado pensando en esto, me levanto del pupitre y me limito a guardar mis libros en el morral mientras guardo silencio.

—Amanda —dice la profesora Lizbeth, parándose a mi lado mientras me preparo para salir—, recuerda que hoy es tu fecha límite para entregar el libro que habías tomado de la biblioteca. La señorita Gómez preguntó si habías venido.

—Si, profe. Lo tengo claro —de inmediato levanto mi rostro para conectar con su mirada de miel amarga—, de aquí salgo directo a la biblioteca. Muchas gracias.

—De nada, Amanda. Recuerda no entrar haciendo mucho bullicio, que tú con todo te quieres andar tropezando.

Tenía que destacar mi torpeza, vieja metiche.

Me despido de la profesora, tomo mi morral y salgo ahí mismo del salón para dirigirme a la biblioteca a entregar el libro que había tomado.

Al salir, me topo con algunos amigos de otras carreras, también artísticas, quienes estaban en una rueda de freestyle lanzando las rimas que revolucionarían el movimiento hip Hopper de nuestro estado...

Si no los terminan llevando presos.

Y yo, trataré de hacer sus videoclips en un momento, o de hacer un cortometraje que impacte la industria cinematográfica en Venezuela, y que con suerte, podamos estar en las pantallas grandes, o al menos en Netflix, quien sabe.

Me dirijo hacia la biblioteca, afuera saludo a Viviana, quien está fumando un cigarrillo con Martin, y entro.

Me registro con mis datos para poder ingresar, hago una cola para poder entregar el libro, lo sellan, firmo una lista y me mandan a los estantes a colocarlo en su lugar.

Era una novela negra, escrita por un abogado quien relataba la historia de unos adolescentes aventureros que se quedaron encerrados en los sótanos de una escuela de música después de clases.

Entonces, tenía que llevarlo a la sección de misterio.

Ubico su numeración Deway en la estantería, abro espacio entre el resto de los libros y al ingresarlo, se cae uno.

Tenía una carátula muy extraña, en lugar de parecer un libro o una obra literaria, era más como una agenda, pero si que tenía un aspecto peculiar, se veía gastado, como si su dueño lo cargara diario con él o como si hubiese sido el libro mismo, el protagonista de aventuras increíbles.

No tenía nombre de autor, ni editorial. No tenía etiqueta con numeración para clasificarlo, ni siquiera tenía un ISBN.

Alguien lo olvidó aquí.

Tomé el libro y lo llevé con mis pertenencias, lo metí en mi bolso como cualquier otro de mis útiles escolares. Tal vez podría encontrar a su dueño, no sé si sea importante para la persona que lo extravió.

Luego de eso, salgo de la biblioteca y veo que Viviana y Martin aún seguían afuera, pero esta vez ya no tenían un cigarrillo en la mano. Viviana estaba eufórica, discutiendo con Martin.

—¡No puedo creerlo, Martin! Tenemos que entregar esa pintura mañana.

—Ya te dije, Vivi. No tengo la culpa de que mi perro le haya escupido chimó a tu obra de arte.

—¿Le das chimó a tu perro? —digo asqueada. No había saludado, ambos se me quedan viendo expectantes.

—Obvio que no, Amanda la guacharaca. Lo tomó de mi bolso, casi se muere Toby y la insensible de Vivi anda peleando por su estúpida pintura.

—¡No es estúpida! —chilla Vivi—. Pasé horas pintando, no puedo confiar en este imbécil.

Vivi le estampa un golpe en el pecho, enfurecida y comienza a llorar.

—Te odio, Martin. Dejemos las cosas hasta aquí —dice Viviana antes de salir corriendo.

—¡Dios! —exclama Martin y echa su cabello hacia atrás.

—Deberías ir tras ella. 

—¿Estás loca? Me apuñalará con un pincel.

N/A: Esta obra intenta participar en el ONC, pretende ser de capítulos medianamente cortos y bastante ligeros y precisos.

De antemano, gracias por la oportunidad, y a quienes ya me han leído... Una vez más, gracias por confiar en lo que hago.

¿Cuál ha sido tu diálogo favorito?

Relevo de un asesino en serie. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora