Satoru Gojo era conocido por muchas cosas: su inigualable habilidad en la hechicería, su carácter despreocupado y, sobre todo, su sentido del humor peculiar. Sin embargo, nadie lo conocía mejor que Megumi Fushiguro, un niño reservado y amargado que había sido prácticamente adoptado por Satoru cuando apenas tenía seis años.
El primer encuentro de Megumi con Satoru fue todo menos ordinario. Había sido una tarde lluviosa, y el niño, empapado y enfurruñado, se encontraba bajo el amparo de un viejo árbol, esperando que la tormenta pasara. Fue entonces cuando una figura alta y desgarbada, con una venda cubriéndole los ojos y una sonrisa resplandeciente, apareció ante él.
—¡Hola, Megumi! —dijo Satoru, agachándose para estar a su altura—. Soy Satoru Gojo, y a partir de ahora, seré tu nuevo papá. ¿Listo para una vida de aventuras y travesuras?
Megumi solo pudo parpadear en respuesta. Y así comenzó su vida con Satoru.
Un par de semanas después.
La mañana del primer día de clases en su nueva escuela, Megumi se despertó con el sonido de la risa de Satoru resonando por toda la casa. Bajó las escaleras con una expresión de fastidio, solo para encontrar a Satoru en la cocina, vestido con un delantal rosa con volantes.
—¡Buenos días, Megumi! —exclamó Satoru, girando dramáticamente y casi derramando el jugo de naranja—. ¿Listo para tu primer día de clases? ¡Mira, hasta preparé tu desayuno favorito!
Lo cierto es que el albino no tenia ni idea de cuál era el desayuno favorito del niño, así que preparo el desayuno favorito de si mismo, la pareció una fantástica idea.
En la mesa, había un plato de panqueques en forma de gatos, con caras sonrientes dibujadas con sirope de chocolate. Megumi suspiró.
—No soy un niño pequeño, Satoru. No necesito panqueques de gatos.
Satoru fingió una expresión herida.
—¡Pero los hice con tanto amor! Además, ¿quién podría resistirse a esas caritas?
Megumi se sentó a la mesa, recogió un tenedor y empezó a comer en silencio. Satoru, satisfecho, se quitó el delantal y se dejó caer en la silla frente a él.
Y en silencio, comenzó a comer con él, sabia que el pequeño no confiaría tan fácil en él, así que intentaba ganárselo sin presionarlo tanto.
—Hoy será un buen día, vas a ver. — dijo el peliblanco, lo cierto es que el se había encargado de que así fuera.
Leyó y releyó mil veces las mejores escuelas, hablo mil veces con mil directores, se encargo de entrevistar meticulosamente a sus posibles profesoras y cuando por fin decido la escuela, le pidió a Ijinchi un informe detallado de cada uno de sus compañeros, fue un arduo trabajo.
Megumi solo le torció los ojos y refunfuño algo inaudible.
Pero vale la pena. Pensó el albino sonriéndole al pequeño amargado.
Ya en la escuela, las cosas no mejoraron para Megumi. Satoru había insistido en acompañarlo hasta la entrada, asegurándose de que todos los nuevos compañeros de Megumi lo vieran.
—¡Megumi, olvidaste tu lonchera! —gritó Satoru desde el coche, sosteniendo una bolsa con dibujos de pandas—. ¡No querrás pasar hambre en tu primer día!
Megumi sintió que el color abandonaba su rostro mientras todos los ojos se volvían hacia él. Caminó rápidamente hacia el coche, tomó la lonchera y murmuró un agradecimiento apenas audible antes de dirigirse a la escuela, sintiendo las risitas de los demás estudiantes a su espalda.
Durante el recreo, mientras Megumi intentaba pasar desapercibido, se encontró con una pandilla de niños que lo rodearon con curiosidad.
—¿Ese era tu papá? —preguntó uno de ellos, con una sonrisa divertida—. ¡Se ve muy divertido!
—No es mi papá —respondió Megumi, frunciendo el ceño—. Es solo alguien que... me cuida.
Pero sus palabras parecieron perderse entre las risas de los demás.
El resto de la jornada transcurrió con tranquilidad.
Al final del día, Megumi se dirigió a la salida, deseando que Satoru no estuviera esperando con otra escena embarazosa. Para su alivio, Satoru estaba recostado contra el coche, leyendo un libro. Sin embargo, su alivio duró poco.
—¡Megumi! —gritó Satoru cuando lo vio—. ¡Sobreviviste al primer día! ¿Qué tal estuvo?
Megumi se acercó, con la esperanza de que el suelo se abriera y se lo tragara.
—Fue... normal —respondió, intentando no atraer más atención.
Satoru sonrió ampliamente y le pasó un brazo por los hombros, para eso tuvo que agacharse mucho, si se veía de lejos seria una escena muy graciosa y conmovedora.
—¡Eso es genial! Pero espera a ver lo que tengo planeado para la cena. ¡Va a ser épico!
Megumi no pudo evitar una pequeña sonrisa, a pesar de todo. Aunque Satoru era una constante fuente de vergüenza, también era su única familia. Y, en el fondo, sabía que había algo reconfortante en su presencia.
—Solo... trata de no hacer nada demasiado loco, ¿sí? —pidió Megumi mientras subían al coche.
Satoru soltó una carcajada.
—Lo intentaré, pero no prometo nada.
Mientras se alejaban de la escuela, Megumi miró por la ventana, sintiendo una extraña mezcla de fastidio y gratitud. Tal vez, solo tal vez, podría acostumbrarse a la vida con Satoru Gojo. Pero eso no significaba que no deseara, de vez en cuando, que su peculiar guardián dejara de avergonzarlo tanto.
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Deja de Avergonzarme | Jujutsu Kaisen, Megumi + Gojo
FanfictionNO hay nada perturbador aquí entre Gojo y Fushiguro. Relación padre e hijo. Megumi Fushiguro, un adolescente serio y reservado, es adoptado por el excéntrico y poderoso chamán Satoru Gojo. La historia sigue las aventuras y desafíos de Megumi mientr...