Capítulo 1. -Rumores silenciosos.

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El acuerdo se había hablado para el día de hoy y junto a mis padres viaje dejando a mi reino a la espera de una respuesta que los librara de la sangre derramada de sus seres queridos.

Me trague las lágrimas y levanté la cabeza, mi familia necesitaba que esto saliera bien, yo necesitaba que esto saliera bien o podría ser el final de todos nosotros.

Observo como nos adentramos hacía el hostil reino que nos recibe, observé a través del cristal como a poca lejanía niños jugaban y una sonrisa se asomó por mis labios, lo que no me sorprendió era como las personas curiosas observaban como nuestro carruaje se abría paso por el reino enemigo.

Volví a mi posición inicial ignorando el pavor que me cruzaba por la espina dorsal cuando mi cabeza se llenaba de escenarios infelices junto a uno de los Némesis de mi familia, el castillo llegó a mis ojos y la mano de mi padre cubrió la mía intentando apoyarme.

—Todavía estas a tiempo de arrepentirte hija mía, por favor.

—No lo haré, —Sus ojos llegaron a los míos e intente lucir tranquila, el corazón amenazaba con escapar de mi pecho con cada segundo, —Estará todo bien, lo prometo.

—Yo debería ser quien dice eso, cariño lo siento tanto, —Sus lamentos me hundieron el pecho, la expresión entristecida me rompió el corazón.

—Nadie está obligándome papá, esta todo bien, —Sé que el dudaba de mis palabras, pero no hizo el ademan de contradecirme, —Esto es a base de voluntad propia, —El calor de sus manos abrazó el frio de las mías, besó mis dedos murmurando disculpas.

—Tus hermanos y tu son un regalo del cielo, —Se lamentó observándome mi madre con sus manos temblantes, —No quiero que algo le suceda a alguno de los cuatro, ustedes son mi vida entera, —El carruaje se detuvo y con ello la conversación que mantenía con mis padres.

—Hemos llegado, —Tomamos una respiración antes de ceder ante la voz de quien manejaba a los caballos.

La puerta se abrió y mi padre abandono la cabina tendiendo su mano para que mi madre le siguiera el paso y con ella yo, su rostro se había transformado en una muralla de hielo que lejos de parecer nervioso lucia hasta algo hostil, me permití bajar con lentitud prolongando lo inevitable.

Apreté el vestido entre mis dedos avanzando junto a ellos, el castillo estaba a metros y tras nosotros nuestros guardias custodiaban nuestras espaldas, uno de los nuestros se aproximó hacia los guardias que vigilaban nuestros pasos.

No tardamos en llegar hacia las inmensas puertas de madera que se abrieron dando paso a los reyes enemigos y su hijo unigénito.

Hubo un momento de silencio en que todos nos observábamos de manera indiscreta, mi corazón desbocado amenazaba con escapar de mi pecho y mi padre fue quien rompió la consensuada ley del hielo que mantuvimos hace previos momentos.

—Rey Nikola, Reina Narella, Príncipe Ferith Deorum —Bajé la cabeza como saludo mostrando una tranquilidad desconocida.

—El día a llegado, —La voz del rey enemigo se abrió paso entre el silencio que dejaron las palabras de mi padre, —Rey Dorian, Reina Alessia, —Su saludo fue particular ignorando mi presencia momentáneamente, su mirada llegó a la mía, invadiendo mi espacio sin tocarme, inspecciono mi rostro mientras yo me mantuve a labios sellados, —Princesa Karissa Rousso, —Su reverencia fue correspondida por la mía.

—Rey oscuro, —Mantuve la careta de frialdad manteniendo la debida distancia.

—¿Le han presentado ya a mi hijo? —El mencionado con anterioridad pareció aparecer de las sombras, parecía observar mi alma, sus ojos brillantes cual esmeraldas pulidas aceleraron mi pulso a mil por hora.

Sed de sangre azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora