En ese cercano sistema solar, Shell, exhausto y al borde de la extinción, se encogió para ocultarse mejor y descubrió la presencia de vida inteligente. Con el último vestigio de su poder, se metamorfoseó en una de las criaturas nativas, cambiando su forma y adaptando sus sentidos al nuevo entorno.
Poco después, un individuo curioso llamado Kyle apareció y presenció la llegada de Shell y su asombrosa transformación. Sin dudarlo, Kyle recogió al debilitado Shell y lo llevó a su hogar. Kyle, un médico local sin esposa ni hijos, se esforzaba por ayudar a Shell a recuperarse.
Sin embargo, Shell necesitaba energía cósmica para recuperarse y pensaba que vivir entre los nativos de este planeta era una experiencia desagradable. Los consideraba insectos insignificantes, y su asco hacia ellos era evidente en su mirada.
Mientras Kyle salía en busca de medicinas para Shell, este aprovechó la oportunidad para escapar. A pesar de su debilidad palpable, su determinación lo impulsaba. Buscaba energía cósmica, algo que podría revitalizarlo y permitirle abandonar este mundo inhóspito.
Intentó abandonar el planeta, pero se dio cuenta de que su debilidad era insuperable. Los poderes cósmicos que antes poseía ahora eran inalcanzables. Se encontraba atrapado, su destino ligado a este lugar y a la extraña criatura llamada Kyle.
Mientras tanto, Kyle encontró a Shell tirado en medio de la nada en un planeta habitado por un grupo de personas crueles y despiadadas con los débiles. Shell observó a una niña en peligro, a punto de ser asesinada por un hombre demente. Kyle se sacrificó para salvar a la niña, dejando a Shell atónito. A pesar de que estos seres no poseían poderes cósmicos ni se elevaban por encima de ninguna raza, demostraron ser mejores que él y los demás dragones. En un acto de desesperación, Shell lanzó un rayo desde sus manos y calcinó al hombre demente.
En ese momento de revelación, Shell comprendió que algunos de estos seres no eran malévolos y que no todos eran insectos. Llevó a Kyle a la cima de una montaña y suplicó a los dioses que intervinieran. Sin embargo, los dioses le respondieron que no podían interferir. Shell les recordó que Varvatos, en algún punto, los eliminaría y tomaría su lugar. Explicó que, al convivir con seres inferiores, había comprendido que su propósito era preservar la vida, aunque los demás dragones no lo hubieran percibido.