Capitulo 6

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Llevo tres días viviendo en esta casa, sigo sin saber nada de mis padres desde que la policía me llevó a comisaría, admito que estoy preocupada por ellos, al final son mis padres.

Me han explicado que a partir de ahora también tengo que ir a un psicólogo todos los Martes, no creo necesitarlo pero no es optativo.

Estamos a Lunes y hoy tengo que ir a clase, voy con un jersey verde, unos vaqueros negros ajustados y unas converse negras. Al principio me sentía incómoda porque me han comprado cosas y a que me traten con amabilidad, pero ahora me estoy a acostumbrando, imagino que así es como deberían haberme tratado todos siempre.

No se cómo me van a tratar hoy en clase, puede que alguien sepa todo lo que ha pasado o puede que nadie sepa nada, la verdad es que estoy asustada.

Termino de arreglarme, cojo mi mochila y bajo las escaleras para ir a la cocina a desayunar.

Desayunar. Nunca había desayunado antes de venir a vivir aquí.

Cuando llego hay un plato y cubiertos en mi sitio.

-Estas muy guapa. -me dice el director sonriéndome-.

Me pongo roja y tartamudeo un gracias. Me siento en mi sitio y cojo lo que voy a desayunar que es un Colacao y par de tostadas con mantequilla y mermelada de frambuesa.

Al principio me daba vergüenza pero en estos pocos días me han hecho entender que soy parte de esta familia, que vivo en esta casa y que no tengo que pedir permiso para todo. Lo hacía hasta para ir al baño.

-¿Hoy tenéis que ensayar para la actuación de gimnasia? -pregunta Carlos.-

-Si, Coco y yo tenemos que ir a las cinco.

-Ya sabéis que a las ocho y media tenéis que estar en casa.

-Lo sabemos.

En estos días me he aprendido las normas de casa, como en todas las casas hay normas, no son muchas pero no nos las podemos saltar.

Seguimos desayunando, mientras Martín (el director) está leyendo el periódico, Carlos y Lázaro están hablando muy animadamente sobre una serie que les gusta a los dos y yo estoy comiendo en silencio, sigo preocupada por tener que ir a clase.

Poco después terminamos, recogemos nos lavamos los dientes y nos subimos al coche para ir a clase, como Martín trabaja allí nos lleva y nos trae él.

Lo que tanto temía se ha hecho realidad, cuando bajo del coche los pocos que hay en la entrada se me quedan mirando, algunos con pena y otros con asco. Lázaro me pasa un brazo por los hombros y me dedica una sonrisa que es un claro: No te preocupes, no merecen la pena.

Seguimos andando por los pasillos, algunos me miran y otros pasan de mí. Se escuchan murmullos por donde paso y cada vez me cuesta más andar, Lázaro sigue a mí lado y se han unido sus amigos, con los que estoy en el trabajo de gimnasia.

Ninguno de los cinco (incluyendo a Lázaro) ha sacado el tema, no sé si están esperando a que empiece yo o que no quieren que les de explicaciones que no necesitan.

Cuando llegamos a clase entramos justo cuando toca el timbre, me voy hacía la última fila pero Leo, uno de los amigos de Lázaro, me para y me dice que me siente con él en segunda fila.

Cuando me siento es como si hubieran creado entre los cinco una burbuja para que nadie me mire mucho ni me diga nada, a mi lado tengo a Leo, delante tengo a Lázaro y a Rubén y detrás tengo a Matías y Jairo (que son gemelos) a veces los confundo, imagino que tengo que acostumbrarme.

Terminan de llegar los alumnos y entra el profesor de matemáticas dando los buenos días.

La primera hora pasa, algunas de las chicas que se meten conmigo me miran y se ríen pero me da igual, puedo soportarlo llevo haciéndolo desde que llegué.

La segunda hora que dan historia y la tercera inglés también pasan y suena el timbre para anunciar que toca el recreo, algunos van a la cafetería o a las gradas para almorzar, yo ya estoy preparada para irme a la biblioteca como siempre cuando los chicos me dicen que si voy a la cafetería con ellos, acepto y cuando llegamos las cocineras llenan mi bandeja con un pure de patatas que parece vomito, un filete empanado, una manzana y una botella pequeña de agua.

Me siento con los chicos y empiezo a comer mientras ellos hablan de sus cosas y de las ideas que tienen para el trabajo de gimnasia.

Intentan meterme en la conversación y al final entro, no entiendo porque quieren ser tan majos conmigo, al principio ni siquiera me querían en su grupo.

Cuando estoy relajada hablando con ellos aparecen dos de las chicas que se meten conmigo y se sientan con nosotros sin preguntar ni ser invitadas.

-Hola chicos, ¿molestamos? ¿No, verdad? -dice una de ellas.-

-Luisa, nos han llegado unos rumores tremendos sobre tí. -dice la otra y yo me empiezo a tensar -

-¿Es verdad lo que se dice? Se dicen unas cosas...

-¿Por qué no te largas, Lara? --la interrumpe Rubén -

-Madre mía cómo te pones, solo estoy intentando hablar con ella.

-Estas intentando molestarla porque eso hacéis las imbéciles.

Lara le ignora y sigue molestándome.

-¿Es verdad que tú madre vendió tu virginidad por 100€?

Ha sido un golpe directo, ¿como se ha enterado de eso la muy desgraciada? No se qué decir, ni siquiera me atrevo a mirar a ninguno de los chicos.

Me dan ganas de vomitar y de llorar solo de recordarlo.

-Por tu reacción ya veo que sí, yo nunca pagaría por tí la verdad y menis tanto dinero, pero bueno. ¿Se lo gastó en drogas?

Sigue hablando pero yo ya no la escucho, me levanto y me voy corriendo de allí, no sé si alguien me mira, ni cual habrá sido la reacción de los chicos pero no puedo quedarme mas tiempo aquí.

-Coco...

No me paro al escuchar al director y sigo corriendo, no quiero seguir aquí, así que salto la valla y me voy del instituto.

La triste historia de una soñadora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora