Capítulo 9

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Han pasado las primeras dos horas de clase y ha sonado el timbre que anuncia que es la hora del primer descanso.

Recojo mis cosas mientras los chicos me esperan, no sé cómo lo hago pero siempre soy la última en recoger.

La verdad es que me agrada saber que aunque tarde mucho me van a esperar, nunca nadie me había esperado.

Cuando ya lo tengo todo listo salimos de clase y vamos al comedor, el primer descanso aprovechamos para almorzar y el segundo normalmente vamos a las gradas.

Cuando nos sentamos en nuestra mesa cada uno saca su almuerzo y empezamos a comer. Todos se ponen a hablar de un partido de fútbol que hubo anoche, creo que perdió su equipo favorito.

El único que no parece estar metido en la conversación es Leo.

-Oye Coco.

Sigo sin entender porque me llaman Coco, pero como lo hacen todos pues ya me he acostumbrado y simplemente les dejo hacerlo, tampoco me incomoda.

-Dime Leo.

-He estado pensando en que podríamos quedar este sábado, si tú quieres claro.

-¿Con los chicos? -no entiendo porque me lo pregunta así, si siempre quedamos los seis, nunca preguntamos, simplemente lo hacemos.-

-Eee... si... claro... bueno a ver... yo... pensaba en que... podíamos quedar nosotros... solos.

-Oh claro, sí, supongo que sí.

¿Nosotros solos? Nunca hemos quedado solos. El simplemente sonrió como si supiera algo que yo no y pusimos una hora.

-Vale, pues el sábado a las seis paso por tí.

-Vale, perfecto.

Los chicos dejaron de hablar de fútbol y empezamos a hablar del trabajo de educación física, solo quedaban dos semanas para hacerlo y aún estábamos muy descoordinados.

Poco después, sonó el timbre que anuncia que teníamos que volver a clase, recogimos y tiramos a la papelera lo que no valía y después volvimos a clase, tocaba inglés, sinceramente es de las asignaturas que más me gustan.

La hora de inglés pasó volando, al menos para mí, en el cambio de clases los chicos aprovecharon para ir al baño y como nos tocaba en la misma clase yo decidí quedarme sentada esperando al profesor que siempre llega quince minutos tarde.

-¿Puedo sentarme?

Lo que me faltaba.

-¿Puedo ayudarte en algo, Lara?

Puso un gesto como si estuviera pensando.

-Pues sí, sí que puedes.

No sé si es que esta chica no entiende el sarcasmo o es que se le resbaló al médico al nacer.

-Me gusta Leo, ¿sabes? Y sé que yo a él también.

-Me alegro por tí.

-Fuimos novios cuando teníamos ocho años, hasta nos casamos con anillos de caramelo, él se comió el suyo, pero sé que aún le gusto.

-¿Y qué tiene que ver esto conmigo?

-Bueno, para una vez en tu vida que tienes amigos de algo tiene que servir, ¿no?

-Largate, Lara. -interrumpió Leo.

-¿Es necesario hablarme así?

-Si.

-Los dos sabemos que te gusto, por muy mal que me hables no cambia el que me adores.

-No me gustas.

-Pues claro que sí, lo que pasa es que no quieres aceptarlo.

-Lo que tu digas, pero lárgate y dejanos en paz.

-Solo si me lo pides bien. -giña un ojo.-

-Te invito amablemente a que levantes tus no tan bonitos glúteos de mi modesto asiento y te marches a hacerle una felación a quien sea el humilde y desgraciado joven que con mucho pesar haya decidido mantenerse a tu lado.

Lara, ofendida, se levanta de la silla y se marcha a su sitio en el que está esperando Paula. Se ponen a hablar entre ellas y nos miran mal a Leo y a mí de vez en cuando.

-¿Qué te ha dicho?

-Tonterias, ya ni la escucho.

-Haces bien, es insoportable.

-¿Entonces por qué te casaste con ella?

Leo me mira divertido.

-Era joven, inmaduro, no pensaba con claridad...

No sé porqué, pero me da por reírme y poco después, el también empieza a reírse y los chicos llegan.

El profesor también llega y empezamos la clase de lengua.

Las horas pasan y por fin suena el timbre para irnos a casa, Leo me recuerda lo del sábado y yo le digo que no se preocupe que no se me va a olvidar.

Nos separamos, él se va al coche en el que le espera su madre y yo me dirijo al coche de Martín. En ese momento, Lázaro se pone a andar conmigo.

-Leo me ha contado que has aceptado.

-¿El qué?

-La cita.

-¿Cita? ¿qué cita?

-Pues la que te ha pedido en el comedor, anoche nos pidió que nos reunamos con el los cuatro en el baño de chicos para saber cómo te lo pedía.

-Ah sí, ¿por eso habéis desaparecido?

-Si.

-¿Y que opináis?

-Pues... Rubén ha dicho que no debería haberte pedido nada, que eso solo arruinará la amistad de nuestro grupo, y los demás hemos opinado que sí los dos queréis pues que adelante. Sinceramente, espero que salga bien, Rubén tiene un poco de razón.

-Ya... supongo que yo también.

-¿Supones?

-Nunca se sabe, ¿no?

Si él supiera que ni siquiera sabía que era una cita, solo ir como amigos. ¿Por qué le gusto? Si no tengo nada especial.

Llegamos al coche y Martín nos lleva a casa, nos pregunta que como nos ha ido el día y le respondemos que todo bien.

Cuando llegamos a casa Carlos a hecho de comer, ha hecho lentejas, no me gustan pero es lo que hay así que me siento a comer sin decir nada, ellos tres se ponen a hablar y yo prefiero no entrar en la conversación.

Poco después, cuando acabamos todos de comer, recogemos la mesa y Martín se pone a fregar los platos.

Yo subo a mí habitación con la excusa de que tengo muchos deberes y reflexiono sobre mí cita, que no sabía que era una cita.

¿Es que no sabe todo lo que dicen de mi? ¿Que tengo de especial? Ni siquiera soy guapa, ni lista, ni atractiva...

Espero que salga todo bien.

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⏰ Última actualización: Apr 19 ⏰

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La triste historia de una soñadora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora