Capitulo 7

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Me da igual todo ahora mismo, me da igual si me expulsan, si me castigan, lo que me vaya a decir el director. No puedo más.

Podía soportar que se rieran de mí, que me dijeran cosas, sus críticas, sus insultos, sus risitas...

Pero no puedo soportar que sepan la verdad y que encima se rían de mí como si hubiera sido todo mi culpa.

Estoy harta de sufrir, he saltado la valla del instituto y ahora estoy dando vueltas por la calle mientras lloro, espero que nadie se fije mucho en que soy alumna.

Pensaba que podía empezar de cero, que la vida empezaría a sonreírme, pero lo único que está pasando es que ahora todos saben cosas de mí y lo peor es que se creen con derecho a opinar y aún peor a juzgarme.

-Coco... -escucho al director.-

Genial, me ha alcanzado, ahora seguro que me vuelve a llevar al instituto.

-No me llames Coco, no me llamo así.

-¿Que ha pasado?

-Lo de siempre.

-¿Qué es lo de siempre? ¿Que te han dicho?

-Lo que todo el mundo sabe, tienen la cara de reírse de mí.

El director se queda callado unos segundos, imagino que el también sabe que ha pasado, de lo que tanto hablan en el instituto.

-Escuchame, da igual lo que digan ellos no saben por lo que has pasado y por lo que no, hablan sin saber la realidad de las cosas.

-No es justo que lo hagan.

-No es justo nada de lo que ha pasado. Vamos al instituto, yo puedo solucionar el problema. ¿Vas a dejar que ellas ganen?

No quiero que ellas ganen pero tampoco quiero que me digan cosas, él tiene razón, yo soy la única que sabe como son las cosas, pueden criticar lo que quieran pero lo hacen desde la ignorancia. Dejó de andar y me acerco al director para volver al instituto.

Cuando llegamos ya ha empezado la penúltima clase del día, solo son dos horas, puedo con esto.

Me acompaña hasta la puerta de la clase que tengo ahora, me da ánimos para que entre.

Toco a la puerta y cuando me dan permiso para entrar miro a mi alrededor para ver dónde eme siento.

Los chicos me han guardado el sitio, así que me siento al lado de Leo como las primeras horas, al pasar por delante de las chicas se siguen riendo de mí.

Los chicos las miran mal y me dan una sonrisa para que me anime aunque sea un poco.

-¿Estás bien? -es lo primero que me dice Leo al sentarme -

-Si, tranquilo. -miento-.

Finjo que todo está bien y saco mis libros de la mochila, ahora toca francés, no miro a los chicos, no se que pensaran ahora mismo de mi, espero que no piensen igual que ellas.

Pasan las últimas dos horas y suena el timbre que anuncia que es hora de ir a casa, empiezo a recoger y los chicos me esperan porque soy la última en recoger mis cosas, nos ponemos a andar en dirección a la salida cuando Rubén es el primero en hablar.

-¿Estás bien? Se que es una pregunta absurda pero puedes decirnos lo que piensas.

-Perfectamente. -es lo único que digo-

Los cinco me dedican una mirada de: no te creo nada. Pero tampoco dicen nada, imagino que entienden que no quiero hablar del tema.

Cuando llegamos a la salida nos separamos y me dirijo con Lázaro al coche del director para que nos lleve a casa, a lo lejos veo como una mujer rubia, alta y muy elegante espera apoyada en la puerta del coche con unas gafas de sol. También veo como Lara y Paula (las chicas que se meten conmigo) se montan en el coche de la mujer.

Sé que ellas dos son primas, pero siempre viene un hombre castaño a recogerlas. Imagino que será la madre de una de las dos.

Me monto en el coche y Lázaro me dice que puedo hablar con él cuando quiera, que el sabe por lo que pasé.

No hablamos más en el camino.

La triste historia de una soñadora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora