CAPITULO 3

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Aria.

El transcurso a su departamento no fue para nada aburrido. Jamás pensé que él sería un tipo tan gracioso, pero a la vez un caballero.

En ningún momento me falto al respeto, tampoco me presiono para hacer algo indebido en su auto. Y eso me hizo sentir bien.

A lo largo de mi corta vida, digamos que mi experiencia en el sexo no ha sido muy buena. Solamente he estado con dos personas y fue todo un asco. En ese momento comprendí que solo buscaban satisfacer sus necesidades.

Salgo de mis pensamientos en cuanto Matt abre la puerta de su departamento.

Me indica que pase y lo hago.

- ¿Qué te parece? - pregunta-. Tal vez no estes acostumbrada a este tipo de vida.

Y tiene toda la razón. Todo es tan sencillo, en cambio yo siempre he vivido rodeada de lujos. Una mansión de tres pisos con alberca y jacuzzi, autos deportivos de último modelo, con varias casas de playa. Pero omito esos datos, no quiero que el polvo que tendremos termine porque le cuente todo de mi familia.

-Es hermoso- alago-. La vista es increíble.

La habitación es blanca y uno que otro detalle dorado. Los mubles son de un gris claro. Pero lo que más me llama la atención es la hermosa vista. Es de noche y todo Nueva York se ve iluminado.

-Si- volteo a verlo-. Coincido contigo, la vista es hermosa- dice mirándome a mí.

- ¿Qué quieres esta noche? - pregunto con voz inocente.

-Quiero varias cosas- se acerca lentamente a mí, es demasiado alto y debe inclinarse un poco para que su rostro quede a centímetros del mío-. A ti.

Susurra muy bajo. Retrocedo varios pasos hasta golpear la pared y él camina lentamente, parece un león hambriento y ahora lo entiendo. Yo soy su maldita presa.

-Te quiero a ti en mi cama, en mi sillón, en la maldita isla de la cocina. Quiero hacerte mía esta noche.

- ¿Q-que piensas hacerme? -tartamudeo.

-Primero te comería el coño- levanta una mano y la lleva directamente a mi zona prohibida, lentamente empieza a frotar sus dedos a través de mi ropa-. Luego tú podrías poner esos hermosos labios de muñeca en mi verga.

Antes de que pueda responderle, estrella sus labios con los míos. El beso es demasiado salvaje, me toma tiempo de seguirle el ritmo. Una vez que lo logro, se inclina un poco más. Sus manos las pasa por debajo de mis piernas y las enrosco alrededor de su cadera.

Me lleva a su habitación y una vez dentro me deja encima de su cama. Se aleja lentamente y empieza a quitarse la camisa.

Deja a la vista su six pack, madre mía. Los jugadores de hockey tienen lo suyo.

Se sigue quitando la ropa hasta quedar solo en bóxer. Una sonrisa tira de su rostro.

Maldito arrogante.

No me voy a quedar atrás. Bajo de la cama y me desabrocho los botones de mi enterizo y salgo de él, enrosco mis dedos en las bragas y me las quito lentamente. Estoy a punto de quitarme también los tacones, pero su voz hace que me detenga.

-No- demanda-. Te quiero con ellos puestos.

-Y yo también te quiero sin eso- señalo su calzoncillo.

-Todo a su tiempo, muñeca- responde-. Ahora necesito lleves ese hermoso culo directo a la cama.

Sin titubear hago lo que me dice. Me subo a la cama y me recuesto boca arriba.

OVERTIMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora