02 | Disimular.
DISIMULAR (v.): Prueba de fuego en la que se confirma que Matthew no tiene ni un gramo de potencial para el club de teatro.
CHIARA.
16 de febrero, 2016.
Estoy completamente segura de que la mirada que siento sobre mí es de Matthew, lleva rato mirando hacia aquí.
Por momentos, como un ladrón que tiene terror de ser atrapado, levanta su cabeza y vuelve a bajarla al instante, traza algo en su cuaderno luego procede a repetir todo el proceso.
Muerdo mi labio inferior y ahogo un suspiro que casi me traiciona.
Hay ciertas cosas que pocas veces suelen ser un mosquito molesto zumbando en mi cabeza hasta atocigar. Matthew es una de ellas.
Da vueltas. Levanta muros. Es molesto.
Molesto por la forma en que me mira en cada ocasión. Porque cree hacerla de oro pasando como un idiota. Molesto porque se le enreda la lengua.
Crea un laberinto donde solo hay un camino recto.
Aunque no puedo culparlo.
—Te está mirando.—Canturrea Juliet con diversión, haciéndome reír. No me digas.
Juliet le da la espalda a la ventana abierta, apoya sus codos en el borde, veo como hace un gesto de levantar sus rubias cejas insinuante y se ríe. Se está burlando de él.
Empujo su cadera con la mía.
—Detente.—A pesar de mis palabras, no puedo evitar reír contra mi puño.— Quizás solo quiere algo.
—Sí, tu boca encima de la suya.
Suelto un bufido, esta vez propinando un empujón más fuerte en su cadera, ella se sostiene presionando su brazo en la ventana y la escucho reír.
—¿Con qué derecho hablas tú? Boba.
—Con el derecho de que a mí sí se lo dicen en la cara.
—Claro, siendo pareja cualquiera, ¿No? —Contraataco.
Ruedo los ojos y aunque no me está mirando, le saco la lengua, es obvio que se da cuenta por cómo trata de atrapar mi boca con su mano, doy pasos atrás al instante alejándome.
—Exactamente.—dice.— A mí sí me lo pidieron.
Eso fue un golpe bajo.
Golpeteo con mi dedo el camino metálico de la ventana corrediza, balanceándome en mis talones lo aprieto en mi mano.
—No todos son igual de locos que Teo.
—Supongo que tienes razón —Juliet hace su cabeza hacia atrás, dejando que el viento que se cuela por la ventana despeine su fleco a su antojo.
Por supuesto que la tengo.
Teodoro era así. Lanzado.
Su magnífica historia de amor adolescente inició de esa manera. Desde el primer momento no tuvo reparos en mostrar que estaba interesado, que Juliet le gustaba, zumbaba a su alrededor hasta irritarla, Juliet en más de una ocasión lo mandó al diablo pero Teodoro nunca estiró la pata.
Y ahora son esto.
Clavo mi mirada en Matt unos instantes, aún está trazando algo a lápiz en su cuaderno antes de volver a subir la mirada, el frondoso bosque de sus ojos choca con los míos.
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El arte de anhelarte
RomanceCuando los nervios y una latente inseguridad te presiona las espaldas, es inevitable cometer errores. Algunos lo suficientemente tontos para que Matthew Gallagher quisiera enterrar su cabeza dos metros bajo tierra e intoxicarse con acuarelas. Si Chi...