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Enzo soltó su maletín, dejándolo caer al piso, había sido un día estresante. Escuchó las risas de su familia, todo el estrés fue liberado de su cuerpo con ese sonido. Se quitó los zapatos y caminó a la cocina del departamento.

— ¡Papi!— grito la pequeña niña de ojos azulados, pestañas largas, cabello liso y bien cuidado, corrió hacia Enzo quien la cargó justo al abrazarla.

— ¿Cómo te fue hoy mi niña?—

— Bien, él tío Juani me llevó al parque— Enzo sonrío y voltéo a ver a su mejor amigo agradeciéndole con la mirada.

— Bueno dile gracias al tío Juani y ve a dormir, estaré ahí en unos minutos— La niña asintió y corrió a su cuarto tan pronto sus pies tocaron el suelo, Enzo volvió su mirada a Juani— Gracias.

— No es nada amigo mío, me agrada el bicho—el contrario río— Debo irme, te veo el lunes.

— ¿Qué?, no, dijiste que podías cuidarla mañana—

— No, te dije que te avisaría si podía, ¿te avisé algo?— Enzo negó— Entonces significa que no puedo ¿no crees?, hasta el lunes Enzito— palmeó su espalda un par de veces.

— ¿La tendré que cuidar mañana yo?— Juani asintió mientras caminaba hacía la salida— No puedo hacer eso— El chico se coloco sus zapatos y abrió la puerta— Juani, ¿qué esperas que haga?—

— No tengo idea, llevarla a la oficina no debe ser tan complicado, tiene tres años Enzo, no es complejo entretenerla—

La puerta se cerró, Enzo se quedó viendo la puerta hasta que el grito de Hannah diciendo que estaba lista se hizo presente.

Y no, Enzo no era un mal padre, de hecho era demasiado bueno si consideramos que la madre de su pequeña vino con la bebé diciéndole a Enzo que sería deshumanizado no aceptarlos, ya que la niña era su hija también. Conoció a su hija cuando está tenía apenas unas semanas de vida, y un día después de que Enzo aceptara que se quedarán con él, la madre de Hannah decidió abandonarlos dejando a la pequeña niña como recuerdo.

Así que nuestro amigo Uruguayo tuvo que arreglárselas solo, hasta que su querido mejor amigo se mudó a la ciudad y le ofreció ayuda a su desesperanzado amigo.

Hannah era su vida, había tratado de volver al juego de las citas pero las y los omegas que llegó a conocer no estaban dispuestos a unirse a su familia de dos. Así que Enzo se dio por vencido antes de herir el orgullo de su alfa.

Al día siguiente Enzo despertó más temprano que nunca a Hannah que no estuvo tan alegre por ese cambio. Un puchero en sus pequeños labios estaba bien formado desde que Enzo la había comenzado a vestir.

Después de desayunar y bien abrigados ambos, subieron al primer autobús para ir a la oficina donde Enzo trabajaba. Hannah se quedó dormida, cosa que Enzo agradeció, las personas del autobús lo miraban extrañados. Un alfa llevando a su hija a la oficina.

— ¿Qué hace ella aquí?— preguntó Esteban señalando a Hannah.

— Nadie más podía cuidarla—

— Tienes una junta Enzo, ¿qué te pasa?—Enzo se descolgó la mochila de su niña y la coloco en el escritorio de Esteban.

— Cierto, aquí tienes— le pasó a la niña y Esteban la cargó sin más opciones— Si despierta dale el peluche de conejito, no tardo —

— ¡Enzo!— gritó en una clase de susurró para no despertar a la niña. El alfa solo corrió hasta la sala de juntas.

Afortunadamente Hannah no despertó hasta que estaba acostada en el sillón de la oficina de Enzo y este estaba ahí. La niña se la pasó corriendo por toda la oficina sin parar. Después comieron un sandwich de la cafetería a la hora del almuerzo.

Hubo un momento en donde Enzo tuvo que salir cinco segundos a dejar unos papeles en el escritorio de Esteban, la pequeña Hannah fue a explorar un poco el lugar. Una omega le dio una galleta cuando fue a la sala de descanso, la niña le sonrío y salió de la sala. Camino hacía donde creía que era el camino donde estaba su padre.

En ese momento todo el piso de Enzo buscaba a una pequeña que andaba suelta. La niña se escondía jugando a los detectives mientras iba a la oficina de Enzo, entonces la niña se estrelló contra una pared y cayó al suelo, su cabeza rebotando por aquel golpe, provocando que la niña se desmayara en cuestión de segundos.

Al despertar se encontraba en los brazos de su padre quien corría por la calle. La pequeña comenzó a reírse un poco por el movimiento. Enzo sabía que su cachorra estaba despierta pero aún así debía asegurarse de que nada hubiera pasado.

Llegaron a una sala de emergencias, siguieron a la enfermera hasta estar en el cuarto número tres.

Enzo trataba de controlar su aroma, pero su alfa estaba completamente alterado por su cachorra.

Un omega abrió la puerta entrando al cuarto, tenía puesto un uniforme rojo, leía los papeles que Enzo había llenado al principio. Levanto la cabeza y le sonrío a Hannah.

— Ey cachorra— Habló alegremente—¿Así que te diste un golpe en tu cabeza, cierto?—

— Sí— Enzo trató de concentrarse más en su cachorra pero era imposible no dejar de ver esos ojos marrones del médico.

— ¿Quieres jugar un juego?— asintió— Bueno mi nombre es Matías Recalt, ¿como te llamas tú linda?—

— Hannah Vogrincic—

— Esta bien Hannah, ¿ves esta lucecita?— La niña volvió a asentir, mirando el objeto que Matías sostenía— ¿Puedes seguirla con tus ojos?—

Enzo vio como el objeto se movía lentamente de derecha a izquierda, de arriba hacia a abajo y en diagonal. Los ojos de su cachorra seguían atentamente la luz.

— Excelente Hannah— felicitó el omega haciendo sonreír a la niña— Ahora ten estas pelotitas, una en cada mano. ¿Puedes apretar la azul? — la niña lo hizo— ¿Y podrás apretar la roja?— volvió a hacerlo pero con la otra— Que niña tan lista— la niña río tímidamente.

Matías anotó algo y volteo a ver al padre de la cachorra por primera vez. Sintió una presión en su pecho cuando sus ojos se conectaron con los ojos marrones del omega. Aclaró su garganta antes de hablar.

— Ella está bien, los niños resisten bastante, solo tuvo una contusión, sus pupilas estaban demasiado dilatadas, no deje que duerma por un par de horas—

— ¿Ella está bien entonces?—

— Sí, ella está bien, podemos sacar tomografías si usted desea, pero no es necesario en niños, aún así me gustaría que tomara este jarabe solo si presenta mareos— le dio la prescripción al alfa.

— Gracias— Enzo tomó la hoja.

— Para eso estoy aquí— volvió con la cachorra— Ey, tengo un premio para ti por haber ganado este juego— fue a una de las vitrinas y sacó un bote con paletas de varios colores— ¿Qué color quieres?—

— Azul— Matías agarro una paleta de color azul y se la dio a la niña, Hannah sonrío ampliamente antes de lamer el dulce. El omega sonrío y vio a Enzo una vez más.

— Daré estos papeles y una enfermera les dirá cuando puedan irse— Enzo asintió— Esta es de mi parte, no le digan a mi jefe— sacó una paleta roja y se la entrego al alfa, después dejó el frasco en su lugar y se despidió de la pequeña antes de salir.

No había sido mucho, no había sido nada, pero la pequeña tuvo una idea, ella sabía que las princesas en las películas tenían un momento con los príncipes donde sus ojos brillaban, ella vio ese momento entre el omega bonito y su papá.

Su misión ahora era ayudar a su papá.























































¡Hola!
Esta historia es una adaptación, si gustan pasar por la cuenta de la autora su nombre esta en la desc.

Espero les haya gustado!!

𝗣𝗨𝗣𝗣𝗬  ||  𝗺𝗮𝘁𝗶𝗲𝗻𝘇𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora