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JUNGKOOK

Su sonrisa es un tanto tímida, cuando me mira con esos ojos almendrados que tiene, noto como le brillan, entonces me recreo en ellos sonriéndole también. Es preciosa. Es un pecado que quiero cometer.

Pasa su dedo por mi mandíbula jugando con ella con suspicacia, sabe lo que me hace sentir. Es el diablo hecho mujer y yo me estremezco al instante.

Veo como las motas de polvo que pasan a través de la luz del sol que llega desde la ventana, nos envuelven y embellecen su bonita figura.

Es una reina, es una diva que me atrae y me intenta destruir. Sus pechos son acantilados puntiagudos que se alzan hasta el cielo.

Traza despacio con su dedo la linea que hay desde mi oreja hasta mi mentón, luego lo pasa por mis labios mientras me muestra una sonrisa que mueve mi erección haciéndola palpitar y doler.

Con el juego mortal que se ha propuesto tener para que muera en tan poco espacio de tiempo me volverá un jodido desquiciado. Cierro los ojos para sentir su cálido y demoledor cuerpo.

Soy totalmente suyo, estoy rendido y entregado a sus caricias. Es una Mantis Religiosa hembra, sé que después de que la haga mia volteará su propia cabeza sobre sí misma y me va a decapitar como el macho que soy comiéndose mi cabeza.

Pero aún así, la dejaré hacer lo que le dé la gana.

Sus muslos están colocados a cada lado de mis caderas, son carnosos y firmes. Me aprietan y disparan mi deseo enloquecido con una fuerza que debe estar notando. Por eso se ríe la muy descarada.

Voy a devorarla, voy a empujar tan adentro que...

Espera...

No...¿qué estoy hablando? ¿Qué mierda estoy haciendo?

—Quítate de ahí Rose —le digo arrastrando las palabras—. No me hagas pecar, no puedo...

—Shshhhh calla —me dice al oído y yo subo las caderas para rozarme con su calor. Ese que me quema y que se siente tan bien.

Quiero voltearla, subirme en ella y atrapar sus manos encima de su cabeza para que no escape cuando la arruine y la desflore.

Le gusta jugar, y eso es lo que me vuelve loco de ella. Su inocencia y a la vez su atrevimiento.

—No me moveré —dice con descaro—. Creo que eso es lo último que quieres que haga —baja hasta estar cerca de mis labios—. Me deseas aunque sigas diciendo que no una y otra vez —me reta en un susurro caliente—. Te estás mintiendo a tí mismo Padre Jeon.

Joder, lo de Padre Jeon es lo más pecaminoso de todo. Que lo diga ella no tiene el mismo significado que representa para el mundo, en su voz es un insulto para la iglesia.

Su pelo largo y como el oro cae sobre mí en cascada. Su longitud es tal que sé que podría dar dos vueltas sobre mi muñeca para agarrarlo y tirar de él cuando esté dentro de ella dando esas estocadas que se merece de mi parte por jugar con el fuego que no podrá apagar por mucho que lo crea.

Pongo mi mano en su nuca y hago presión, le dejo claro que conmigo no se juega.

Alzo mi boca y le muerdo el labio inferior. El sabor del metal nos llena a ambos el paladar.

—¡Ah! —chilla y abarco todo de ella para que se calle.

La devoro con ímpetu y mi lengua se adentra hasta sus confines saboreando todo lo que quiere darme, todo lo que tiene y está ofreciendo.

Castigo y Fé. JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora