1: Mikazuki Yuma.

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Mikazuki leía con calma algunos poemas que había comprado a un vendedor, no era un poeta exquisito ni talentoso, pero pasar una mañana de primavera leyendo poesía mientras el viento mecía las flores de cerezo de los árboles y el sol calentaba su ropa era uno de sus pequeños placeres.

-Mi señorita, el decreto ha llegado a la puerta de la familia.- La sirvienta que había cuidado de ella desde su tierna infancia le susurró desde detrás del shoji. -Su padre está esperando en su estudio para hablar sobre los detalles.-

Los dedos blancos y largos dejaron el libro de poemas en la estanteria y se miro en el pequeño espejo del tocador, ajustando su peinado a uno mas formal y no tan relajado.

-¿La anterior candidata ya ha entregado la horquilla?- Mikazuki corrió el shoji para ver a Chitose, su única sirvienta en esa casa.-No han pasado más de dos días.-

Los ojos de chitose se cerraron, como si entendiera a la candidata anterior.

-Mi señorita, usted sabe la reputación que precede del sexto príncipe, ha amenazado con torturar a la anterior candidata.- Chitose intentó calmar a Mikazuki, le tomó suavemente de la mano y la guio hacia el modesto armario de telas. -Le ayudaré para que vaya con su padre.

Mikazuki miro el reflejo en su espejo, Chitose detrás de ella la miraba con ojos cálidos, mientras sus pacientes dedos recogían las unicas telas final de kimono y alisaban todas las desperfecciones.

Miro las arrugas que el tiempo dejo en Chitose con ternura, esa unica sirvienta era su unica animga, madre y hermana.

-La acompañaré hasta el estudio de su padre.- Mikazuki arreglo un poco los detalles de su kimono azul.

Mikazuki nació en el clan Yuma como la segunda hija. La familia Yuma era reconocida por sus espadas afiladas y la más estricta de las prácticas en la herrería, solo un corazon duro como el hierro y afilado como las espadas podia habitar en la sangre y huesos de los Yuma.

Mikazuki que era mujer no podia tocar el fuego que derretia el hierro, no poda sostener el martillo que le daba forma y poder a la espada, ni siquiera era la primogenita, ella era la cuarta hija de la familia que a penas habia llegado a la edad para casarse, naturalmente no tenía derecho a tener kimonos buenos y con padrones hermosos, no tenía una buena vivienda y su futon estaba relleno de paja seca.

El pasillo lleno de polvo y maderas crujientes se iba transformando en una mansión bien cuidada, con cuadros y jarrones con preciosas decoraciones florales por todos lados, las puertas grandes de madera de roble parecían amenazadoras a los ojos de Mikazuki, detrás de ellas estaba su padre, un hombre que solo había hablado un par de veces.

Las manos de Chitose golpearon suavemente la puerta mientras se arrodillaba en el suelo.

-Mi señor, he traído a la señorita Mikazuki.- dentro del estudio se escuchaban dos voces masculinas que susurraban, un sirviente de dentro abrió la puerta lentamente, Mikazuki tragó para aliviar su garganta seca e intentó que su corazón no latiera tan rápido.

-Entra.- Mikazuki le hizo una reverencia a su padre que estaba sentado en el estudio, frente al escritorio había un único pergamino expuesto, su padre que fumaba una pipa ni siquiera la estaba mirando, el pájaro en el alféizar de la ventana parecía más encantador que su hija de diecisiete años. -La corte ha enviado un decreto, ¿Sabes lo que está escrito?.-

-Deduzco que es del tema que padre me habló recientemente.- Los ojos de su padre parecieron suavizarse con su comentario, lo que más odiaba ese hombre eran las mujeres que se hacen las tontas. Al fin la miró, le indicó que se sentara con la mano, Mikazuki no hizo un solo sonido mientras leía atentamente el pergamino.

-La candidata número 20 ha renunciado a ser la esposa del sexto príncipe, serás la siguiente para casarse con su excelencia el sexto príncipe.- Los sirvientes que estaban organizando papeles y limpiando pararon un momento para seguir trabajando mientras sus orejas estaban atentas a la conversación.-Como ya sabes, tus tres hermanas mayores ya rechazaron el reglado que los cielos le dieron a esta familia, eres la ultima hija que este padre tiene.-

-¿Qué planes tiene mi padre?.-Mikazuki apartó la mirada del decreto, su padre la miró por unos segundos y pareció complacido.

-Partirás mañana mismo al amanecer, los sirvientes ya están ordenando una dote para el sexto príncipe, informa al ama de llaves cuál sirvienta te llevarás al palacio, pero solo una, empaca lo esencial, no quiero nada más ocupando espacio en el carruaje.- Mikazuki espero a que su padre parara de parlotear, por supuesto que no llevaría muchas cosas con ella, después de todo solo tenía un peine que le dejó su abuela y unos pocos libros en su poder, lo demás era propiedad de la familia, no suya. -Tus hermanas no tienen el honor y la valentia que se necesita para ser un Yuma, por eso son debiles, pero tu... tu tienes el calor del fuego en tus ojos y el corazon duro como el metal que nos da vida, tengo todas mi esperanzas en ti.-

-Entiendo padre.- Mikazuki se arrodilló hasta que su frente quedó a unos centímetros del suelo. -No puedo traer vergüenza a la familia que ha cuidado tan bien de mí.- su padre pareció aún más contento, se removió en su asiento mientras le pedía que levantara su cabeza.

-Me pesa entregarte al sexto príncipe, desde pequeña has sido diferente a tus otras hermanas. Eres inteligente y humilde, nunca has exigido atención de tus hermanos y has sabido brillar sin humillar a nadie. -

La mano de su padre acarició su mejilla, fascinado por el rostro de su hija, piel suave y sin imperfecciones, ojos azules claros y grandes que parecían de cristal, pestañas negras y largas que añadían un toque elegante a su aspecto. Pero no era debil, bajo ese cuerpo delgado y saube, podia ver la fortaleza de un arbol centenario que aguantaba los rayos del cielo, negandose a partirse ni quemarse, pero dispuesto a ofrecerse como refugio para los animales pequeños.

-Serás la esposa del sexto príncipe, un hombre que ha ganado cien batallas y ha conquistado cien tierras para el imperio. Tu único deber es servirle a su alteza y engendrar un hijo varón para el imperio.- Las manos de su padre se posaron en sus hombros y los apretaron con suavidad, le miro a los ojos directamente mientras parloteaba sin parar, Mikazuki asentía distraída mientras las palabras no paraban de apuñalar su voluntad.

-Puedes retirarte, mañana te despediremos en la entrada.- Mikazuki salió del estudio de su padre, con la mente entumecida, Chitose la tomo suavemente de la mano para guiarla hacia su habitación. Mikazuki aún pensaba en las palabras de su padre, iba a casarse con el sexto príncipe.

El mismo hombre que había entrado al ejército con doce años y había crecido entre sangre y muerte, la misma persona que había conquistado ciudades y las había entregado al emperador, la misma persona que mató a su madre, decapitó a 32 funcionarios, le cortó las manos a sus sirvientes y asustaba a sus esposas.

Mikazuki llegó a su habitación y Chitose la abrazo, se mecía de un lado a otro mientras le acariciaba la espalda, Mikazuki al final dejó salir unas pocas lágrimas.

-Chitose, voy a casarme con el sexto príncipe.-

-Lo sé mi señorita.-

-Seré la esposa del sexto príncipe.-

-Estaré a su lado mi señorita.-

Mikazuki se apartó del abrazo con una sonrisa, lágrimas de alivio cayeron sin parar de sus ojos azules.

-Después de esperar tantos años, por fin es mi turno.- Mikazuki dio vueltas por la pequeña habitación, sacaba los pocos kimonos que tenía, Chitose la ayudó con una sonrisa mientras empacaba una pequeña caja con sus libros favoritos y respondía pacientemente a su joven señorita que revoloteaba con entusiasmo.

-Chitose, no podre dormir por los nervios, ayúdame a preparar un baño caliente para relajarme, podemos usar los aceites florales que hemos estado guardando.

Domando al Sexto principe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora