En el momento en que los primeros rayos del sol se asomaban tímidamente por las montañas, Mikazuki fue despertada por su sirvienta Chitose, otras sirvientas entraron con ropa nueva, perfume y joyas para adornar la ofrenda de la familia Yuma, la primera esposa se había hecho cargo especialmente que todo fuera perfecto, podría ser su hija y ser su carne, pero una mujer no era más que una mujer, el imperio siempre valoraba la belleza.
-El carruaje está esperando afuera, dentro te he dejado una lista con todo lo que tiene la dote, también he dejado un libro que te será muy útil en la noche de bodas.
Mikazuki miró a la mujer de cuello largo y delgada enfrente de ella, pocas veces habían intercambiado palabras, esta frase era lo más largo que le habían dicho.
Con una fría despedida de sus ocho hermanos y dos hermanas, el carruaje la llevó lejos del sitio donde había pasado su vida.
Pero no esperaba que su cadera sufriera por el viaje en carruaje, cada bache se sentía en sus nalgas y cada piedra hacía que Mikazuki descubriera la existencia de ciertos huesos que nuca se habían quejado. ¿Se estaba haciendo mayor? ¿O era que el asiento del carruaje estaba relleno de granos de arroz?
Chitose delante de ella hacía tiempo que la miraba con los ojos muertos, como si pudiera alejar su consciencia de su cuerpo y estar adormecida en todo el viaje, Mikazuki suspiro mientras apartaba las cortinas e intentaba centrarse en el paisaje exterior.
Nunca había salido de la cordillera que confinada su aldea, conocía ríos pequeños y bosques densos, nunca en su vida había podido ver las llanuras de campos de arroz ni los prados de trigo que se extendían hasta el horizonte.
-¿necesita algo mi señora?.- Un soldado del palacio real le preguntó con un tono molesto demasiado notorio, el soldado vestía una armadura completa, su mano sujetaba una lanza que parecía innecesariamente afilada para Mikazuki, la otra mano tenía firmemente sujetas las riendas de un caballo negro, obviamente habían entregado el decreto junto a un carruaje acompañado de guardias.
Ya sea por la seguridad de la futura esposa del infame sexto príncipe, o para evitar que la futura esposa escapara corriendo hacia otro lado.
-Quería admirar la belleza del imperio, no he tenido la oportunidad de salir mucho de los terrenos de la familia Yuma.-
El soldado la miro con el ceño fruncido, quizás aburrido de las damas delicadas o de los intentos de escape. "Señor guardia, no quiero escapar de verdad" imploro Mikazuki.
-Los terrenos del su majestad están cerca, solo necesitamos avanzar un poco más, cierre a cortina, es tradición que la gente no vea el rostro de la prometida.- El guardia balanceo la lanza hasta acercarla más a ella, Mikazuki suspiro por el dramatismo y cerró la cortina. Miró como Chitose había dejado el plano terrenal y estaba estirada en el suelo como un pez marinándose. Mikazuki cerró los ojos esperando poder dormirse.
***
-Mi señora, hemos llegado.- el guardia golpeo la puerta del carruaje, los sirvientes del imperio ya estaban preparando la recepción y buscando al sexto príncipe con desesperación para que tuvieran la primera reunión en el patio que habían decorado bellamente.
Mikazuki miró aturdida el techo del carruaje, después de más de un día completo, no sentía las piernas, la cadera crujía cuando intentaba acomodarse, la espalda enviaba oleadas de incomodidad y sentía el estómago tan revuelto que no le extrañaría que vomitara sangre en ese preciso momento. Chitose miro a su señorita mientras le daba un pequeño masaje a sus pantorrillas para que dejaran de hormiguear.
Abrió la puerta del carruaje y espero a que un sirviente la ayudara a bajar, quizás acostumbrados a tantas damas agotadas por el viaje, ya tenían preparadas sus manos envueltas en pañuelos para servir de muletas.
-Agradecemos a nuestra señora por el largo camino.- los sirvientes se ha arrodillaron en fila creando un pequeño pasillo hacia la residencia, cuanto más movía la cabeza, más mareada se sentía Mikazuki, mejor analicemos la decoración más tarde.
-Mi señora, le hemos preparado un remedio para los mareos en el patio, ahí podrá estirar las piernas y descansar.- un sirviente con ropas más elaboradas extendió su mano señalando hacia el interior de la residencia, parecía ser el jefe.
Chitose bajo con las piernas temblando, los demás sirviente la miraron y arrugaron sus narices, otros estaba comprobando el estado del carruaje y otros corrían hacia las afueras de la residencia, con la cara blanca y sudando. El sirviente que la guiaba pareció ponerse nervioso e intentó que Mikazuki no mirara a los sirvientes que corrían aún más lejos. Pero los ojos estaban fijos en su dote intacta.
-¿Por qué no descargan la dote?.- el sirviente la miro sin entender la pregunta, hasta que por sus ojos pareció brillar el reconocimiento de algo que había pasado por alto.
-Se decidió que la dote solo se iba a descargar cuando la candidata pasara cierta cantidad de tiempo, es un dolor de cabeza organizarla otra vez.- Mikazuki quiso reprochar que ella no había venido solo para huir, pero la mirada cansada del sirviente la detuvo, se recordó a sí misma que las palabras carecían de verdad si no se demostraban con acciones.
-Deja que la guíe mi señora.- El sirviente ando lentamente, por los pasillos de la residencia, Mikazuki que aún tenía las piernas dormidas daba pequeños pasos para no parecer una cría recién nacida, admiraba el suelo de madera limpio, los escasos jarrones y cuadros que había, no había una sola flor y menos algún ornamento, parecía una mansión nueva, no había rastro de vida.
-Me presento con un poco de retraso, el nombre de este sirviente es Ikehara, soy el encargado de la gestión de la residencia del sexto príncipe, si desea tomar las responsabilidades de la señora de la casa puedo enseñarle todo lo relacionado con ello. No dude en pedirme cualquier cosa.- Mikazuki que podía centrar la mirada un poco mejor que antes vio los ojos negros de Ikehara, era alto para ser un sirviente, sus manos carecían de los callos típicos de los sirvientes y sus palabras tenían un ritmo preciso, como si pensara profundamente cuáles serían sus frases.
No era como los sirvientes jefe que había visto, Ikehara parecía conocer los corazones y pensamientos de las personas con solo verlas, Mikazuki sonrió levemente mientras también se presentaba escasamente, acerco a la confusa Chitose más a su lado.
-Chitose es la sirvienta que ha cuidado de mí desde que puedo recordar, espero mantenerla como una de mis sirvientas de confianza.- Ikehara miró Chitose sin parpadear una sola vez, a su lado hizo una reverencia exagerada por los nervios.
-Lo que sea por la comodidad de mi señora.-
El sirviente las guio hacia un patio interior, un camino de piedra conducía a un cenador preparado para una comida ligera, algunos sirvientes aún estaban terminando unas pequeñas decoraciones y sirviendo la comida en la mesa.
-Le hemos preparado una sopa que repone las energías, tiene también un té preparado especialmente para los mareos.- el sirviente apuñaló con sus ojos a las sirvientas que aún pululaban por el jardín intentando sacar defectos de la nueva esposa de su amo.
-Estoy muy agradecida por los cuidados, ¿puedo pedir si mi sirvienta puede tener lo mismo?, me temo que no estamos acostumbradas a los viajes largos.- Mikazuki se sintió como una cortesana siendo exhibida con tantas miradas, quizás Ikehara lo recibió y congelo con la mirada a las sirvientas que estaban medio escondidas.
-No hay problema, le pediré a las sirvientas que estaban libres que traiga otra ración para Chitose.- Las sirvientas que estaban medio escondidas salieron corriendo haca la residencia.
Ikehara dejó a la señorita Mikazuki en el jardín, cuando entró en la residencia cayó al suelo de rodillas, tenían que encontrar a su majestad, el sexto príncipe, lo antes posible.
¿Cómo podía decirle a una señorita que su prometido estaba escondido?
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Domando al Sexto principe.
RomanceUna espada se forja al calentar y golpear el hierro, el amor es igual. Si Mikazuki Yuma quiere el corazon del Sexto principe, debera golpear los muros del sexto principe y derretir la escarcha de su corazon con fuego.