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NEREA

¿Qué cojones estoy haciendo? - pensé. Zoe aún estaba en el baño, alejándose de mí. No sé por qué me estaba comportando tan extraña con ella.

Después de 15 minutos en el baño, fui a buscarla. Piqué a la puerta, pero nadie contestó. Fue entonces cuando escuché sollozos y llantos dentro. Entré sin siquiera preguntar.
- Ey, ey, mantén la calma, ¿Vale? -le dije cogiéndola de los hombros y acariciándola levemente con las yemas de los pulgares. Tenía la cara roja, y los ojos hinchados. Más verdes que nunca. Le hice gestos para que cogiera aire profundamente. Le lavé la cara con agua y le di una toalla para que se secase. Me quedé ahí, mirándola mientras la ayudaba a controlar el aire. Explicaba historias mías y datos aleatorios para que se centrase en otra cosa. Empecé a ver como se le relajaba el labio lentamente. Sus manos estaban entre las mías. Sentí como dejaban de temblar con el tiempo. Sus ojos seguían hinchados, su cara seguía mojada de lágrimas. Coloqué la manga de mi sudadera rodeando mi pulgar y le sequé la cara lentamente. Más tarde, cuando estaba relajada, la llevé a la habitación, y decidí preguntarle. El ataque de ansiedad le había dado muy fuerte, debía ser algo grave.
- Zoe... ¿Qué te ha pasado? ¿Me lo quieres contar? - le dije en un tono dulce, mientras le acariciaba el muslo.
Estábamos sentadas en la cama de nuevo. Me miró a los ojos, y sin responder mi pregunta, apartó la mirada, encendió el reproductor y se acomodó tumbada en mi cama.
- ¿Te importa si te abrazo? - le pregunté en voz baja.
- Como quieras.
Me acerqué un poco más y la abracé.

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