ZOE
Sentí su mano sobre la mía. Su respiración calmada. El aire que exhalaba en mi nuca. Ella me relajaba, me daba paz. Me acariciaba mientras veíamos la película, y eso me aportaba mucha paz mental. Me gustaba su olor.
La película acabó y vi que no reaccionaba. Me giré levemente solo para encontrármela dormida a mi lado. Un pequeño rayo de luz entraba desde un hueco de la persiana bajada. Le iluminaba un mechón de pelo que tenía en la cara.
- Nerea, - le dije susurrando mientras le apartaba el mechón de la cara. - La película se ha acabado. Era muy bonita.
Ella abrió los ojos lentamente y se dio cuenta de la situación. Rápidamente, apartó sus manos y se hechó a un lado de la cama. Se aclaró la garganta con el ceño aún fruncido por la confusión. Yo también fruncí el ceño. ¿Había hecho algo mal? ¿Se arrepentía? Tal vez no debería ser tan cercana a ella, a penas nos conocemos.
- ¿Qué hora es? - me preguntó sobándose los ojos.
- Las 8 de la tarde. Creo que debería irme. - Me senté en el suelo y me puse los zapatos. Ella se sentó sobre la cama, mirándome. Acabé de recoger todo.
- Adiós. - Salí por la puerta y vi el coche de mi madre.
- Espera, - me giré - tendremos que volver a quedar, tenía algo más para hacer juntas.
- Entonces volveré encantada. - le sonreí y me marché.
No podía parar de pensar en ese ataque tan repentino. La acababa de conocer y ya me había visto de la manera más débil que se puede. Supongo que el comienzo no lo es todo. Al menos lo tomó con normalidad y me supo calmar. Me sorprendió. La manera en la que sabía perfectamente lo que hacer conmigo. Como si nos conociésemos de antes. Como si ya lo hubiera vivido.
- ¡Zoe! - salí de mis pensamientos. - ¿Todo bien? He dicho tu nombre 5 veces ya. - Dijo mi madre.
- Sí, sí, perdón. ¿Qué me decías?
- Tu hermano. Hemos hablado tu tía y yo... ya lleva 6 meses en coma, y estamos empezando a perder la esperanza... - Eso era lo que menos quería oír. - No lo desconectaremos hasta que los médicos nos lo recomienden, pero te lo digo para que estés al día de todo.
- Vale.
Mi hermano había significado todo para mí. Él era el que me aconsejaba y me enseñaba. Siempre fue como un padre, y verle de ese modo me ponía mal. Miré mi muñeca izquierda. Aún tenía la pulsera que me dio con su nombre y el mío. "Zoe y Pau". Lo echaba de menos. Me estaba consumiendo. Solo pasaba su nombre por la cabeza. A cada instante. Cada coche que veía me recordaba a él. Cada lágrima que caía por mis mejillas, me recordaban a lo mucho que lo echaba de menos. ¿Por qué tuvo que ser él?