capitulo uno

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Victoria Sinclair

Bajo las luces tenues y la música atronadora del club, me encontraba deslizándome entre las sombras con movimientos sensuales que hacían eco en cada rincón. Cada movimiento de mi cuerpo provocaba miradas penetrantes, tanto de hombres como de mujeres; algunas con admiración, otras con envidia. Aunque llevaba poco tiempo en el teibol, ya era considerada la más codiciada, la más solicitada. Quizás era mi forma de bailar, tal vez mi belleza, pero en ese momento, en medio de la oscuridad y el clamor, me sentía poderosa y deseada.

Las luces parpadeaban en tonos de azul y rojo, mientras la música envolvía el ambiente en una atmósfera cargada de energía y excitación. Cada paso que daba sobre el escenario era como una declaración de libertad, desafiando las normas impuestas por la sociedad y reclamando mi propio espacio en un mundo lleno de prejuicios. A pesar de las miradas lujuriosas y los juicios silenciosos, me sentía en mi elemento, en control de cada movimiento y de cada momento. Era como si el escenario se convirtiera en mi refugio, mi santuario donde podía expresarme sin inhibiciones y ser quien realmente soy.

El dinero que arrojaban esas personas volaba ante mis pies como si fuera famosa; me sentía como toda una reina en esa pasarela para mí sola. Bajé un poco el brasier, acomodándolo para mostrar más senos, y seguí bailando sensualmente en el tubo. Aunque aún era una principiante, lo hacía muy bien. Cada movimiento era fluido, cada giro era como una invitación al deseo. La música retumbaba en mis oídos, impulsándome a dejarme llevar por la pasión y el ritmo.

Mientras me desenvolvía en el escenario, el brillo de las luces me envolvía, creando un halo de misterio y seducción a mi alrededor. Las miradas de los espectadores se clavaban en mí, llenas de deseo y admiración. Cada billete que caía a mis pies era como un tributo a mi poder de cautivar y seducir.

Vi cómo el jefe me llamaba con una seña, así que terminé de bailar con un último movimiento lleno de gracia y sensualidad. Caminé hacia la salida, sintiendo el calor de las miradas y escuchando los abucheos mientras abandonaba el escenario. Cada paso que daba resonaba en el silencio tenso del club, mientras me dirigía hacia donde el jefe me esperaba, lista para escuchar lo que tenía que decirme.

Caminé directo hacia el jefe, notando a un hombre un poco descuidado y borracho. Era el típico viejo verde que quería un privado con la Diosa Victoria. Tal vez era muy egocéntrico, pero yo me sentía tan sensual que cada mirada y piropo que me lanzaban me confirmaba que tenía razón.

El brillo de las luces del club destacaba mi figura mientras avanzaba con seguridad, sintiendo cómo mi presencia atraía todas las miradas a mi alrededor. Cada paso que daba hacia él era como un recordatorio de mi poder y mi atractivo. Aunque el ambiente podía ser un poco intimidante a veces, me mantenía firme en mi confianza, consciente de mi capacidad para dominar cualquier situación.

El hombre me miraba con ojos codiciosos, intentando seducirme con su mirada ebria y sus palabras insistentes. Sin embargo, no me dejaba intimidar. Seguí caminando con determinación, ignorando sus intentos de llamar mi atención. Sabía que mi verdadero poder residía en mi habilidad para mantenerme firme en mis convicciones y en mi seguridad en mí misma.

Llegué directo a él, y el jefe parecía estar hablando con alguien.

—A ver, Homero, si quieres a Victoria para un baile privado, tendrás que ofrecer mucho. Ella es la más cotizada, ¿no acabas de ver cómo abucheaban porque tuvo que salir del escenario? Así que, si la quieres, lanza tu oferta, dijo el jefe con firmeza.

—¡Claro que la quiero. Te ofrezco 5 mil por un privado con ella", respondió Homero con dificultad para articular las palabras debido a lo borracho que estaba.

Escuché la conversación mientras me mantenía erguida y segura frente a ellos, consciente de mi propio valor y del interés que despertaba en los clientes del club. Aunque la oferta de Homero era tentadora, sabía que mi tiempo y mi intimidad valían mucho más que eso.

—Está bien, Victoria, te esperará en el privado 5, dijo mientras me daba órdenes de ir al privado a esperar al cliente.

Sin mirar atrás, me dirigí hacia el privado, cerrando la cortina tras de mí. Mientras me acomodaba el conjunto de lencería, saqué un frasco de aceite de bebé de una de mis medias y vertí un poco en mi cuerpo, haciendo que brillara y provocara el deseo de tocarlo. Con cada movimiento, el aceite realzaba mis curvas, añadiendo un brillo seductor a mi piel. Mientras esperaba, me preparaba mentalmente para la sesión, asegurándome de mantener el control y la confianza en cada momento.

Escuché la cortina abrirse y vi al mismo hombre borracho entrar. Sin perder el tiempo, me acerqué a él, dejando que mi cuerpo rozara el suyo mientras susurraba en su oído: "Esto va en contra de las reglas, pero por 2 mil más, te dejaré tocar mientras bailo".

El hombre asintió con entusiasmo: —¡Claro que sí, Victoria, ahora baila!"

Pero en lugar de comenzar a bailar, extendí mi mano hacia él: Oh, claro que no —dije con una sonrisa pícara— Cáete con los 2 mil

El hombre pareció sorprendido por mi respuesta. Sacó algunos billetes y los colocó sobre mi mano extendida. Comencé a contarlos uno por uno para asegurarme de que estuvieran completos.

—Oh, ¿de verdad los estás contando? Pensé que confiarías. dijo con tono burlón.

—Por seguridad, respondí con una sonrisa mientras empujaba suavemente su hombro para que se sentara en el sillón, preparándome para comenzar el baile y hacer que cada centavo valiera la pena.

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