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"¿Jack?" preguntó Edward viendo a lo lejos la silueta de su amigo a las afueras del centro comercial.

Terminaron de acercarse al pelirrojo.

"¿Por qué te fuiste? ¿Te sientes bien?" preguntó James.

"Sí, estoy bien."

"¿Entonces por qué te has ido?" preguntó el azabache.

Pasaron varios segundos en los que hubo una respuesta.

"¿Es por ellos?" preguntó el castaño.

"No lo sé."

"Sí lo es, pero ese no es el problema, y lo sabes", recriminó el mayor.

"¿Qué quieres decir?" preguntó Jack.

"Se refiere a que cada vez eres más ansioso e impulsivo", acusó el castaño.

"No lo niegues, sabes que lo eres", dijo el azabache.

"Tal vez..." dijo James sin atreverse a terminar.

"Deberías volver a ver al psicólogo", completó Edward.

"No", negó inmediatamente el pelirrojo. "No volveré a ver al psicólogo."

"Jack, tienes días volviendo a retomar tus impulsos, cada vez se te ve más ansioso por cosas insignificantes, y te recuerdo que la última vez te dio un ataque de..."

"¡Basta!" interrumpió Jack. "No volveré al psicólogo y tampoco voy a recaer."

"¿No te has dado cuenta de que acabas de frustrarte solo porque te dijo la verdad?" preguntó el castaño.

"Me iré a casa", anunció Jack sin responder mientras empezaba a caminar hacia la parada de Taxis.

"Déjalo, en estos momentos será mejor dejarlo solo", dijo Edward.

"¿Crees que recaiga, había estado bien?", preguntó el menor.

"Él nunca lo ha dejado, eso es parte de él, simplemente ahora lo controla."

"¿Y qué pasará cuando no lo controle? ¿Qué pasará cuando realmente no pueda con tanto?"

...

La respuesta nunca llegó. Habían pasado cuatro años desde el último ataque de ansiedad que tuvo, un episodio en el que tuvieron que sedarlo para poder calmarlo. Había estado unas semanas en el hospital por desnutrición, ya que no se alimentaba como era debido. Ese día tuvo el impulso de lanzarse por la ventana del departamento donde vivían; su madre intentó detenerlo y terminó lastimándola, esa tarde estuvo completamente fuera de sí.

Desde ese día empezó a asistir a psicoterapia y a tomar antidepresivos. Lo peor que le pudo haber pasado, ya que era prácticamente adicto a ellos. Por las noches solía tomar al menos tres de ellos para poder dormir y los días en los que se sentía colapsar prácticamente se drogaba con ellos.

Cuando entró a su casa, todas las luces estaban apagadas. Entró en la habitación de su madre, pero esta no estaba. Se dirigió a su habitación y se quitó la ropa para adentrarse al baño.

Encendió la regadera y se posicionó bajo el agua fría.

Empezó a pensar en todo, la respiración se le volvía pesada y cuando cerraba los ojos, las escenas de Damian y el rubio abrazados aparecían. No entendía sus celos, es cierto, el azabache le llamaba la atención, pero no como para tener esa reacción. Pensó en las palabras de sus amigos. ¿Debería volver a terapia? Recordó los sucesos de hace cuatro años y entró en pánico, recordó los sentimientos, lo asfixiante que era, recordó cada sensación y sin darse cuenta ya estaba buscando desesperadamente los antidepresivos que le quedaban, tomó los últimos dos que le quedaban y se los metió a la boca, cayó al piso mientras seguía pensando en todo lo sucedido, pero siendo jalado por la oscuridad, hasta que ya no veía nada.

Llevaban media hora burlándose de Nicky mientras comían. Según el castaño, no volvería con su actualmente ex, sin embargo, los tres sabían que era una vil mentira.

"Esta vez sí será definitivo", aseguró el castaño.

"Apuesto a que en dos días regresan", dijo el rubio.

"¡Ja! Eso es mucho, les doy un día", dijo Damian.

"Como los odio", respondió el castaño.

"Nos amas", dijo el azabache mientras comía su cuarta hamburguesa.

"Oye, ¿no crees que ya comiste mucho?" preguntó el rubio.

"Sí, pero aún tengo hambre", respondió el azabache.

"Deberías ir a revisión de nuevo", comentó como que no quiere la cosa el rubio.

"No ire al doctor", contestó el azabache.

"Ush, por eso te terminé, por necio", recriminó el rubio.

"Pero, él te terminó a ti", cuestionó el castaño.

"¡Cállate, idiota!", dijo el rubio mientras le metía casi la mitad de una hamburguesa en la boca para que no hablara.

Al verlos, Damian empezó a reír por las caras que hacía Nicky al intentar tragar un poco de la hamburguesa sin éxito.

"Escupe, tonto, te vas a ahogar", le dijo el azabache al castaño.

Nicky, sin poder responder, hizo lo que dijo Damian.

"Ese cabeza de pollo Piolín casi me mata", dijo mientras tosía levemente.

"Ay, deja el drama. ¿Qué harán mañana?", preguntó Dominic.

"Dormir no sería mala idea", comentó el azabache.

"Pero tenías una cita, ¿no?", le recordó Nicky.

"Bueno, como tal no es una cita, creo que puedo faltar."

"¿De quién estamos hablando?", preguntó el rubio.

"De amor platónico de Damian."

"¿Leonardo Raynol?", preguntó Dominic.

"Sí", respondió indiferente el azabache.

"Pero, no entiendo, si él es tu amor platónico, ¿por qué lo quieres dejar plantado?", preguntó Nicky.

"Pues, ya no siento tanta atracción como antes. O sea, no les miento, es muy atractivo. Sin embargo, no es lo mismo que antes."

"Aún así, no deberías dejarlo plantado. Digo, ¿cuándo volverás a tener esta oportunidad?", cuestionó el rubio.

"A ver, chico, es rubio cobrizo, ojos verdes, altura promedio, inteligente, de buena familia, atlético, delicado, tiene buena voz y sabe Dios qué más mierdas trae, ¡pero lo importante es que es el paquete completo! No puedes dejarlo pasar así como así", Nicky intentó hacer entrar en razón al castaño.

"Está bien, le escribiré."

"Sí, bueno, yo me retiro", dijo el rubio.

"Sí, yo también", dijo el castaño.

"Vale, entonces, nos vamos."

Después de despedirse del rubio, Nicky y Damian tomaron el mismo taxi, ya que sus casas estaban relativamente cerca. Primero se bajó Nicky y después le pidió al taxi que lo dejara un poco más cerca de su hogar. Al llegar, encendió las luces; sus padres no se encontraban, pues habían decidido tomar unas vacaciones, pero él no quiso asistir, además, tenía que estudiar. Se dirigió a su cuarto, solo se quitó la ropa y se puso su pijama, demasiado cansado como para bañarse. Después de pensarlo media hora, decidió escribirle a Leonardo.

"Hola, Leo, Soy Damian Magnus."

Después de cinco minutos, el chico respondió a su mensaje.

"Hola, Dami, sé que eres tú, tengo tu número agendado."

Aun no lo había visto y la estaba cagando.

"¿En qué te puedo ayudar?"

Dios, siempre tan elocuente, le recordaba a cierto pelirrojo.

"Quería preguntarte, ¿aún sigue en pie la salida de mañana?"

"Claro, ¿a las 4:00 p. m. te parece bien?"

"Perfecto, pasaré por tu casa a esa hora."

"Vale, feliz noche."

Bien, mañana tenía una cita, no sabía ni siquiera a dónde llevar al rubio y sinceramente tampoco le emocionó tanto como pensó que lo haría.

No sabía cuánto tiempo llevaba mirando al vacío, pero sabía que era bastante. Cuando despertó, su madre tampoco estaba; supuso que había llegado y se había vuelto a ir a trabajar, pues el desayuno estaba hecho, no lo tocó, simplemente lo tiró en la bolsa de la basura y dejó el plato en la mesa. Pasó por la sala y vio todas las cosas que había en ella, sin un sentido, solo detallando. Volvió a su habitación y se subió a la cama mientras veía hacia la pared blanca contando cada dibujo en ella. Cuando se mudó con su madre a esa casa, pensó mucho en cómo quería su cuarto, pero llegó a la conclusión de que preferiría personalizarlo con múltiples dibujos hechos a mano.

No sabía qué hacer, no tenía ganas de nada pero tampoco tenía sueño, simplemente estaba ahí viendo todo y nada. Pensó en su última conversación con Edward y James; tal vez tenían razón, pero eso no le importaba, no quería volver a lo mismo, y no lo haría. Recordó los antidepresivos; estos los compraba ilegalmente, pues no podía comprarlos en una farmacia sin una justificación médica, y los doctores le tenían estrictamente prohibido, algo que le fastidiaba bastante, pues estos eran, según él, la solución a sus problemas.

Después de un largo rato, escuchó su teléfono; buscó de dónde provenía ese sonido y se dio cuenta de que aún estaba en los pantalones de la noche anterior, revisó su teléfono y vio que la llamada era de Nicky. Se extrañó, pues nunca pensó en recibir una llamada de él. Lo pensó por unos segundos, pero terminó respondiendo antes de que colgara.

"¿Hola?" saludó en tono de pregunta.

"Hola, Jack, quería preguntarte si la salida de hoy sigue en pie, ya que James y Edward han cancelado."

"¿De qué salida estamos hablando?" preguntó desconcertado.

"Ayer hablamos sobre ir a comer al nuevo restaurante con nueva temática."

"Oh, claro, lo había olvidado", y lo siguió olvidando porque aún no sabía de qué viaje hablaba.

"Entonces, ¿vienes?"

"Sí, sí, ¿a qué hora?" ese fue el momento en el que le pidió a la tierra que se lo tragara, sus amigos no irían, por lo tanto, iba a tener que convivir directamente con Damian y Dominic.

"A la hora que prefieras, Damian no va y Dominic tampoco, así que solo seremos nosotros."

Agradeció al universo después de escuchar esa noticia, realmente no quería convivir con el azabache y el rubio, y menos si estaban los dos en el mismo sitio.

"Vale, entonces a las 4:00 p. m." fue lo primero que se le ocurrió.

"Okey, entonces te veo en media hora, te enviaré la ubicación."

El castaño había colgado la llamada, pero él seguía con el teléfono en el oído mientras analizaba sus últimas palabras.

"¿Media hora?"

Revisó el teléfono para asesorarse y efectivamente, eran las 3:32 p. m. Este era el momento en el que el humano corre por su vida.

Eran las 3:30 p. m. cuando Damian salió de su casa lo mejor arreglado posible, quería dar una buena impresión al rubio, el cual siempre se veía deslumbrante. Llegó al sitio donde acordó verse con el rubio y justo allí estaba, tan deslumbrante y perfecto como siempre.

"Hola, Dami", dijo el rubio sonriendo.

El azabache solo le sonrió de vuelta a lo que el rubio lo miró con el ceño levemente fruncido, bastante desconcertado por la actitud del azabache.

"Se saluda, ¿no?" dijo el rubio finalmente, tomando su brazo para caminar con él por el lugar mientras tocaban temas de conversación sobre el otro.

A mitad del camino, el azabache ya se había aburrido de la conversación, ya que Leo solo hablaba de sí mismo y su "estresante" rutina cotidiana

"Oye, Damián, tú salías con Dominic, ¿qué sucedió entre ustedes?" preguntó el rubio un tanto curioso.

"Pues terminamos por un pequeño desacuerdo", al decir eso, soltó una leve risa nerviosa.

"Oh, ya veo", respondió el rubio.

El azabache solo hizo un sonido de afirmación como respuesta.

El rubio vio detenidamente al azabache y percibió que tenía algo en su cabellera negra, se lo quitó del cabello haciendo que el azabache lo viera a los ojos. El rubio sonrió al verlo a los ojos, pero su sonrisa desapareció al ver la expresión de Damián, era una expresión de incomodidad.

"Damián, ¿estás bien?" preguntó el rubio sin obtener respuesta, ya que el azabache cayó al suelo en seco.

"¡Damián!", trató de cargar al azabache, sin embargo, se dio cuenta de que Damián estaba bastante delgado.

Si hay algo que Jack Odell jamás se permitiría es salir desaliñado, no importaba cuánto tiempo tuviera, a dónde fuera o la importancia del asunto, su aspecto era su prioridad. Sin embargo, esta vez se le había dificultado, pues el tiempo que tuvo para arreglarse fue muy poco, así que por primera y última vez se daría la oportunidad de salir como un humano corriente, es decir, con unos jeans, una sudadera roja que combinaba perfectamente con sus Converse y su cabello. Salió de su casa corriendo con solo su teléfono y su billetera, tomó el primer taxi que vio y literalmente le suplicó con la mirada que fuera rápido. Llegar tarde jamás era una opción.

Pero, como era de esperarse, tanto esfuerzo fue inútil, pues el castaño llegó diez minutos después.

"Lamento llegar tarde", se disculpó Nicky mientras tomaba asiento.

"No te preocupes, solo fueron diez minutos", dijo el pelirrojo con desinterés, aunque los dos sabían que sí le importaba. Ambos vieron el menú y después de revisarlo todo, se decidieron por lo clásico: una pizza. Mientras esta era preparada, ambos hablaron de cosas triviales, sin embargo, se podía presenciar la incomodidad en el ambiente. A este punto, Nicky se arrepentía de haber hecho esa llamada, pero necesitaba salir de su casa, de lo contrario, terminaría llamando a cierta chica y rogándole para que volvieran.

Y como si el pelirrojo le leyera la mente, dijo:

"Tienes novia, ¿cierto?"

El castaño solo guardó silencio, a lo que el pelirrojo captó.

"Oh, lo siento si te incomodé."

"No, no te preocupes, solo..." el castaño guardó silencio unos segundos, "es reciente."

"Comprendo", dijo el pelirrojo con total sinceridad.

El silencio incómodo regresó y así estuvieron unos segundos hasta que Nicky intentó romperlo.

"¿Y tú? ¿Sales con alguien?"

"No, estoy completamente disponible", el pelirrojo le guiñó un ojo insinuante en modo de broma y ambos rieron.

"Cuando quieras, dama. ¿Qué tipo de hombre sería si dejara pasar esta oportunidad?" siguió la broma y ambos volvieron a reír, esta vez con más fuerza que la anterior.

"Un completo idiota", volvieron a reír a carcajadas de ese juego tan vago, al cual seguramente solo ellos le encontraban gracia, pero al menos ese silencio incómodo ya no estaba y ninguno recordaba sus tormentos. La pizza llegó y comieron entre bromas, habían pasado un buen momento y habían conectado con el humor. Cuando terminaron de comer, decidieron ir a caminar por el parque; anduvieron un largo rato por este, riendo de todo y nada, hasta que llegaron a un extremo del parque donde había un especie de bosque. Iban a volver, pero escucharon algunos ruidos.

"¿Escuchaste?" preguntó Nicky.

¡Por supuesto! Aquí tienes la continuación del texto revisado y corregido:

"¿Escuchaste?" preguntó Nicky.

"Sí, y creo que deberíamos irnos", sugirió el Pelirrojo, a lo que el castaño negó.

"Debemos ir", dijo Nicky mientras lo jalaba del brazo hacia adentro del bosque siguiendo el sonido.

"¿Cómo se te ocurre? Debemos irnos, pueden ser gente mala", dijo Jack.

"Ay, por favor, deja de ser cobarde y vamos", insistió el castaño.

La verdad es que el pelirrojo sí tenía curiosidad, pero también tenía bastante miedo.

"Bien, pero si pasa algo será tu culpa", dijo Jack.

El castaño solo sonrió y arrastró al pelirrojo siguiendo el ruido; entre más se acercaban, más fuerte se escuchaba hasta que pudieron reconocer un canto, al parecer eran personas. El pelirrojo iba literalmente temblando, mientras el castaño, al contrario, solo disfrutaba de la adrenalina en su cuerpo. Pero toda esa diversión que le veía a la situación desapareció cuando vieron a varias personas en su desnudez dando vueltas alrededor de un altar mientras cantaban.

"¿Nudistas?", dijo el castaño en voz alta, llamando la atención de las personas y de Jack, quien lo veía con odio y miedo

Say goodbye in ItalyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora