7. Rayito de sol

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Con el comedor impoluto y los niños descansando ya en sus barracones, Martin había conectado su portátil con el proyector de la sala para ver una película en la gran pantalla, junto con Abril y el resto de sus compañeros. Transcurridos unos veinte minutos, Chiara había perdido el hilo del argumento por haberse apoderado de ella el remordimiento de lo que le había hecho a Violeta en la guerra de globos de agua. La pelirroja no había querido quedarse con ella en la piscina ni a ver la película, así que decidió salir a buscarla para disculparse. La encontró en la terraza, tumbada en uno de los sofás con una manta sobre sus piernas y un libro cerrado sobre su regazo.

- Hola, ¿te importa que me quede contigo? - preguntó cautelosa.

- Claro que no.

Avanzó unos pasos más hasta quedarse justo delante de la pelirroja.

- Perdón, Vio, no quería ser violenta con el globo - hizo un puchero y continuó - Violeta, no quiero que estés enfadada conmigo.

- No estoy enfadada, obviamente, no estoy enfadada. Y menos contigo - respondió sin un ápice de resquemor en su voz.

Lejos de guardarle rencor, la de Motril simplemente quería estar a solas. En los días que llevaba de campamento su mente había ido acumulando pensamientos y necesitaba procesarlos.

- ¿Segura? - quiso confirmar.

- Contigo es imposible enfadarse, Kiki. Anda, ven aquí - dijo apartando la manta y haciéndole hueco para que se recostara a su lado.

La menorquina obedeció de buen grado, contenta porque no estuviera resentida por la emboscada. Violeta cubrió a ambas con la manta y Chiara se acomodó reposando la cabeza sobre su hombro.

- Hueles bien.

- ¿Sí?

La morena se acercó aún más para corroborarlo. El roce de su nariz en el cuello de Violeta le hizo cosquillas.

- Sí - confirmó.

Si le hubieran preguntado en aquel momento, Chiara no hubiese sabido definir a qué olía Violeta, si a chuches, a fruta madura o a verano. Aquello sólo lo podía hacer una Kiki penumbras y ella era un rayito de sol.

La pelirroja aprovechó la ocasión para retomar su faceta curiosa.

- You are my sunshine - leyó del antebrazo derecho de Chiara.

- Es por una canción que me cantaba mi madre cuando era pequeña. Me costaba muchísimo dormirme y sólo lo hacía con esa - le contó.

La menorquina tomó aire y lo soltó en un suspiro.

- Aún me llama little sunshine, la echo mucho de menos - reconoció.

Violeta dejó un beso en su sien para reconfortarla. Después fue el turno de la morena de interesarse por un tatuaje de su compañera.

- In-mar-ce-si-ble.

La palabra grabada en la piel de la pelirroja sonó de la boca de Chiara como lo hubiera hecho en la de un niño que está aprendiendo a leer. En los días que llevaba en el campamento la menorquina había ido mejorando con el castellano, su tercer idioma, por detrás del inglés, que era su lengua materna, y del catalán. Aún así, estaba segura de que no había visto antes esa palabra y desconocía su significado.

- ¿Qué quiere decir?

- Que no se puede marchitar.

La motrileña suspiró. Cuando se lo hizo pensaba que ella era así pero, en esos momentos, reconocía que sí se había ido marchitando en el último año. Para bien y para mal, lo vivía todo con intensidad, y las decepciones que había ido arrastrando con el amor y en el trabajo le habían restado vigor y frescura.

- Conmigo también te puedes desahogar - ofreció al notar su tristeza recordando las palabras que le había dicho el día que cantaron juntas por primera vez.

- Gracias, Kiki.

Violeta volvió a quedarse en silencio mirando al firmamento.

- Me pasaría horas mirando el cielo, me encanta la luna - dijo al cabo de un rato.

- Pero hoy no se ve.

- Pero me basta con saber que está ahí, aunque no pueda verla.

- Yo llevo una luna y una estrella tatuada, me la hice con... mi ex - añadió susurrando las dos últimas palabras.

Allí tumbadas las dos solas mantuvieron la primera de muchas conversaciones profundas. Descubrieron que tenían tantas cosas en común que bien podrían haber nacido del mismo diente de león.

- Anda, que menudo par de intensas nos hemos juntado. ¿Qué horóscopo eres?

- Piscis, ¿y tú?

- Acuario.

- Uf, los acuarios - replicó la menorquina.

- ¿Los odias?

- No los odio, pero...

- Tu ex era acuario, ¿verdad? - dedujo.

Chiara asintió con la cabeza.

- Joder, tía, pero tú y yo nos llevamos bien, ¿verdad? - quiso confirmar.

- Muy bien.

La menorquina reafirmó sus palabras dándole un abrazo.

- Yo no te voy a hacer daño, te lo juro- prometió la pelirroja manteniendo el cuerpo de Chiara contra el suyo rodeándolo con sus brazos.

- Yo soy little sunshine y tú sunshine protector.

- Eso es, que no me entere yo que alguien se mete con mi Kiki.

- ¿Quieres que te cante la nana?

- Vale.

You are my sunshine, my only sunshine

You make me happy when skies are gray

You'll never know dear, how much I love you

Please don't take my sunshine away

La voz de Chiara, recostada como estaba sobre el torso de Violeta, resonaba al cantar haciéndolo vibrar. La pelirroja pensó que las cosquillas que notó en su pecho fueron por eso pero, en realidad, las produjo una semilla al posarse en su corazón y que, lejos de marchitarse, iba a ir nutriéndose de cada latido y de los rayitos de sol para echar raíces.

Gracias por leer!
*Si queda alguien que no sepa de qué va la cosa de los olores y el mote de penumbras, que se haga el favor de leer La sala de los menesteres de TomorrowJuana, el mejor fic del mundo mundial.

El compás / KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora