15. Do mayor

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La convalecencia de Chiara, que solamente duró unos días, sirvió para que la relación con Violeta se hiciera aún más fuerte y profunda. Una vez la menorquina estuvo recuperada del golpetazo, cumplió con su oferta de dar clases de guitarra.
En el aula estaban Ruslana y Violeta como alumnas y Bea como apoyo moral.
La clase empezó con la menorquina indicándoles cuál era la nota de cada una de las seis cuerdas, cómo debían pisarlas con la yema de los dedos sobre los trastes y cómo rasguear con la mano derecha para hacer sonar el instrumento.

- Y, ¿cómo tocas, tía? Con la teta, yo no sé si ponérmela encima o aplastar detrás.

Violeta, que nunca había tocado la guitarra, estaba teniendo problemas para acomodársela. Con el clarinete era mucho más sencillo.

- Yo no tengo ese problema - dijo Ruslana.

- Pues menos mal que yo toco el piano, os gano a las tres juntas - comentó Bea.

- Boobs!

La profe de baile, que ya tenía confianza con sus compañeras, se atrevió a comparar tamaños posando sus manos sobre los pechos de Bea y Chiara, que se animaron a hacer lo mismo.
Violeta, en cambio, se aferró más a la guitarra usándola como si fuera un escudo. Le daba exactamente igual que Ruslana o Bea le metieran mano, sin embargo, después de la clase de baile no sabía cómo podía reaccionar si fuese la morena la que lo hiciera.

Una vez que las alumnas tuvieron claros esos conceptos básicos Chiara pasó a enseñarles cómo se hacían los acordes.

- Vamos a empezar por do mayor, que es mi acorde favorito. Se puede hacer con varias posiciones pero, de momento, os enseño sólo una para no liaros.

Tras un poco de práctica Ruslana, emocionada porque ya le salía de forma consistente, tocó el acorde de forma reiterada y empezó a cantar.

Kikiiii, Kikii, Kikiiiii

- ¡Qué guay!  ¿Con esto podría hacer una canción?

- Sí, en teoría podrías hacer una con un solo acorde.

La clase prosiguió un rato más, hasta que los dedos de las pelirrojas empezaron a resentirse. La excesiva presión sobre los trastes y el no estar acostumbradas a tocar instrumentos de cuerda habían dejado sus yemas rojas y doloridas.

Tras la cena los excompañeros de cabaña estaban en el aula de piano escuchando a Chiara tocar una melodía que se le había ocurrido a Violeta.

- Perdón por decir si esto te gusta - se disculpó la menoquina.

- Amor - dijo la pelirroja.

- He parecido un poquito violenta.

- ¿Cómo va a ser preguntarme si algo me gusta algo violento? ¿Me lo puedes explicar?

- Porque eres libre de que te guste lo que quieras.

- Ay, Kiki - dijo Omar riéndose

Violeta abrazó a Chiara mientras miraba al chico y negaba con la cabeza.

- No puedo con esta niña.

- No puedes - confirmó Omar.

- Eres libre de que te guste lo que quieras - repitió Violeta.

- Si te gustan los acordes disminuidos te pueden gustar - insistió Chiara.

- Gracias.

Ruslana apareció en ese momento buscando a Omar, que se fue con ella dejando a las dos chicas solas en el aula.

- ¿Sabes qué quiero hacer? Aprenderme los acordes al piano - comentó Violeta.

- Pues si quieres te ayudo. Me encantaría ayudarte, mi niña.

El compás / KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora