Parte 3

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Después de eso, Pedro tuvo muchas novias. Sus hermanas se quejaban de eso y le decían que usaba a las mujeres para no estar solo. "¿No es lo que todos hacen?", decía él, "todos buscan a alguien para no estar solos".

Antes de irse a Norteamérica, tuvo una novia seria, pero en realidad, ella era la única que pensaba eso. Porque él estaba dispuesto a irse y ese viaje no se pospondría por nada.

Se llamaba Sara, y ciertamente la adoraba, tenía la piel pálida y el cabello oscuro lacio hasta la cintura. A Pedro le gustaba cuando se enojaba con él porque sus ojos furiosos le hacían sentir cosas que otras mujeres no habían conseguido. Además, también era actriz y lo entendía.

Había sido su favorita ese último año, pero Pedro Pascal ya no se aferraba a nadie. No, no, no. Tenía que cumplir sus sueños allá en la ciudad de las estrellas y pondría todas sus energías en ello.

Cuando le contó sobre el viaje, ella frunció el ceño frente a él. Pedro sintió que podría haberlo enterrado en el suelo de una patada.

–¿Así nada más? ¿Te vas?

Él se recargó en la puerta del auto y encendió un cigarrillo asintiendo, esperando una escena, un par de gritos, tal vez una cachetada. Pero Sara le arrebató la colilla de las manos y la tiró lejos de ellos.

–¿Por qué no me lo dijiste antes?

–No quería que sufrieras.

Ella lanzó una carcajada al aire, se llevó ambas manos a la cintura, riéndose por su actitud.

–Me hiciste perder el tiempo. –Pedro nunca la había visto llorar y su fachada de indiferencia se derrumbó hasta el suelo cuando la vio quebrarse frente a él. –¿Por qué no me lo dijiste antes? Nos ahorraríamos esto. –le dijo llevándose ambas manos al rostro.

Pedro la abrazó, arrepentido de ser un idiota. Aunque eso no quitaría que se fuera.

–Lo siento... –ella levantó la cabeza para verlo, Pedro le limpió las lágrimas. –Tengo que hacerlo. No puedo quedarme aquí.

Sara asintió recuperando la compostura. Era tan orgullosa que no lo dejaría verla sufrir más.

–Sabía que no estabas enamorado de mí.

–No digas eso...

–Es cierto, sólo te gusta el sexo. –él se acercó para besarla, ella le correspondió con rabia.

–Me gusta el sexo. –admitió en un susurro. –Pero también tengo corazón.

No la extrañó tanto como pensaba cuando se fue, pero desde ese día decidió tener más cuidado con las mujeres. No quería ni pensar lo que diría su madre si supiera las cosas que hacía o cuantos corazones había roto hasta entonces.

A veces pensaba que nunca encontraría a alguien con quien realmente quisiera estar y eso lo asustaba.

Pese a todo, Pedro seguía esperando impaciente las cartas de Ana cada mes. Mentiría si dijera que no tenía ilusiones de que algún día ella y Jim se separaran y finalmente podría escogerlo a él, pero a veces sentía que Ana en realidad nunca había tenido opción, se había ido porque sus padres la habían obligado y eventualmente tuvo la suerte de que terminó siendo feliz allí.

Pedro siempre le preguntaba si estaba feliz y si todo estaba bien, Ana siempre decía que sí. Eso lo inquietaba. ¿Y si un día le ocurría algo y no se enteraba?

Por un tiempo, dejó de escribirle. Todo ocurrió cuando Pedro estaba listo para presentarse en su primera obra de teatro con un papel protagónico. Le había enviado invitaciones a Ana dos meses antes, pero en su última carta le había dicho que no estaba segura de si podría ir a Estados Unidos.

Jim tenía mucho trabajo y Agnes todavía estaba pequeña para hacer un viaje de ocho horas únicamente para pasar una sola noche en Nueva York.

La noche del estreno, Pedro esperó y esperó. Incluso pidió 5 minutos más cuando la función estaba a punto de empezar. Con el estómago revuelto, se asomó entre el telón para ver al público. Encontró a sus hermanas, su padre y algunos primos y amigos de la ciudad, pero el asiento de Ana estaba vacío.

En el acto final, Pedro tenía que llorar. No había conseguido llorar de verdad en los ensayos, pero esa noche lo hizo, lloró porque ella no estaba allí.

La obra fue un éxito y recibió flores y felicitaciones. Pero no era realmente lo quería, no estaba feliz y no se sentía satisfecho.

Su padre lo notó mientras se quitaba el maquillaje en el camerino. Sus hermanos los estaban esperando afuera para ir a cenar y habían quedado solos en medio de los vestuarios y los espejos de la pequeña habitación.

–¿Por qué estás tan molesto? Estuviste muy bien, me gustó... y eso que no me gusta el teatro.

Pedro lo miró a través del espejo y se hizo el loco.

–Tu madre estaría muy orgullosa de ti.

–Lo sé. –murmuró.

–¿Estás así porque ella no está aquí? –le preguntó. Pedro detuvo el algodón húmedo sobre sus ojos y suspiró. –Me refiero a Ana.

–Nadie está hablando de Ana.

–Pero estás pensando en ella. ¿Cuándo fue la última vez que la vimos? ¿Harán tres años desde el funeral? –recordó.

–Más o menos.

–¿Y qué estás esperando? –su padre se sentó en el sofá tras él y lo miró desde allí por el espejo. –¿Crees que va a dejar a su familia por ti?

Pedro se giró incrédulo, jamás le había dicho a su padre lo que sentía realmente por ella. ¿Tan obvio era?

–No estoy siendo cruel, te lo pregunto en serio. Tú la conoces más.

–¿De qué estás hablando? –trató de evadirlo.

–Por favor, Pedro. –su padre se rió. –Todo el mundo pensaba que terminarían juntos.

–No es cierto.

–Pregúntale a tus hermanas.

–¿Y por qué estamos hablando esto ahora? Ella no está aquí de todas formas.

–Porque sé que la extrañas.

–Basta, papá. –Pedro le dio la espalda para terminar de limpiarse el rostro y cuando levantó la cabeza de la toalla que usó para darse un último toque, su padre estaba de pie a su lado.

–No me gusta verte sufrir. Sé que no disfrutaste tanto lo de hoy porque ella no se presentó.

Pedro suspiró y dejó caer los hombros.

–Papá...

–Sólo digo que, no puedes esperarla toda una vida. Disfruta, pero deja de esperar que algún día se quede contigo, no digo que es imposible, pero... tienes que ser feliz con o sin ella.

Esa noche, Pedro cenó con su familia y más tarde se fue de fiesta con sus compañeros de elenco. Y allí, mientras bebía de un vaso rojo lleno de cerveza en medio de la euforia de los bailes y el alcohol, decidió que no le escribiría a Ana nunca más.

O lo intentó.

Y O U [Pedro Pascal / Precuela] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora