Cap. 2 🐛

51 10 3
                                    

Febrero 20, 1959
Condado Milwaukee
Wisconsin, Estados Unidos

Tema: You Send Me -Sam Cooke

-¡Hey! Si, tu... preciosa ¿A dónde vas? -tres hombres en tirantes, sudados y con olor a macho obrero, chiflaron a una bella joven que caminaba haciendo sus tacones resonar, el precioso vestido rojo a solo pocos centímetros por encima de sus tobillos revoloteaba con el viento, caminó ignorando los piropos de aquellos tres trabajadores que eran animados por otros obreros detrás. -¿Sabes? Tengo un mejor lugar para ti aquí -insistió uno de ellos -aquí dentro de mis pantalones -todos los varones rieron, y chiflaron, la mujer continuó su camino dejando atrás a los machos que simplemente volvieron a su trabajo. Jungkook en cambio los miraba con los labios fruncidos, desde el otro lado de la calle, con sus brazos cruzados y negando con la cabeza.

-No tienen respeto por nada, esos hombres. -Expresó el castaño y Hoseok a su lado que devoraba silenciosamente un pedazo de pan, estuvo más que de acuerdo. -Alguien debería ponerles un alto, siempre hacen lo mismo con cada chica que pasa, ¿no será incomodo para ellas? -el mayor se encogió de hombros terminando su bocado.

-Supongo -se sacudió las manos en sus pantalones cafés y miró a su amigo, quien le dedicaba una mirada gélida esperando algo más que solo un ''supongo'' -No lo sé Jungkook, creo que definitivamente deben sentirse incomodas, por eso los ignoran, deberías hacer lo mismo.

-¿Qué? ¿Te refieres a ignorar todo lo que pasa a mi alrededor? Es imposible, sabes que soy un observador empedernido, y que hay muchas cosas que no me gustan de las personas.

-Mi pequeño Jungkook siempre en contra de todo lo que esta sociedad dicta ¿No es así? -el menor dirigió la mirada hacia los mismos hombres que ahora chiflaban a otra mujer.

-Simplemente creo que hay cosas que no deberían estar tan normalizadas. -Hoseok le observó por un largo momento mientras el menor estaba perdido en los actos de aquellos obreros, Jungkook era siempre así, si veía algo que no le gustaba, hacia todo un parlamento mental de cómo podría cambiarlo, casi podía ver el futuro del castaño, sobre un estrado velando por los derechos de todo tipo de personas. Justo en ese momento se lo imaginó gritando ¨Prohibido chiflarles a las mujeres en la calle¨ Y por supuesto siendo abucheado por todos.

-Ojalá fuera tan sencillo - susurró más para sí mismo, pensando en todas las cosas que a él mismo le gustaría cambiar. -Vamos Kook -el menor siguió a su amigo dentro de la disquera, cientos de vinilos estaban a la espera de que alguien como Jungkook, apasionado de la música y con un oído que fue casi creado solo para deleite de aquellas espectaculares mezclas de notas, los compraran. Por supuesto si los vinilos pensaran estarían decepcionados, porque Jungkook no vio ningún otro que no fuera en la sección especial para Elvis. Había logrado guardar un poco de dinero de lo que ganaba con trabajos informales, llevando la leche a las casas, ayudando a Hoseok con el periódico, ayudando al panadero y lavando coches. La mayoría de sus monedas ganadas se las daba a su madre, y guardo una de cada ganancia, para poder comprarse ese vinilo que tanto había deseado, no lo pensó dos veces para ir hasta el mostrador y pagar.

Salieron de la tienda tratando de contener sus ganas de gritar y brincar, irían esa misma tarde a casa de Hoseok para usar su tocadiscos y escuchar a Elvis. -Es el mejor día de mi vida -aseguró Jungkook.

-¿Deberíamos comprar galletas? Creo que tengo tres o cuatro centavos. -mencionó sacando sus monedas de la bolsa, al no obtener respuesta miró a su amigo -¿Jungkook? -Pero ¿cómo podía escuchar las palabrerías de su mayor si su oído había captado algo más, una melodiosa voz, que sonaba como el canto en una luz de luna brillante, se sentía como si todo pudiera estar en paz, como si todos los males a su alrededor pudieran convertirse en cosas buenas, como si todo pudiera desaparecer excepto él y aquella preciosa voz masculina. Cerró sus ojos, y agudizó su sentido del oído, como si este pudiera dirigirlo al lugar del cual provenía el sonido relajante. Y probablemente así era pues enseguida giró su cabeza a la izquierda y sus pies se movieron automáticamente. Hoseok le siguió extrañado tratando de llamarle en vano. No tuvieron que caminar mucho para dar con el joven sentado en una banca, tocando una guitarra y cantando libremente. Sus hebras oscuras cubrían parte de su rostro gracias a las ráfagas del viento, solo podía estar inmerso en los labios rosados que se movían al cantar.

El Secreto de Jeon Jungkook [En Emisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora