O1 | "el paraíso" | one-shot

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La suave brisa calida chocaba contra su rostro y no pudo evitar inhalar profundamente el ambiente, sintiendo como el aroma de las flores se colaba por sus fosas nasales: un olor suave y al mismo tiempo imperceptible.

Sin poder contener su emoción por mucho más tiempo, se dispuso a abrir ambos orbes ubicados abajo de sus cejas. Había estado esperando esto desde hace mucho, desde que se enteró de la existencia de los dos pares emplumados perlados en su espalda, desde que se tragó el llanto cuando se dio cuenta que tirarse de ese puente no lo conduciría al infierno.

Al ver tal escena pudo jurar como el corazón se le apretaba y la primera lágrima acumulada salía.

Un campo enorme de hortensias de todos los colores se mostró ante su vista, como si hubiese sido hecho solamente para su deleite y disfrute. De distintos tamaños, las flores bailaban junto al viento impregnado con su perfume.

―― Él me había prometido traerme a algún lugar así. ――Habló al aire, sus propias palabras retumbando sólo en sus oídos. Hablaba de alguien especial, tan especial, que la segunda lágrima se aceleró en salir.――

Se iba a agachar a disfrutar más de cerca de esas plantas que tanto le fascinaban, pero algo a la distancia le llamó la atención, y sus ojos de distintas gamas no podían apartarse de eso, como si fuesen atraídos inconscientemente.

Un hombre, que se encontraba de espaldas y en medio del campo, se sentó con lentitud en el suelo. Las hortensias se hicieron a un costado, dejando solamente el pasto y tierra en los cuales crecieron, para que no fueran aplastadas por el peso del individuo de innumerables cicatrices.

La presencia de cabello plateado le arrugó un poco el corazón, incluso el alma, al hombre francés. Era ese color donde encontraba la sensación de nostalgia, de culpa, como si hubiese perdido a alguien, como si lo hubiese abandonado.

Dio un paso hacia enfrente, tímido. Y a la par que Horacio caminaba, curioso como un animal suelto de su propio cautiverio, las plantas le cedían el paso y volvían a crecer tras sus pisadas. Como si los estuvieran esperando a esos dos todo ese tiempo, como si todo el esfuerzo que estaban poniendo era para que esas ambos se encontrarán.

Ahora que estaba más cerca, no podía negar la verdad. El estómago se le revolvió, por un momento ya no sentía las alas en la espalda y más bien era como si se las hubiesen cortado a punta de cuchillo carnicero.
Posó una mano en el hombro del sujeto pálido, totalmente aterrorizado. Sintiendo como su voz salía quebrada y ronca, decidió preguntar pasados unos segundos:

―― ¿Viktor?

Tembló cuando los ojos celestes que tanto conocía se encontraron con los suyos. La presencia de una margarita en el lateral de su cabeza, y una característica hortensia azul en el otro lado, le confirmó la causa de su muerte. Un disparo a la cabeza, y no sería la gran cosa si el nudo de la garganta de Horacio no se hubiese apretado más. El color de la segunda flor era lo más parecido a las frágiles alas de una mariposa, como aquella que vio en la iglesia hace mucho tiempo, como su favorita, y sabía que eso no era coincidencia.

A pesar de su expresión desorientada, inmediatamente el hombre estalló de felicidad y se levantó con rapidez para envolver al más bajo entre sus brazos.

―― ¡Horacio!, ――Lo escuchó sollozar.―― ¡no puedo creer que estés aquí!

Se quedó inmóvil, estático. Los pétalos azules rozaban su piel, y aún así la señal no llegaba a su cerebro, tal vez no lo suficientemente rápido. Había comenzado a temblar, y se encorvó volviéndose más bajo que antes.

―― ¡Te extrañe demasiado, joder! ――Apretó más su cuerpo y mojó el hombro contrario con sus propias lágrimas, su acento ruso no siendo capaz de enmascarar su mar de lágrimas.――

―― ¿Qué pasó? ――Fue lo primero que logró musitar.――

Con las cejas juntas, obligó al contrario separarse de él. Sus dedos color canela se encontraron con sus mejillas pálidas, y de vez en cuando, las yemas de sus dedos rozaban con los pétalos blancos y azules.

Viktor guardó silencio ante tal pregunta. Entrelazó sus dedos con los de Horacio y miró al suelo, sus alas batiendo suavemente en duda. No sabía si contestar eso, pero la verdad estaba clara entre ambos.

―― ...No me podía imaginar una vida sin ti.

VOLKACIO : one-shots, drabbles & headcanonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora