O2 | "otro año a tu lado" | one-shot

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La longitud de sus dedos morenos recorrían el palisandro, tomando en cuenta la suavidad de la cera bajo la grietosa sequedad de sus yemas. El relajante viento lleno de sal marina choca contra su rostro, impregnandose en los poros de su piel, colandose entre los pequeños vellos de su barba y revoloteando en una sutil danza los mechones pasteles de su cresta.

Cuando su tacto se encuentra con la frialdad del vidrio, levanta la mirada, su par de ojos de colores chocolate y esmeralda por individual admirando el paisaje mientras camina por lo largo del balcón. La casa vacacional probablemente había sido una de las más acogedoras sorpresas por parte de su novio, y es que se le derrite un poco el corazón con tan solo recordarlo.

Unos pasos que se escuchan atrás suya le hacen girar un poco la cabeza, pero sabe que no debe ponerse a la defensiva, ni mucho menos en una posición tal gato agazapado que no quiere ser lastimado. Ya no.
Sabe que está seguro desde hace mucho, mucho tiempo. Desde que el cielo mismo camuflado en los orbes de un comisario dieron la casualidad de toparse con su presencia.

― ¿Horacio?

Las cuerdas vocales del individuo ruso vibran en un suave llamado cargado de dulzura, regocijandose en los oídos de su amado, los cuales están encantados al no oír la mera y simple pronunciación de la primera letra de su nombre, como casi todos los días.

― ¿Todo bien? ― vuelve a hablar, el duro acento no siendo capaz de camuflar la suavidad con la que se dirige a la otra persona.

― Nada de qué preocuparse. — le contesta, y sin voltear a verlo, tantea el aire en busca de su mano. — Sólo estoy pensando en cosas.

Viktor nota aquel movimiento, riendo un poco en sus adentros al pensar en lo tierno de esa acción y en el sonido que hace su pulsera al sacudirse, la estrella y el número diecisiete chocandose repetidas veces. Era ese el precioso regalo fundido en plata que le había regalado... la materialización de su reencuentro.

— ¿Qué cosas? — sus dedos pálidos se encuentran con los de Pérez y los entrelaza, cumpliendo su silencioso pedido y caminando hasta colocarse a su lado en el porche.

— Cosas, cositas. — le contesta en un tono levemente juguetón luego de unos segundos, la inevitable sonrisa socarrona pintandose en su rostro.

— Me temo que no sé qué son esas "cosas, cositas". — enuncia de la misma manera, mirando a los ojos bicolores del contrario en busca de una respuesta, aunque este no se diese cuenta.

Un par de risas abandonan los labios de Horacio en un efímero período de tiempo, volviendo a su expresión neutral casi al instante. Doliendole un poco que haya cambiado de ánimo tan rápido, como si lo estuviese fingiendo, el ruso gira su cuerpo en dirección suya para hablar más apropiadamente, con la esperanza de que él repita su acción.

— ¿Seguro... que está todo bien, cariño? — le proporciona un suave apretón a la mano tatuada con una cara sonriente, como si quisiese reafirmarle su presencia.

El menor baja la mirada repentinamente, ahora mirando al suelo desde la altura del balcón donde ambos se encuentran, y suelta un suspiro. El corazón le había dado un pequeño brinco en el pecho ante tal mote amoroso, nunca siendo capaz de acostumbrarse por completo, e incluso, los labios le comienzan a cosquillear en un pequeño llamado de auxilio por la calidez de los otros.
Se pasa una mano por la cresta, resoplando en un intento de controlarse al saber que no era el momento, mientras que Volkov lo acribilla con una mirada y movimiento de cabeza tal cachorro preocupado por su dueño.

— Es sólo que... — poco a poco sus ojos se encuentran con los celestes grisáceos del más alto, al mismo tiempo que su cuerpo rota. — últimamente he estado recapitulando un poco respecto a nosotros.

VOLKACIO : one-shots, drabbles & headcanonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora