Capítulo 4

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Desde su lugar podía escuchar como la gente estaba coreando su nombre. En el estadio simplemente se respiraba la felicidad, la excitación y el orgullo. Todos con los colores de aquel equipo que tanto le debía ya que él no estaría en ese lugar sintiendo que tenía todo el mundo en su poder.

Los cantos eran más fuertes y le habían dado la instrucción de no salir hasta que viera la señal. Sus manos estaban sudando de los nervios, las levanto en el aire y sacudió para que ese sentimiento no lo siguiera más. Le gustaría ver el rostro de sus padres ya que esto era un logro de ellos de igual manera puesto que sin su apoyo y los sacrificios realizados todo sería otra historia.

Messi.

Messi.

Messi.

Messi.

Todos cantaban su nombre al mismo tiempo en que levantaban sus brazos en una clara señal de reverencia. No podía creer que estuviera viviendo esto a su edad de veinticuatro años. Quien sabe dónde estaría sí...

Entonces ve la señal y el agente que tenía a su lado izquierdo con un movimiento de cabeza le dice que comience a caminar. Por unos segundos siente que su mundo entero esta fuera de orbita, su cerebro no capta bien la señal. Pero se recupera y comienza a dar los pasos por el pasillo de compañeros que gritan, aplauden y le sonríen con tanto orgullo. Todos esos rostros con los cuales lograron otra victoria para el Barcelona.

Los gritos de los aficionados se hacen cada vez más feroces. Es como una bestia que acaba de despertar y si es sincero consigo mismo. Por un microsegundo tuvo miedo de escuchar tantas voces soltando ese grito. Tiene una sonrisa en su rostro, este momento es suyo. Levanta las manos para saludar a la gente y una vez más los ánimos suben de nivel. Tiene miedo de que algo malo pase por el comportamiento de la gente.

El rostro de sus amigos tiene esa sonrisa de orgullo. Es esa seguridad de que es bueno en lo que hace. Que lo quiera o no esta marcando la historia a su manera. Justo cuando llega al lugar indicado (recuerda que en los ensayos siempre se pasaba de la línea marcada por unos metros). Aguarda el momento.

Su madre, Celia, viene con una sonrisa de un enorme orgullo cargando ese balón de oro que tanto se esforzó en alcanzarlo. Esto es mejor que sus sueños porque es la realidad, sabe que nadie lo va a venir a interrumpir y sacar de este paraíso. Casi que sus ojos le juegan una mala pasada y estaba a nada de llorar, pero recuerda que los hombres no lloran y mucho menos las estrellas del momento.

Cuando madre e hijo están cara a cara no lo pueden evitar y ambos se dan un abrazo. En ese instante miles de flashes se pueden apreciar en las gradas. Los fanáticos quieren capturar este momento como si fueran ellos, como si estuvieran abrazando al gran Messi. Como si fueran ellos quienes le estuviera entregando ese gran balón.

—Te amo tanto, nene. Ya eras el mejor para mi desde antes de esto— señala su madre con mucho amor al momento en que se acerca a la oreja de su hijo para compartir este secreto—. En casa te voy a preparar algo rico, ya lo veras.

Messi solo puede sonreír para luego aceptar ese balón. Cuando lo tiene en sus manos es la tercera vez que siente que el estadio completo se vendrá a bajo por toda la emoción que la gente experimenta. No lo puede evitar, sonríe como un bobo y luego lo levanta para caminar unos pasos y mostrarlo a todo el estadio.

Todos esos niños que ven a su ídolo se llevaran a la cama hoy una hermosa imagen.

El partido va a comenzar y sabe que se tiene que retirar. Por última vez levanta el balón y luego con una mano comienza a despedirse para salir de la cancha. Rezando que su equipo juegue de maravilla ahora que él no los estará acompañando.

Tres mil maneras de ser yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora