Capítulo Uno

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Puñetazos, patadas y rasguños

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Puñetazos, patadas y rasguños.

Lo cierto es que todavía no se habían acostumbrado al nuevo mundo que se les otorgaba al ser estrellas.

Un gemido lastimero sale de la boca de un hombre al ser estrellado contra una pared de hormigón, este, sin tardar mucho, termina noqueado a un costado.

Ese día se cumplía un año desde que superaron el entrenamiento, y se integraron por completo al trabajo de campo.

—¡Celina, más te vale que esté vivo! —vocifera Jade a su amiga, desde la otra punta de la fábrica, intentando inmovilizar a su atacante.

Jade se movía con rapidez, esquivando los golpes, y a la vez, tanteando de vez en cuando el arma de fuego escondida en su muslo, confiando en que no tendría que utilizarla.

La misión era sencilla. Dar con el paradero de los hermanos Boyle, un trío de estafadores con poca experiencia que provocaron a la gente equivocada. El poco cuidado de los hermanos para borrar pistas las condujo a una fabrica abandonada a las afueras de la ciudad, lugar donde aparentemente se refugiaban hasta poder armar un plan para salirse con la suya.

Lástima para ellos, pero eso no sería posible.

—¡Hoy era nuestro día libre, más le vale a él seguir con vida! — responde Celina tajante, colocando unas esposas en las muñecas del desmayado.

Ellas no eran asesinas, solo tenían que atrapar a los malos, eso es todo.

Sin embargo, Celina no se percató de otro atacante, esta vez, con pasos pesados iba arrastrándose hasta llegar a ella, con la intención de pegarle con una barra de metal que sujetaba en sus dos manos.

—¡Cuidado! —le grita Jade, alertando, pero ya es muy tarde.

—¡AHH!

Aquel hombre termina cayendo al suelo, sorprendido, desangrándose gracias a un cuchillo que fue acomodado en su ojo izquierdo.

—¿Nadie te enseñó a cómo tratar a una dama? —cuestiona Aurora molesta.

Celina, aun en el suelo, observa con una sonrisa a su amiga, pues esta siempre parecía salir de las sombras en los momentos justos. 

Las dos terminan de neutralizar al apuñalado con un taser y apilan su cuerpo junto al de su hermano, por la pared de hormigón. 

—¡¿Jade?!

—¡Aquí! —trotando, llegan hasta su amiga, quien para ese momento jadeante, descansaba su pie sobre el pecho del hombre con el que había estado luchando, pero que ahora mismo se hallaba inconsciente, amarrado entre cables.

Las tres sueltan un suspiro de alivio.

—Estrellas, nuestro trabajo está hecho. 

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La mañana siguiente, la ciudad de Los Ángeles amaneció nublada. El cielo se hallaba repleto de nubes grises, tan cargadas que parecían que en cualquier momento iban a estallar. El viento azotaba a los árboles llevándose a rastras hojas secas, y el aire frío provocaba querer acomodarse bajo las sabanas y no salir de la cama hasta por lo menos un día después.

Justamente, ese ere el plan de Celina, el cual se vio frustrado, ya que, junto a sus amigas había sido llamada de la empresa para recibir nuevas ordenes.

—Buenos días, estrellas.

Al llegar a la oficina las recibió una voz varonil, agradable, proveniente de la silla tras el gran escritorio posicionado en el medio.

—Buenos días, Vega — responden Jade y Aurora.

En cambio, Celina le regala una mueca de molestia. Aquel era el culpable de su mal genio esa mañana.

Vega es el encargado de proveerles las misiones, se podría decir que el puente entre la cabeza y sus agentes. Aquel hombre que apenas rondaba los cincuenta y siete años, llevaba la cabeza afeitada por completo, pero se dejaba crecer una barba oscura con alguna que otra cana, que mantenía corta.

—Bueno, por lo que veo, no son buenos días para todas —comenta, jugando con un folder entre sus manos.

—¡Venga Vega! ¿Qué es lo qué pasa? —cuestiona Celina, sentándose en uno de los amplios sofás color beige de la oficina, a un lado de Jade.

Celina nunca fue de dar vueltas, el único camino que existía en la vida para ella era ser directa, aunque incomodara. Su personalidad se basaba en actuar por impulso y seguir su verdad, por lo que podría tener el carácter más explosivo dentro del grupo.

Aurora se acerca al expositor de armas blancas que se hallaba a unos pasos del escritorio principal, deslizando sus dedos con parsimonia sobre la hoja de una cuchilla grande.

Una risita juguetona sale de los labios del mayor.

—Les tengo una buena noticia mis estrellas... — dice, dando vueltas al folder que sujetaba — ¿Están listas?

Jade estaba a punto de rodar los ojos, pero se contuvo, no entendía por qué el aire enigmático.

—¡Vamos viejo, deja el misterio! —a diferencia de Jade, Celina no estaba dispuesta a aparentar serenidad.

Los ojos verdes de Vega se enfocaron con molestia en la pelinegra, quien le mantuvo la mirada como un reto. Él había perdido la cuenta de las veces en las que le había dicho a Celina que no le gustaba aquel apodo, sin embargo, ella hacía caso omiso.

—¿Qué tiene para decirnos, señor Vega? — la calmada voz de Aurora lo distrajo de su enfrentamiento de miradas con la otra.

Aurora definitivamente era la más dulce de las tres estrellas. Su baja estatura y su rostro delicado le daba un aspecto más jovial, además, su personalidad era tranquila, a diferencia de las dos bombas sentadas frente a él.

—¿Han escuchado del dicho que dice: todos los caminos llevan a Roma? — pregunta, con una sonrisa divertida alumbrando su rostro.

—No.

—Para nada.

—Creo que oí a mi abuelo decirlo una vez...

La incredulidad se plantó en la cara del hombre.

—Roma está en Italia, asumo que lo que sea que intentas decirnos tiene que ver con ese país, o ¿Me equivoco?— la mayor de todas, Jade, cuestiona, colocándose de pie a un lado del escritorio, expectante.

La personalidad de Jade se basaba en siempre tratar de responder a la pregunta, incluso antes de esta ser cuestionada. Además, no era paciente, pero había tenido que aprender a serlo, por lo menos en el trabajo, lo que pone en práctica a la hora de estudiar a las demás personas, sin importar que tan buenos o malos dicen ser. Sin duda, era la más analítica de las estrellas.

—No, no lo haces mi querida —admite el mayor — Lo que trato de decir es que, mis estrellas, ¡nos vamos a Italia!

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En honor a Los Ángeles de Charlie (1976)

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Todos los caminos llevan a RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora