La primera alma

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"Lo siento, pero no puedo seguir contigo, es demasiado para mi."

"Ojalá hubieras muerto ese día, sin duda mi vida hubiera sido mejor."

"¡TE HARÉ PAGAR! ¡¿ME OYES?! ¡VAS A DESEAR NO HABER NACIDO!"

Él flotaba en un immenso vacío hecho de sus arrepentimientos frustrados, no sentía sus extremidades, y en ese gran espacio se sentía pequeño, nulo, solo

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Él flotaba en un immenso vacío hecho de sus arrepentimientos frustrados, no sentía sus extremidades, y en ese gran espacio se sentía pequeño, nulo, solo. Oía un fuerte zumbido en sus oídos, uno que le arrancaba el poco subconsciente que le quedaba. Él seguía immóbil, su cuerpo que cada vez iba transformándose en humo se iba uniendo con el vacío.

Constantemente notaba como ráfagas de viento chocaban con él de todos los puntos; arriba, abajo, derecha, izquierda... El viento venía por todas partes y él era como un imán, pues aunque no lo sintiese, podía escuchar el fuerte ruido del viento acumularse alrededor de su cuerpo distorsionado.

¿Dónde estaba? No se acordaba, no se acordaba de nada. Ni de quién era, ni de cómo se llamaba, ni de qué era. Solo sabía que estaba en un lugar muy oscuro y que hacía mucho frío en su corazón. A él no le gustaba el frío, pero se acostumbró rápido a esa sensación.

De repente un punto de luz apareció en medio de la oscuridad, una singularidad en ese desierto. De los átomos se materializaron dos mujeres; altas, morenas, con un voluminoso cabello y unos rasgos faciales delicados como dos ángeles. Las dos mujeres se miraron y compartieron una sonrisa, aunque las dos estaban sintiendo cosas distintas.

La mujer del cabello verde chasqueó sus dedos e inmediatamente toda la oscuridad de la alma se dispersó y su cuerpo volvió a su estado sólido de un respingo.

—Encantadas de conocerte, David

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—Encantadas de conocerte, David.

Dijo la otra mujer, una de cabello rojizo como una cereza. El adolescente empezó a toser humo negro, se le notaba en la forma que tosía que estaba recuperando el aire que había perdido. Se agarró la cabeza con las manos, le dolía muchísimo y sentía mucho frío, no sabía dónde estaba, pero empezaba a recordar algunas cosas menos el cómo llego hasta ahí.

—Mi cabeza... me duele... ¿dónde... estoy?...

—Estamos en el limbo. No te preocupes, es normal que sientas dolor al principio. Te daremos un par de segundos para que te acostumbres.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora