La civilización de Unn

60 10 14
                                    

[David Martínez]

Han pasado cinco días desde que llegué a las Tierras de Unn, y cinco días desde que entré en este bosque y sigo sin encontrar una salida. Me he enterado de bastantes cosas, aquí un resumen: Al parecer, ya que mi cuerpo es una copia del verdadero David, no me hace falta comrr ni beber, pero puedo sentir cansancio y dolor, por lo que debo dormir. También en mi camino me he encontrado con más criaturas, desde grandes como pequeñas, pero todas tenían algo en común: ese líquido azul que les brotaba de los ojos como a las Béstias Luz. Tenía que significar algo, ¿sinó por qué todas esas criaturas tan diferentes se comportaban de la misma forma? Era un enigma que no podía encontrarle respuesta aún, pero me ayudaba a no pensar en mi otro enigma, mi vida anterior.

Obviamente seguía enfadado con las Diosas por meterme en esta situación, cada vez que K me hablaba yo la ignoraba, y lo mismo con Esperanza. Esa era la peor. En estos cinco días no ha parado de hablarme de que debo esforzarme y que lo estoy haciendo bien, ¿pero qué voy a estar haciendo bien si no tengo otra cosa que hacer? Llevo cinco días caminando, cinco días durmiendo en las cuevas que voy encontrando, cinco días sin saber si la siguiente criatura que me vaya a encontrar será peor que la anterior. Volviendo a mi problema principal otra vez, he tradado de encontrar alguna forma de recuperar mis recuerdos, pero no he encontrado nada que me funcione. Sigo recordando ese sueño que tuve y no sé por qué, pero me dan escalofríos cada vez que pienso en ello, se siente tan familiar... ¿Quizás es uno de mis recuerdos? Pero es imposible, recuerdo levemente el rostro del chico que controlaba mi sueño desde sus ojos y sé con seguridad de que no era yo.

Seguía teniendo ese objeto extraño que cojí prestado de esos humanos con los que me topé, y he estado siguiendo el camino por donde vinieron ya que la hierba por la que pisaban estaba torcida y en las zonas más humedas habían pisadas, así seguí hasta el amanecer del sexto día, cuando llegué a lo que parecía ser un gran terreno hundido en los pies de un gran cráter de acantilados. El sitio era gigante y sin árboles alrededor, pero lo que más resaltaba era la enorme cúpula de color amarillo transparente en el centro. Era enorme, no sabría decir cuando mide de altura y de grosor, solo sé que ese debe ser el sitio de donde vinieron esos humanos. Me asomé al acantilado y vi que estaba muy arriba, pero la superficie de esa bajada no era muy empinada, asíque sin pensarmelo dos veces, empezé a bajarla con cuidado pero con prisa mientras que Esperanza y K flotaban y me seguían por el descenso.

—Ten cuidado, David, ten paciencia, la Cúpula no se irá a ningún lado, pero si te caes te va a doler. Más vale prevenir que curar.

Oí lo que me dijo Esperanza, pero no la escuché. Traté de patinar por encima del terreno de esa pendiente pero me tropecé. Esperanza inmediatamente me cogió el brazo para que no cayera rodando por la pendiente mientras que K sacó su cetro y lo colocó lateralmente en mi espalda para evitar que patinara más.

—¡Martínez! ¡¿Que no puedes tener un poco de paciencia?!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Martínez! ¡¿Que no puedes tener un poco de paciencia?!

—¡Me habéis agobiado estando tan cerca mía, por eso casi me caigo! –Respondí.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora