Escrito Celestial

80 71 6
                                    

Eran casi las 6:30 pm cuando volví a mi casa luego de una ardua jornada universitaria: había tocado una jornada de vacunación en una escuela cercana a la comunidad, la mayoría de los niños tenían vacunas atrasadas o no tenía su tarjeta con el esquema de vacunación, mientras más redactaba documentos para reflejar la jornada, preparaba vacunas y las administraba a los niños llorones, sentía una pesadez algo rígida, una sensación singular pero parecida a la que atravesó mi hermana cuando se resignó a su triste destino.

Me miré por casualidad al espejo y me sorprendí: ¡Casi me pareció que era hermosa! Esto Me tuvo pensativa durante varios días, ya que nunca había reparado en ello, la mayoría de mis compañeros en la universidad decían que me vería mucho mejor sí cambiaba mis lentes prácticos por unos de contacto. Me quité los lentes Y volví a verme en el espejo: ¡La belleza se había completado! Esto me sumió en una turbación singular, jamás hasta aquel instante había pensado en mi rostro. Me veía en el espejo, pero no me admiraba en él Y eso era un terrible infracción que no se podía perdonar por una multa, aunque fuera muy elevada.

Había crecido con las personas diciéndome muy a menudo que era fea. Ya me había acostumbrado a mi presunta fealdad mientras admiraba revistas de modelos deseando esa envidiable figura de avispa; todos los días le preguntaba a mi mamá, con Aire nostálgico el porqué de la injusticia divina... Mi madre era una mujer muy hermosa, mi padre con su uniforme policial era todo un galán, Luis Ramón con su uniforme de primaria se veía muy adorable y Luna tenía su propio estilo que derrochaba poesía y colmaba el aire de elogios.

—¡Qué gracioso sería si fuera bonita! — le decía a mi madre bromeando, tratando de esconder mi tristeza.

—Hija, tú eres muy hermosa, Solo que aún no te has dado de cuenta. En algún momento llegará esa persona especial que te elegirá entre las millones de mujeres que hay en el mundo. En ese momento sentirás que te has ganado la lotería, por el simple hecho de hacer a esa persona inmensamente feliz.

Ahora me daba de cuenta que sus palabras tenían razón y se habían cumplido en lo que en ese entonces era el futuro y ahora es mi presente. Misel se había convertido en mi motor de vida, era la razón de yo despertarme todos los días con el fin de ser una buena persona, así como Luna era la razón de haber empezado mis estudios en medicina.

Actualmente me miro en el espejo ya no por casualidad, y me doy de cuenta de los ciega que fuí durante mis principios de adolescencia: ¿Qué estaba pensando? Yo no soy fea, ni siquiera lo fuí. Simplemente había dormido mal, tenía ojeras, algunas espinillas, pecas en las mejillas y estaba pálida. En ese momento empezó la transformación que llamaría la atención de Misel Richel González.

Y ya conocen el resto de la historia. No es menester seguir aclarando recuerdos del pasado. Lo que tenía que aclarar en este momento era por qué no tenía las agallas para decirle de una buena vez a Germán que no lo amaba. Mis emociones silenciosas se reprimían a tal punto que tuve que pedir ayuda del más allá.

Una noche decidí adentrarme en lo profundo de mi subconsciente: no me sentía cansada y de la semipenumbra pude ver como a poco poco un ser de luz sí va transformando en una figura que ya les he retratado muchísimas veces a lo largo de mis escritos: Sus músculos impregnados de tatuajes, su largo cabello lacio como Era retratado Sansón en las producciones cinematográficas de Hollywood, sus guantes de motorizado, su camiseta blanca con pantalón negro holgado, ojos color café acompañados de una penetrante mirada y... Una pequeña diferencia, estaba sonriendo sin dificultad y su presencia me hacía sentir mucha más Paz de la que podía tener si aceptaba tomar las sesiones con mi psicólogo.

Tenía ganas de correr a abrazarlo pero no lo hice al principio. Mi cordura maquinaba en mi mente que ya no era tangible, era solo un espejismo que se acabaría cuando despertarse de mi sueño. De repente empezó a hablarme con una voz familiar, algo peculiar, ronca y desbordante de una alegría angelical que deseaba que durara toda la vida:

Bárbara AnthonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora